El 13 de febrero de 1920, el diario antioqueño El Correo Liberal destacaba en un titular de primera página, a cuatro columnas, una huelga que se había declarado en la fábrica de Tejidos de Bello. La importancia de este anuncio no radicaba tanto en el hecho de que se tratara de una huelga, pues en esa época los obreros, al calor del auge de un intenso proceso de industrialización que tenía por epicentro la capital antioqueña, organizaban huelgas para obtener reivindicaciones de diverso tipo. Lo curioso era que se trataba de una huelga organizada y dirigida por mujeres que en número cercano a las 500 se lanzaron a las calles suscitando reacciones de simpatía y apoyo entre todos los sectores de la opinión pública. La dirigente más renombrada entre todas fue una hiladora de nombre Betsabé Espinal: “Una muy bella y muy íntegra muchacha”, según el periódico socialista El Luchador. Históricamente era la primera huelga en una factoría textil moderna, pero también la primera que tenía como protagonistas a las mujeres. Gran noticia en una región dominada por el clericalismo, el conservatismo y las más rancias tradiciones y costumbres en relación con las mujeres, a quienes se concebía como seres del hogar. Si bien es cierto que la fuerza laboral en el sector textil era mayoritariamente femenina, también lo es que ellas eran prácticamente enclaustradas por sus patronos y condenadas a llevar una vida monacal, pues no podían casarse ni mucho menos tener hijos. El movimiento comenzó con la exigencia de despido de dos funcionarios administrativos de la empresa, acusados de conductas inmorales “donjuanescas” con las trabajadoras. Además, exigían que se les permitiera trabajar con alpargatas y no a pie limpio, incrementos salariales y reducción de la jornada de trabajo de tal manera que incluyera tiempo libre para la toma de alimentos.El movimiento fue ampliamente registrado por la prensa de Medellín y Bogotá. Sus consignas de combate revelan la radicalidad de sus gestoras: “Sinvergüenzas”, les gritaban a los hombres que hicieron el papel de esquiroles, “cambiemos esos pantalones por estas faldas”1. La huelga fue levantada el 4 de marzo y, según la información de El Correo Liberal, los obreros lograron todas sus pretensiones luego de que el párroco de Bello y el arzobispo de Medellín actuaran como mediadores. Lo que más destacaban los periodistas era el hecho inusual y sorpresivo de que la huelga fuese realizada por mujeres sencillas, comunes y corrientes. La más mencionada era Betsabé Espinal, quien al lado de otras como Matilde Montoya, Teresa Piedrahita, Rosalina Araque y Trinidad Tamayo, asumió la vocería pública de la protesta, hacía intervenciones en las asambleas de las huelguistas y negociaba con los propietarios de la fábrica de textiles. Betsabé Espinal no tiene una vida destacada ni antes ni después de esta huelga, pero se volvió un hito de la historia de las mujeres porque en dicho evento, ellas, bajo su liderazgo espontáneo, demostraron que podían y querían ir más allá de los estrechos roles que la sociedad les otorgaba.

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