Victoria de Inglaterra, con 64 años en el trono, lideró el reinado más largo hasta entonces en la historia de los monarcas británicos y solo fue superado por el de su tataranieta, Isabel II, quien fue coronada en 1953 y falleció en 2022. Durante la llamada ‘época victoriana’, entre 1837 y 1901, se llevaron a cabo importantes cambios culturales, políticos e industriales que trascendieron al Reino Unido y el mundo.

Dicho período también es recordado por los excesos de los miembros de la familia real y quienes los rodeaban. “Se sabe que en 1897, cuando (Victoria) celebró sus 60 años en el trono, el palacio de Buckingham ofreció una espléndida cena que consistía en 13 platos y que se alargó durante horas”, detalló el medio especializado en historia A orillas del Támesis.

Entre la selección de platos estaban delicias como el bernoise à l`impératrice, caille à la d’Uzelle y canapés à la princesse. Sin embargo, el hambre de Victoria era tanta que, cuentan los historiadores de la época, en 30 minutos podía devorar siete u ocho platos.

Por eso, y a sus espaldas, su majestad era conocida con el apodo de la ‘reina glotona’. Desde que tenía 11 años, afirma el diario británico Daily Mail, el tío Leopoldo (rey de Bélgica) le advirtió a Victoria que su forma de comer era malsana y le podría traer problemas de salud. A pesar de la advertencia, la monarca llegó al trono con 18 años y aumentó su glotonería. Ni siquiera el influyente Lord Melbourne, su primer consejero, logró persuadirla para que corrigiera la dieta.

De esta manera, Victoria estableció un patrón de vida que nunca cambió, como explica Annie Gray en su libro The Greedy Queen, una obra atravesada por la fastuosidad victoriana y la principal obsesión de la monarca: comer.

Dicen que menos es más, pero para Victoria, escribió la autora, “en verdad, más es más”. El resultado de años de abusos con la alimentación fue una salud precaria con constantes daños de estómago, indigestiones, sobrepeso y dolores de cabeza. Además, pese a su baja estatura, de 1,52 metros, Victoria tenía una cintura de 115 centímetros, según explicó en uno de sus textos James Read, el doctor de cabecera de la entonces reina.

“La reina organizaba banquetes (...) por cualquier nimiedad, incluyendo siempre platos de los cuatro costados del mundo. En las grandes ocasiones hacía ingestas heroicas de bacalao con salsa de ostiones, patas de pato en salsa Cumberland y asado de cordero. Entre plato y plato mantenía un bufet libre con comida caliente y fría para el que tuviera antojos antes de los platos principales”, añadió el portal A orillas del Támesis.

Para los comensales, estos banquetes podían ser era una absoluta tortura. Cuenta Gray que las personas debían comer lo más rápido posible porque, cuando la reina terminaba, a los asistentes se les retiraban sus platos –que debían estar vacíos– para recibir un nuevo servicio.

En ese sentido, se entiende por qué Annie Gray afirmó –en tono irónico, por supuesto– que Victoria “aceptó, de todo corazón, todo lo que el mundo tenía para ofrecerle de comer, durante toda su vida, y por eso merece respeto”.