Hay que reconocer que en el proceso de liberación de los soldados se han cometido varias equivocaciones, que agravan la derrota que nos ha infligido la guerrilla con este monumental secuestro masivo, pero al mismo tiempo varios aciertos que impiden que sea peor lo que nos está pasando.1. ¿Se necesitaban realmente ocho meses para llegar al acuerdo de despeje con la guerrilla? No entiende uno que lo que el Presidente anunció el martes en la noche fuera imposible de acordar ocho meses antes, en los mismos términos y entre las mismas partes en conflicto. Por el contrario, haber gastado todo este tiempo implica que se perdió la ventaja táctica de que la guerrilla facilitara la negociación bajo el temor de una efectiva reacción militar en un intento por lograr el rescate de los secuestrados. A cambio de eso, han pasado ocho meses en los que no solo ha quedado en evidencia la justificada cautela militar ante el intento de un rescate forzado, sino que ya es conocida la decisión del gobierno de entregar lo que haya que entregar a cambio de la pronta liberación de los soldados.2. ¿Se necesitaba marginar a los militares de los detalles finales del acuerdo de despeje? El Presidente, evidentemente, reunió a los altos mandos en Palacio para escuchar sus objeciones ante los planes de un despeje militar. Pero eso no fue suficiente. Hay que ponerse por un momento entre las charreteras de los generales para entender la humillación que esta fórmula implica: deben eliminar durante un mes la presencia militar en un pedazo de territorio colombiano, e inclusive abandonar una base militar importante que poseen en la zona, algo equivalente a que le dijeran a uno que se saliera de su casa y echara llave, porque los raponeros quieren temporalmente la ciudad para ellos.Un gobierno con más autoridad se habría ahorrado esta humillación adicional de los militares mediante la determinación de incorporarlos en la toma de decisiones en todo momento del acuerdo de despeje.3. ¿Es prudente que el gobierno se coloque en este episodio más como un mediador entre el Ejército y la guerrilla que como una de las partes integrantes del conflicto? Si es así, no sonaría raro que Samper esté preparándose para presentar como un éxito de su gobierno la liberación de los 60 soldados. Pero no nos digamos mentiras: allí lo que va a producirse es la coronación de una gran derrota del gobierno, del Ejército y de la sociedad, y de una gran victoria militar por parte de la guerrilla.Injustamente no solo el propio gobierno, sino también la opinión nacional, hablan del Ejército como si éste fuera la contraparte de la guerrilla, cuando la contraparte es, en realidad, todo el país no guerrillero. La guerra se nos ha declarado a todos, y el Ejército es el brazo armado que tiene la sociedad para defenderse. Por ese motivo los soldados no se los secuestraron solamente al general Bedoya, sino al gobierno y a cada uno de los colombianos. Olvidar esta realidad es suponer que alguien distinto de la guerrilla pueda salir cantando victoria de este lamentable episodio del conflicto armado.Pero también se han cometido aciertos:1. La seriedad de la comisión negociadora, que no solo actúa movida por auténticos intereses patrióticos sino con una discreción claramente productiva, que no debe confundirse con la actitud extrema de rehuir los medios desconociendo que la opinión tiene derecho a estar enterada de todos los detalles que no sea indispensable mantener en secreto. A esto se suma la madurez política de la cabeza más visible de esta comisión, el ex canciller Augusto Ramírez Ocampo.2. La decisión política del gobierno _que no dudamos era la misma hace ocho meses, y de ahí la crítica de la tardanza del acuerdo_ de convertir el rescate de los soldados en una prioridad nacional, que implica renunciar a todo lo que sea renunciable pero sin entregar lo que no pueda volver a recuperar.3. La habilidad negociadora de José Noé Ríos, estilo de personaje que no es fácil de encontrar pero que todo gobierno debe tener para manejar conflictos semejantes. Ríos es un hombre cordial, inteligente, generoso con la información a los medios pero responsable con lo que cuenta y con lo que no puede contar.4. La buena voluntad de la Iglesia: de este conflicto, no hay duda, saldrá una Iglesia fortalecida con el ejercicio del verdadero papel mediador, ese sí, que debe cumplir una instancia distinta del propio gobierno y del Ejército. Salvo por las ocasionales embarradas de algunos curas demasiado entusiastas con la guerrilla, hasta ahora ese papel mediador de la Iglesia ha sido útil, discreto y valioso.Las consecuencias que traiga hacia el futuro del país esta victoria de la guerrilla son impredecibles en su magnitud, pero no por ello de poca monta. Hacernos los de la vista gorda después de haber tenido que entregar temporalmente una zona del territorio nacional al uso privativo de la guerrilla como si eso no tuviera nada de grave sería 'samperizar' nuestra visión del país.Aquí pasó algo, señores. Y ese algo es delicado, angustioso y terriblemente real.