Dijo Gabriel Silva en una de sus más recientes columnas de El Tiempo que “hay una campaña soterrada, con objetivos concretos, para que el Poder Judicial pierda su legitimidad (…) La justicia es el cordero pascual de intereses oscuros”, aseguró en su artículo. Silva enumera algunas razones para explicar por qué la justicia colombiana ha tenido más cosas buenas que malas en los últimos años, reduciendo el asunto de la mala imagen del sector judicial a una percepción de momento y nada más. En otras palabras, para el exministro y columnista lo que hay es un gran complot contra el aparto judicial en Colombia que distorsiona la apreciación ciudadana. Pero créame doctor Silva: el hecho de que en la última medición de la Gallup Poll, la justicia aparezca con un 79 % de desfavorabilidad (diez puntos más que el Congreso y un punto más que los partidos políticos), no es el resultado de una convincente gavilla que ha recorrido Colombia tratando de hablar mal de la justicia en cada esquina. No. La rama judicial se ha desprestigiado sola a lo largo de las últimas décadas y fue incapaz de imponer una barrera para no dejarse permear por la corrupción y la politiquería. Las manzanas podridas contaminaron rápidamente el lote completo y hoy, sobre todo en las altas cortes, los buenos tristemente son la excepción. Menciona Silva como ejemplo de probidad a la Corte Constitucional. Querido exministro: ni siquiera ese tribunal, que era para muchos el último bastión, se ha salvado de las malas prácticas. A él han llegado magistrados nefastos, seguramente algunos conocidos suyos, que están avanzando en el intento de tomarse el que era –era, en pasado– un órgano íntegramente honorable. Por otro lado la Fiscalía, que Silva destaca como la mayor innovación del sistema de derecho nacional, va de mal en peor. Las investigaciones de los magnicidios no avanzan y la salida que han encontrado los últimos fiscales al calificar delitos de lesa humanidad a todos aquellos crímenes que no han podido resolver, no es más que un paraguas chimbo para no reconocer que la verdad judicial jamás llega en este país y que la impunidad, en cambio, galopa sin cesar. ¿Sabrá el doctor Silva, que según el último estudio del World Justice Project, en Colombia un asesino tiene menos de 5 % de probabilidades de resultar condenado y un corrupto tiene tan solo alrededor del 3 % de probabilidades de ser siquiera investigado? Definitivamente no. La percepción de la justicia en Colombia no es la que nos han querido vender unos pocos sino la que en efecto se corresponde de manera genuina con la trágica realidad. Su mala imagen es bien ganada y lo peor es que los últimos intentos que están surgiendo dizque para reformar las cosas apuntan en la dirección equivocada, porque ni corrigen el desbalance de poderes ni resuelven las inquietudes del ciudadano común y corriente. El gobierno, el Congreso y los magistrados amañados con el statu quo dentro del que Gabriel Silva parece también sentirse cómodo, están desoyendo a los colombianos y están alimentando el descreimiento nacional frente a sus instituciones. La opinión pública no se subestima, doctor Gabriel. Se oye, se interpreta y se tiene en cuenta a la hora de promover los cambios que de verdad se necesitan y no los que les sirven a unos pocos para que todo siga, en esencia, igual. Ese es el problema de la justicia en Colombia y de tantas cosas más. Nuestros dirigentes perdieron el polo a tierra y sólo piensan en el país político y no en el país nacional. *Twitter: @JoseMAcevedo