“Si esto no cambia, aquí podría haber un muerto”. La contundente pero preocupante frase la pronunció uno de los tantos comerciantes tradicionales del populoso sector de San Victorino, en el centro de Bogotá, que no está dispuesto a compartir espacio comercial con una comunidad de chinos que se establecieron allí hace un año y vienen copando varios espacios en el sector.Lo dicho por este hombre se deriva de un tema que, de no atenderse a tiempo, se podría convertir en un dolor de cabeza para las autoridades. En esa zona, netamente comercial, los asiáticos decidieron establecer sus negocios de ropa a bajo costo, lo que ha ocasionado un sinsabor entre sus colegas colombianos que argumentan que los foráneos quieren arrebatarles su espacio vendiendo bienes a precios de remate.Las cifras lo dicen todo. En este eje del comercio capitalino se alcanzan a mover alrededor de 12.000 millones de pesos diarios. Allí se transa mayormente en efectivo y los ingresos se pueden duplicar los miércoles y los viernes con los populares ‘madrugones’, exitoso formato que han terminado por replicar los grandes almacenes.Semana.com recorrió la zona y encontró que la situación es compleja. Los comerciantes nacionales muestran su molestia con los extranjeros de maneras verbal y física. Este miércoles, en medio de una protesta, algunos decidieron saciar su furia contra los locales de los chinos, que debieron cerrar sus puertas. “Fuera, chinos, fuera de Colombia”, les gritaron desde la calle.  

Foto: Carlos Julio MartínezAun así, este miércoles hubo un primer acercamiento entre los comerciantes nacionales y extranjeros para lograr algún acuerdo. Los colombianos le hicieron ver al representante de la colonia china en el país, Kenny Tsui, que no estaban dispuestos a dejarse quitar sus negocios puesto que con su llegada estaban quebrando a las pequeñas fábricas de ropa en la ciudad y quitándoles sus locales.

Foto: Carlos Julio MartínezTsui, que en la reunión mantuvo la calma, les pidió prudencia y les dijo que hablaría con sus paisanos para tratar de buscar soluciones. Sin embargo, reconoció que en todo el mundo el comercio se mueve por el libre mercado y concluyó que “la competencia molesta”.Las partes quedaron en volver a reunirse para intentar acuerdos. Pero, entretanto, el problema continúa.Cómo llegaronEn San Victorino no se recuerda quién fue el primer chino que pisó esa populosa zona comercial. Quizá comenzaron a llegar cuando algunos comerciantes colombianos –que viajaban periódicamente al país asiático– convencieron a algunos de que Bogotá era un buen campo del comercio y los animaron a venir al país.En octubre del 2015 ya había 19 y siete meses después, el número alcanza los 44. “Pero serán más en las próximas semanas”, dicen con dejo de preocupación en San Victorino.Aunque durante un año los comerciantes colombianos y chinos vivieron en armonía, la situación cambió cuando los orientales decidieron comprar 39 locales en el centro comercial Monterrey, un lugar estratégicamente situado en la carrera 10 con calle 11. Allí calculan que los grandes importadores chinos podrían haber pagado 3.500 millones de pesos por los locales.La mayoría de los comerciantes foráneos no saben hablar español. Algunos utilizan traductores, mientras otros han aprendido lo necesario. “El único lenguaje que conocen es el del dinero”, dice una empleada colombiana que trabaja desde hace tres meses en uno de los negocios y que pidió la reserva sobre su nombre.Mientras se zanjan las diferencias y se calman los ánimos en ese sector de la ciudad, los comerciantes nacionales están dispuestos a dar la pelea para que este tradicional sector no se convierta en un barrio chino en pleno corazón de Bogotá.

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