Hace un año que Assi Moosh, uno de los más poderosos habitantes de las playas del corregimiento samario de Taganga (Magdalena), fue detenido por las autoridades colombianas y expulsado del país, luego de que se le acusara de ser un operador de planes turísticos que involucraban sol, playa, rumba, alcohol, droga y, especialmente, sexo a costa de la explotación de niñas y jóvenes de la región.El israelí, que procuraba tener todos sus documentos en regla y que religiosamente pagaba sus impuestos, tenia en el hotel Casa Benjamín la fachada perfecta para ofrecer a compatriotas suyos, que recién salían de su servicio militar obligatorio de tres años, hospedaje económico al que sumaba paquetes que incluían fiestas descontroladas que duraban varios días, así como el suministro de droga y mujeres, muchas de ellas menores de edad.Pese a los meses que Moosh ha permanecido fuera del país, su organización se mantuvo activa, pero este fin de semana recibió un duro golpe luego de un operativo adelantado por la Fiscalía y la Policía, que dejó detenidos a seis israelíes y dos colombianos, y que dejo al descubierto una operación que además de Taganga incluía sedes en Cartagena, Medellín y Bogotá. En contexto: La historia detrás del demonio de Taganga Ocho de los miembros restantes de esa estructura, también israelíes, tienen orden de captura internacional emitida por Interpol, mientras tres inmuebles en posesión de la organización y por valor de  60.000 millones de pesos (Casa Benjamín en Santa Marta, Casa Medellín en esa misma ciudad y Casa Golán en Cartagena) fueron ocupados con fines de extinción de dominio y quedarán a disposición de la SAE.Los capturados, entre los que aparece un cabecilla que responde al nombre de Mor Zohar, ademas de un policía que entregaba información privilegiada de los operativos, serán presentados ante un juez de Medellín y deberán hacer frente a los delitos de homicidio agravado, concierto para delinquir agravado, enriquecimiento ilícito, inducción a la prostitución, proxenetismo con menor de edad, estímulo a la prostitución de menores, turismo sexual, lavado de activos y tráfico, fabricación y porte de estupefacientes.Pequeño IsraelEl otrora tranquilo corregimiento de Taganga cambió súbitamente en 2009 con la llegada de Moosh, un antiguo soldado de pasado oscuro y que ya había tenido problemas con la justicia de varios países por los delitos de narcotráfico, lavado de dinero y trata de personas. Los excesos, las bacanales y los desmanes cambiaron el ambiente del lugar al punto que él y varios de sus compatriotas tomaron el control territorial del lugar, que empezó a ser llamado el Pequeño Israel.“Ellos se la pasaban armados y en las camionetas, y decidían hasta dónde se podían hacer o no los vendedores ambulantes. Eran agresivos y peligrosos y la gente del común les cogió miedo”, contó a fines de 2017 a SEMANA uno de sus habitantes, que por temor pidió omitir su nombre. Le recomendamos: La herencia del diablo de Taganga Moosh, pese a que tenía a las autoridades respirándole en la nuca por cuenta de las denuncias de la población y de las autoridades locales, siempre logró evadir sus acciones. Finalmente fue cayó en las oficinas de Migración Colombia cuando pretendía adelantar un trámite migratorio. El momento fue cuidadosamente elegido para poder detenerlo sin la presencia de su pequeño ejercito privado.A mediados de 2018 la entonces secretaria de Seguridad de Santa Marta, Priscilla Zúñiga, negó a esta publicación la dimensión de estas historias y manifestó que todo era calma en el corregimiento. Aún así, los lugareños temían nombrar a Moosh pese a que llevaba meses fuera del país. Las razones saltan hoy a la vista. PesquisasUn trabajo de seguimiento de dos años permitió a la Fiscalía constatar el andamiaje ilegal de esta estructura de proxenetismo. Fueron recibidos 21 testimonios de víctimas y realizadas 45 actividades de campo, algo más de 20 inspecciones judiciales, búsquedas selectivas en bases de datos y controles técnicos a las comunicaciones de los ciudadanos israelíes, entre otro centenar de técnicas avaladas judicialmente. La investigación que permitió detectar lo que la Fiscalía llamó en un “aberrante forma de esclavitud de niñas y adolescentes” comenzó el 15 de junio de 2016, cuando fue asesinado en el barrio Simón Bolivar de Medellín el israelí Shay Azran.Primeras versiones indicaron que el crimen fue ordenado por otro israelí y estuvo relacionado con diferencias económicas por la venta de algunos apartamentos en la ciudad. La Fiscalía y la Dijin establecieron que el presunto determinador del asesinato era Moosh. Puede interesarle: Echan para atrás liberación de israelí supuestamente vinculado con la Madame Las pesquisas también hallaron que el máximo cabecilla de esta red es Benyamin Moosh, quien ingresó esporádicamente al Colombia para supervisar el negocio ilícito y recibir cuentas de sus socios, Assi Moosh, Itay Senior y Mor Zohar, y que habría replicado su esquema en otros países de Centroamérica y Suramérica. Interpol lo declaró objetivo de alto valor.Se constató también el inusitado incremento patrimonial de los señalados proxenetas que, en casi seis años, aumentaron sus ganancias en 7.000 millones de pesos injustificadamente y sin soporte alguno. Tan solo Assi Mooch pasó de ingresos anuales de 379 millones de pesos en 2011 a a 3.400 millones de pesos en 2007. La organización había constituido negocios con apariencia de legalidad en Santa Marta, Bogotá, Medellín y Cartagena, al crear empresas de turismo, montaban establecimientos comerciales como hoteles, hostales y balnearios, y registraban gran parte de sus actividades comerciales.VíctimasLos presuntos proxenetas buscaban reclutar niñas y adolescentes en etapa escolar, con dificultades económicas o problemas de descomposición familiar para luego explotarlas sexualmente.Paralelamente, organizaban encuentros masivos sexuales, fiestas electrónicas y otros eventos en los que eran sometidas las víctimas, en medio del consumo de drogas. Según sus testimonios, las menores recibían entre 200.000 y 400.000 pesos a cambio del abuso del que eran sometidas. De su interés: Así funcionan las redes sexuales en Colombia Adicionalmente, eran obligadas a hacer parte de un grupo en WhatsApp al que llamaban Purim, nombre que recibe una festividad judía. Ese canal de contacto era creado en cada ciudad por los cabecillas de la estructura y servía de mecanismo de presión e intimidación, y para convocar a niñas y adolescentes a fincas y hoteles frecuentados por turistas israelíes.El golpe propinado por las autoridades a esta organización delincuencial transnacional, es uno de más de los varios que se han asestado en 2018 como las dos operaciones Vesta en contra de la explotación sexual de niñas y jóvenes en Cartagena, que han dejado decenas de capturados (entre ellos Liliana del Carmen Campos, la Madame) y bienes en extinción de dominio por 80.000 millones de pesos. Aún así, parece que la lucha contra la este flagelo no ha hecho más que empezar.