En las últimas semanas, se registró un incremento de las acciones guerrilleras por parte del ELN y el EPL. Atentados contra la infraestructura petrolera, las vías y el asesinato de varios miembros de la fuerza pública que han caído por las balas de francotiradores agazapados en las montañas. Uno de ellos fue el comandante de la policía en El Tarra, lo que obligó a desplazar a 5.000 soldados para capturar a los responsables y reforzar la seguridad y el orden público en los municipios de Tibú, Teorama, Convención, Hacarí y San Calixto .Las autoridades, la iglesia y la comunidad de Tibú y sus alrededores están preocupadas y temerosas por el resurgimiento del sicariato, que en las últimas semanas ha dejado cerca de 20 muertos. En una aparente y mal llamada “ limpieza social” las víctimas han sido supuestos drogadictos, expendedores de drogas, delincuentes, además un reconocido comerciante dueño de una ferretería,  quien no habría pagado una extorsión. En zona rural de La Gabarra desapareció hace dos meses el dirigente campesino Henry Pérez, miembro de la Asociación de Productores del Catatumbo (Ascamcat),  de quien no se sabe nada.En la región las asociaciones de campesinos son muy fuertes, pero están estigmatizadas porque las relacionan con los grupos insurgentes. Todas están agrupadas en Anzorc, la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesinas. Allí Ascamcat; Cisca, Comité de Integración Social del Catatumbo; y el Movimiento Campesino Popular, han sido bastiones de resistencia y su voz cuenta a la hora de poner en marcha los acuerdos de La Habana.A ellas se le suma la Asociación Comunidad Motilón Barí (Asocbarí), que agrupa a unas 200 indígenas de los resguardos Catalaura y Natubaiyibarí, que se oponen abiertamente a que sus territorios sean designados como zonas de ubicación de las FARC.A finales de abril, están previstas las elecciones para las Juntas de Acción Comunal que son muy fuertes en la región y apetecidas por las asociaciones campesinas, “son pequeños alcaldes que juegan un papel muy importante en las comunidades, pero pocos quieren postularse por miedo, ya que en épocas de violencia les dieron muy duro”, subraya Fray Juan David Montes, Director de la Pastoral Social de la Diócesis de Tibú.Semana.com estuvo en la región y constató el ambiente de tensión y guerra que se percibe, a medida que se avanza por la carretera que va desde Cúcuta hasta El Tarra. En la Y, donde la vía se bifurca hacia Ocaña y Tibú, el paisaje se vuelve hostil por la presencia de hombres que miran con reparo a los extraños y  el paulatino aumento de policías y soldados apostados a un lado del camino en  actitud desconfiada, protegidos con sus cascos y chalecos antibalas y con los fusiles listos para el combate.Después de pasar el corregimiento de El Tablazo, a la orilla de la carretera están emplazados tanques de guerra Cascavel, Urutú y otros blindados que cuidan los corregimientos y puentes de Petrolea, Campo 2, Río Nuevo y Río Tibú. El escenario está adornado de banderas tricolores que representan la soberanía y la presencia del Estado colombiano.  Según el comandante de la Brigada 30 del Ejército, el coronel Marcos Pinto, en toda la zona cohabitan cerca de mil integrantes de los grupos armados ilegales. Las FARC con el Frente 33 maneja siete estructuras con dos columnas móviles y una compañía. El ELN cuatro estructuras,  el Frente Camilo Torres y dos colectivos. El EPL tiene dos estructuras ,al igual que las denominadas bandas criminales compuestas por Los Rastrojos, Las Águilas Negras y el Clan Úsuga.Luego de salir de Tibú, en la vía al municipio de El Tarra, hacia el occidente donde aparece la zona montañosa, la presencia militar disminuye. Al llegar a los corregimientos de Orú y Filogringo las FARC y el ELN hacen sentir su dominio con pasacalles, banderas y grafittis.“La zona caliente empieza desde Filogringo hacia arriba donde está la gente armada, unos de civil y otros uniformados, las veredas de El Aserrío, San Pablo y todo eso son tierras de ellos. En Filo Gringo no habita Ejército, no se meten ahí, la policía menos. Sólo hay policía en El Tarra, pero se la pasan escondidos”, dice  Jeferson Barbosa, un conductor nacido en Tibú que transita habitualmente el sector.Recuerda que el pasado 7 de abril cuando conducía hacia El Tarra, fue detenido en Filogringo en un retén de guerrilleros de las FARC, que estaban conmemorando los 8 años de la muerte de Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo‘ . “Me entregaron un panfleto en el que daban vivas a Marulanda pero yo lo boté después para evitar problemas”.Pero en el sector, acota Jeferson, lo que más se ve son las banderas del ELN. “Están en todo el pueblo del Tarra, hay una en una torre, pero en todo ese territorio están todos, las FARC , el EPL y los paramilitares”.  El director de la Pastoral Social de Tibú, Fray Juan David Montes, cuenta que en las noches la Policía no puede salir a patrullar en el pueblo y el Ejército se convierte en su guardaespaldas. “El problema es que el Ejército ve a la población como guerrilleros”.Muchos creyeron que con la muerte de ‘Megateo‘, cabecilla del EPL, ese grupo desaparecería, pero no ha sido así. Aún conserva un fuerte aparato militar y además es el mayor reclutador de menores. En la zona, donde la gente prefiere no hablar del tema por miedo, se rumora que su reemplazo es alias ‘David León’ o ‘Juan Montes’, como se conoce a Guillermo León Aguirre, un hombre que no pasa de los 45 años, de bajo perfil, quien siempre actuó a la sombra de ‘Megateo‘, pero que ha tenido el mismo poder en esa organización al margen de la ley.El comandante de la Policía Antinarcóticos de la región 5, George Quintero, advirtió en una entrevista con el diario La Opinión de Cúcuta que “Si se firma la paz en La Habana, en el Catatumbo habría reacomodo armado y el EPL o el ELN buscarían quedarse”.Incluso, lo que muchos temen es que una vez las FARC se desmovilice, se desate una nueva guerra por el control territorial y los cultivos ilícitos, ya que según informes de inteligencia militar, el EPL es quien procesa y comercializa la coca que recibe de las FARC y el ELN.  De ahí que la mayoría de habitantes del Catatumbo son escépticos, de que lo acordado entre el gobierno y las FARC en Cuba pueda aplicarse en el extenso territorio, que es una de las regiones que el grupo insurgente comandado por ‘Timochenko‘, está exigiendo como zona de ubicación o de movilización hacia la vida política.Paradójicamente, en esta región rica en petróleo, carbón, palma de aceite y otros recursos naturales, la economía sigue girando en torno al cultivo ilegal de la hoja de coca, el narcotráfico y el contrabando de gasolina venezolana que se vende en cualquier calle o esquina, como si de empanadas se tratase y en la propia nariz de los uniformados.En el caserío de Vigilancia, en Puerto Santander, el dominio es de las bandas criminales que controlan no sólo el contrabando de gasolina que llega desde Venezuela y es transportada en motos, sino también la carne, fruta, verdura y plátanos. En un peaje, individuos armados cobran según el producto y la cantidad que se pretenda ingresar a territorio colombiano.   En la vereda J-10, a 3 kilómetros de Tibú, se observan a la orilla de la vía, debajo de coloridos parasoles, varios puestos con canecas y pimpinas repletas de gasolina. En una mesa rústica, la familia Villamizar exhibe frente a su casa, además del combustible, sartas de pescado fresco sacado del Río Nuevo y racimos de plátano verde.“Nosotros vivimos más que todo de la gasolina y el ACPM, es lo que tenemos ahora para sobrevivir, los traemos por el río o por trocha desde Venezuela ”, dice Rodolfo, uno de los dueños del negocio, quien se queja porque la semana pasada perdieron 6 millones de pesos cuando el Ejército les decomisó 20 canecas de gasolina . “Unas 70 personas hicimos un trancón en el retén, y el sargento devolvió la camioneta, pero dijo que el combustible nos lo quitaban”.Pedro Antonio Bayona, otro comerciante, agrega que en ese lugar sólo se puede vivir de ese producto ilegal. “La pimpina de 5 galones la vendemos a 30.000 pesos, uno la compra a 27.000, le gana 3.000 pesos”. En la estación de Tibú, donde se expende gasolina legal, el galón está a 5.500 pesos, un poco más barato que en la calle. Un aviso invita a comprar en el lugar: “Además de calidad, cuando compramos combustible colombiano apoyamos la inversión social en Tibú”, sin embargo muchos prefieren comprar el venezolano porque dicen, es más pesado y dura más.En cualquier rincón, donde se habla e indaga a los moradores, todos coinciden en que el Estado los tiene abandonados y no hay proyectos productivos que les permitan reemplazar las actividades ilegales. “No hay solución a nada, en la alcaldía de Tibú nos convocaron desde diciembre para darnos apoyo para hacer una cochinera y una cría de pollos y no nos han resuelto nada”, señala con desconsuelo Marisela, quien atiende uno de los puestos de venta de gasolina.  La Diocésis de Tibú realizó los pasados 30 y 31 de marzo el encuentro “Preparémonos para la Paz”, con la asistencia de los concejales de Tibú, Sardinata, Bucarasica y El Tarra y una representante de la Oficina del Alto Comisionado para La Paz, para explicar cómo serían integrados los municipios a los planes de desarrollo si se firma un acuerdo final con las FARC, en que van los acuerdos, los territorios en paz y cómo cambiar la imagen de conflicto, guerra y muerte del Catatumbo.“Ninguno de los concejales conocía los acuerdos de La Habana”, comenta con desazón el Director de la Pastoral Social de Tibú, Fray Juan David Montes, quien advierte que sí el gobierno no tiene los recursos, ni la infraestructura para el posconflicto, los pactos de paz fracasarán”, al menos en el Catatumbo.