DespuEs de perder toda la tarde del martes, atrapado por el debate televisado que se desarrolló en la comisión quinta del Senado, a propósito del ministro Valenzuela, del ex director de petróleos, Carlos Rodado y del senador Serrano, no me queda sino comentar mis impresiones acerca de esa vespertina de ocio.Nervioso y sumamente inquieto, con sonrisitas inopor-tunas, el Ministro de Minas e Hidrocarburos desplegó una conversación afectadamente descomplicada, para exponer sus tesis de acción intrépida, de laboriosidad en contra de la pobreza, de pragmatismo y, finalmente, de legalidad como soporte del sistema democrático, en el cual dijo creer sin alternativa posible. "Si aquí se implanta una dictadura, me voy del país", afirmó con convicción-convincente- de hombre libre.El Chiqui _que es el mismo Luis Carlos Valenzuela_ estuvo, en general, bien, aunque entrecortado, porque no es orador experto, como tampoco es experto en usos y razones jurídicas. Tiene un abogado, que, según el senador Serrano, debe echarlo, por la interpretación de textos legales que le brindó en apoyo. Tampoco el senador es un experto.Con lo que sí cuenta el Ministro de Minas, lo que hoy parece ser de uso entre funcionarios, es con un equipo de congresistas que salen en su defensa, cual mastines al ataque. Ocurrió algo parecido con el Alcalde de Bogotá, en la Cámara de Representantes, donde él ni siquiera se tomó la molestia de ponerles atención a los citantes.Hay una tesis muy curiosa que aportó el Ministro, y que para Lorenzo tiene el encanto de la nostalgia histórica. Dijo que un presidente que se posesionaba del cargo hace 50 años, en su discurso inaugural, había afirmado que no gobernaría con las leyes, sino con la moral. Vaya uno a saber cuál sería el texto exacto que el mismo Valenzuela dijo no transcribir a la letra. Esto le venía en respaldo a sus argumentos en contra del escándalo moral que se le ha pretendido hacer, según el Ministro y otras personas, por verdaderas nimiedades.A lo dicho por el presidente de hace medio siglo (y que me temo fue el fundador de El Siglo), respondió desde su periódico el doctor Eduardo Santos con la afirmación de que nos encontrábamos _se encontraba él_ ante un futuro dictador. De hecho, en esa lectura, atenerse a la moral, con frecuencia subjetiva y no a la ley, que es un dique preciso e infranqueable, puede conducir al chavismo, al fujimorismo, al castrismo (pero no al laureanismo).El presidente del medio siglo _de ello estoy seguro _ no afirmó ni dio a entender que se apartaría de la ley, sino por el contrario, que no le bastaría la sola barda legal, y que iría más allá en la exigencia de su conducta, ajustándose a principios morales. Fue hombre puro, por reconocimiento unánime, y fue llamado gran fiscal de la Nación.La interpretación de Santos, en cambio, es de la esencia del santanderismo. Basta la ley. Solamente ella es suficiente y, por fuera de ella, todo es permitido. Lo que de alguna manera es verdad. Pero de ahí se salta a que un inciso deje a salvo un peculado o un parágrafo, mal previsto, dé paso a un atropello. Si fue a espaldas del funcionario, o, bueno, del responsable, si se careció de la 'prueba reina', otras evidencias contundentes nada importan, ni obligan la dejación de un cargo.Volviendo al debate del martes, pudo verse cómo se desplegó la experiencia parlamentaria del senador Mario Uribe, con su ironía, su rostro de Benny Hill, el tono coloquial y el perfecto manejo de su irritación dosificada. Hoy se habla sentado y no lo digo de Uribe, comiendo o bebiendo, mientras el ujier pasa, en primer plano, gaseosas, como si fueran comerciales, siendo lo más respetable que reposa sobre las curules una botellita, de esas de agua supuestamente, con torso de oruga.Carlos Rodado se lució. Se mostró como el más serio, y de lejos el mejor conocedor del tema. Lo tenía fresquecito. La presión _aunque él reitera que no ha mencionado ese término_ que se ejerció sobre el presidente de la estatal petrolera en Houston, es en su testimonio (absolutamente creíble) de un enorme irrespeto por tan alto ejecutivo y ex ministro de Estado. No puede una viceministra de hidrocarburos, y algo de carbohidratos, pasarle papelitos de un pacto de intención, ni permanecer a su lado, como monitora vigilante y vocera del Ministro, a quien como funcionario tenía que interesarle el negocio.Pero es lo cierto que, más que el 0.1 de acciones, pesaba en impedimento del Ministro la alta posición que había tenido en Corfivalle, socia de Promigas y ésta de Enron, todo lo cual era de dato reciente.Por último pude ver cómo se irrespetó al senador Serrano y la caída de estilo del senador Mario Uribe, al recordarle sus años, a los cuales indefectiblemente ha de llegar el parlamentario paisa, ya pintado de canas. Benny Hill también murió. Ni el presidente de la comisión fue considerado con la justificada indignación del veterano senador, al ofrecerle con ironía un vaso de agua. Fue casi tan descortés como Mockus cuando los lanzaba a la cara de sus interlocutores. Los años se respetan. Si lo sabrá Lorenzo.