Moverse en Cali por estos días es un verdadero viacrucis. Las busetas en paro; el sistema de transporte masivo, conocido como MIO, está a reventar, y transitar en carro particular es una ruleta rusa porque en cualquier sector lo puede sorprender un trancón por las protestas de los transportadores o, peor aún, una batalla entre encapuchados y el Esmad. El despelote no es menor: un saldo de 14 heridos, tres buses quemados, decenas averiados y miles de personas caminando para llegar a sus destinos. Las razones de la protesta son sencillas. Mil ochocientos vehículos de servicio público entre microbuses, busetas y colectivos que le hacen paralelismo al MIO, deben salir de circulación y ser chatarrizados. En total son 5.000 pero ya pasaron por ese proceso 3.200. Ahora que solo resta un tercio, los propietarios de esos buses reclaman una tarifa más alta por sacar sus vehículos que, en promedio, llega hoy a 67 millones de pesos. Además, los conductores exigen que sean tenidos en cuenta para engancharlos laboralmente, "detrás de cada chofer hay una familia entera", dijo Miguel Victoria, vocero de Asoprotrans. Se calcula que al menos 700 de esos conductores podrán ser contratados en el MIO.El paro de la semana pasada puso en evidencia que buena parte de los problemas de la movilidad caleña se debe a la sobreoferta de buses. Esto le daría la razón a la administración local en su afán de sacarlos de circulación. También sirvió para mostrar que el transporte masivo integrado aún no está en capacidad de atender toda la demanda de pasajeros y tiene muchas cosas por mejorar, como el tamaño de su flota, las frecuencias horarias y la cobertura. Al final, el MIO no pudo frente a la excesiva demanda de pasajeros y eso terminó por exacerbar los ánimos de los usuarios.Sin embargo, es justo aclarar que parte del colapso del MIO se debió a que decenas de buses articulados quedaron fuera de servicio tras los ataques vandálicos; eso motivó a que algunos operadores no sacaran su flota por temor. Además, la gratuidad como plan de choque frente al paro saturó el sistema. Pero aún queda sobre la mesa el problema de la cobertura. Una ciudad como Cali donde la gente está acostumbrada a que el bus los recoge y deja frente de sus casas, usar el MIO significa un cambio en ese hábito. Lo anterior demandará de los usuarios mayor cultura ciudadana frente al uso de los paraderos. "Por ahora se mantendrán activas las rutas colectivas que cubren las zonas periféricas donde no llega el sistema masivo", responde Pilar Rodríguez, gerente de Metrocali, ante las críticas de la falta de buses en algunos barrios.La operación plena del MIO está prevista para el próximo año, pese a que falta el 50 por ciento de sus obras de infraestructura y reforzar el parque automotor con 200 buses. De ahí que desde la otra orilla exigen que la cancelación de las rutas del sistema colectivo sea gradual. Pero el alcalde Rodrigo Guerrero sigue con la idea de acabar la competencia paralela del transporte tradicional. Frente al paro, en lugar de ceder, el burgomaestre amenazó con sancionar a las empresas que no están prestando el servicio. Guerrero busca lograr lo que en su momento anheló el exalcalde de Bogotá e impulsor de estos sistemas de buses, Enrique Peñalosa: que los articulados respondieran por casi la totalidad del servicio de transporte público de una ciudad.La apuesta de la Alcaldía de Cali para la modernización de sus buses no tiene marcha atrás. El reto de la minoría de transportadores es más de la esfera del orden público que de la movilidad. Los desafíos para la administración Guerrero orbitan en lo técnico y cultural: cambiar las costumbres de los usuarios, garantizar la cobertura y mantener la calidad del servicio. No es tarea fácil.