El secuestro de Camila Michelsen Niño, hija del conocido banquero Jaime Michelsen Uribe, volvió esta semana a las primeras páginas de los periódicos al conocerse la noticia de que la familia de la víctima pagó la suma de US$ 500 mil por su libertad. Sin embargo, al cierre de esta edición el rescate aún no se había producido, no obstante haber pasado ya más de un mes desde la fecha del pago. La expectativa de la opinión pública sobre la liberación de Camila crece día a día, y la espera se hace cada vez más angustiosa. Uno de los episodios más exóticos del secuestro tuvo lugar en marzo de 1987, precisamente en una época en que no se habían vuelto a recibir noticas de los secuestradores, cuando varias personas, unas allegadas a Michelsen y otras no tanto, recibieron cartas manuscritas por Camila, con las cuales se pretendió hacer el montaje de un falso autosecuestro, y de paso, obtener dinero de los allegados al banquero. Las cartas, sin embargo, si algo revelan es la lucidez con que Camila asumió la coacción de sus captores, pues dejó entre líneas la evidencia de que se trataba de un dictado. A algunas personas que conocía bien, les puso el nombre errado que le dieron los secuestradores, mientras que a otras que no había visto en su vida se les dirigió con gran familiaridad. Las averiguaciones de SEMANA pudieron establecer que se trató de tres grupos de cartas, uno, dirigido a la familia, en las que se tocaba la fibra sentimental y afectiva, otro, dirigido a socios y allegados de negocios de Michelsen, en las que se pretendía obtener dinero para una supuesta solidaridad con el banquero en desgracia y un último grupo destinado a miembros del clero, la política, y la prensa.Como una primicia para sus lectores, SEMANA presenta un facsímil de una de las cartas mencionadas, en la que se podrán observar, de primera mano, las dramaticas circunstancias que han rodeado este secuestro, uno de los más prolongados y difíciles en la historia del país.