“Cuando me voy a bañar, me miro al espejo y pienso que me hace falta mi pierna. Me pongo a llorar. Antes de pisar una mina, me miraba al espejo y veía todo normal. Pero yo les quiero mostrar a mi mamá y a mis hermanos que puedo ser fuerte y que no voy a sufrir tanto como ellos se imaginan. Yo le digo a mi mamá: “Cuando se cumpla un año del accidente, quiero que me lleve a La Gabarra, para no olvidar”. Quiero ir cuando falten 15 para las 6 de la tarde, y acordarme de ese día; acordarme que estuve ahí con mis dos piernas y que ahora estoy sólo con una. Mi mamá me dice que no, que para qué. Ella no me quiere ver sufrir. Eso fue el 9 de mayo de 2005. Por la mañana, la profesora nos dijo: “Las niñas de quinto, por favor, van y me averiguan el nombre del Presidente de Colombia, del gobernador y del alcalde”. Cuando llegamos a mi casa, le dije a mi mamá que teníamos que almorzar rápido, para poder ir a hacer la tarea. “Mileinis, mija, lleve de una vez estos huevos y los vende por allá, para ver si con eso hacemos algo”, me dijo ella, antes de salir. Como a un kilómetro y medio de mi casa, me dieron ganas de orinar. Y como eso es puro campo, cuando a uno le dan ganas, pues orina por ahí. Iba a hacerlo a la orilla de la carretera, pero escuché un carro y me metí cinco pasitos más allá. Ahí había un hueco tapado con hojas frescas. Lo iba a tocar, pero me avispe. “Yo no piso eso, porque de pronto me caigo y parto los huevos”, pensé. Puse los huevos a un lado y me pasé para el otro. Oriné. Al subirme los pantalones, se me fue el pie y pum; algo estalló. Yo dije: “Huy, ¿qué pasó?”. Eso parecía un sueño: yo me miraba y pensaba que me había pasado lo mismo que al militar ese, el que había pisado una mina. Me trajeron para Bogotá. Mi ilusión siempre fue venir y conocer a mi tía que vive acá. Nunca pensé que fuera a ser con una sola pierna. Quién sabe de quien fue la culpa. Tal vez fue por la guerra que hay en Colombia, o quién sabe por qué otra cosa. El caso es que así fue. Me gusta pensar que me pasó a mí para que no le pasará a otros niños. Después de mi accidente, desactivaron bastantes minas; las mismas que hubieran pisado quién sabe cuantos niños más”