Cada vez es más claro que las organizaciones jerárquicas tradicionales están en desventaja competitiva para enfrentar condiciones volátiles, inciertas, complejas y ambiguas (VUCA). Menos del 10% de las empresas no financieras que figuraban en el ranking S&P 500 en 1983 permanecían ahí en 2013 y solo el tres por ciento de las empresas del mismo índice reportaron números positivos durante marzo de 2020.

Por el contrario, una organización ágil logra reaccionar y adaptarse ante la presión; de hecho, su desempeño mejora a medida que aumenta la presión. Varias investigaciones demuestran que las organizaciones ágiles logran centrase más en el cliente, reducir su tiempo de llegada al mercado, aumentar el crecimiento de sus ingresos, bajar sus costos y atraer personal más comprometido.

A manera de ilustración, una empresa mundial de electrónica logró US$250 millones en Ebitda y un incremento del 20% en el precio de sus acciones a lo largo de tres años tras adoptar un modelo operativo ágil; un banco global redujo sus costos en un 30% y una empresa de materiales básicos promovió procesos de mejora continua entre sus trabajadores manuales, lo que se reflejó en un aumento del 25% en efectividad y una disminución del 60% en lesiones.

Las organizaciones ágiles exitosas comparten cinco rasgos distintivos. Si bien cada uno de ellos tiene un valor intrínseco, la verdadera agilidad se logra cuando se implementan y funcionan al mismo tiempo.

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1. Estrategia: Estrella Polar en toda la organización

Las organizaciones ágiles establecen una visión y un propósito compartidos – la «Estrella Polar» – que ayuda a que su equipo se sienta personal y emocionalmente involucrado. Esta Estrella Polar es una referencia a cuando los clientes eligen dónde comprar, los empleados deciden dónde trabajar y los socios deciden dónde participar; en otras palabras, la Estrella Polar establece un propósito inspirador que maximiza el valor para todos los involucrados.

2. Estructura: Red de equipos empoderados

Las organizaciones ágiles mantienen una estructura estable en sus niveles de liderazgo, pero reemplazan gran parte de su jerarquía tradicional con una red flexible de equipos de trabajo. Estas redes son una forma natural de organizar el trabajo porque reducen las jerarquías, clarifican los roles y las responsabilidades y potencian la autogestión, lo que genera un balance entre la libertad individual y la coordinación colectiva. Esta coordinación rompe los silos típicos en organizaciones tradicionales, minimiza las interacciones o dependencias entre áreas y logra desbloquear eficiencias, velocidad y, por ende, una mayor productividad.

3. Procesos: Decisiones y ciclos de aprendizaje

Las organizaciones ágiles trabajan con ciclos rápidos de pensamiento y acción que están estrechamente relacionados a sus procesos de creatividad. Ya sea que la desarrollen mediante pensamiento de diseño, operaciones lean, entre otras, esta integración e iteración continua y rápida de pensamiento, acción y aprendizaje es la capacidad que tiene la organización de innovar rápido y a bajo costo para adaptar el rumbo y navegar mejor la incertidumbre.

4. Personas: Modelo dinámico de personas que enciende la pasión

En una cultura organizacional ágil, las personas están en el centro de la operación y todos los integrantes de la organización están empoderados. Los líderes están al servicio de sus equipos y empoderan y ayudan a las personas a desarrollarse. Más que planificadores, directores y controladores, pasan a ser visionarios, coaches y catalizadores. Su rol es empoderar a las personas, dotándolas con las competencias relevantes para que puedan participar en la creación de la estrategia y, además, puedan determinar “cómo” llegar a los resultados.

5. Tecnología: Prácticas y herramientas de última generación

Las organizaciones ágiles buscan ofrecer productos y servicios que reconocen los cambios en las condiciones de clientes y competidores. Es probable que también sea necesario digitalizar los productos y servicios tradicionales, o habilitarlos para que funcionen en entornos digitales. Los procesos operativos también tendrán que evolucionar continuamente y con rapidez, para lo cual será necesaria la evolución de sistemas, herramientas y arquitecturas tecnológicas. Las prácticas y herramientas tecnológicas de última generación se integran a las fibras fundamentales del negocio para acelerar la captura de valor.

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Si bien la agilidad está en una etapa incipiente desde el punto de vista de su aplicación práctica a nivel empresarial, está tomando impulso en múltiples industrias. Cada vez es más común encontrar diferentes modelos, como experimentos tempranos con agilidad en equipos, modelos a nivel de unidad de negocio como laboratorios digitales, o modelos más robustos como agilidad empresarial, entre otros.

Este impulso de la agilidad a nivel empresarial se refuerza en el entorno actual, marcado por cambios sin precedentes. Una investigación liderada conjuntamente por McKinsey & Company y Harvard Business School, es evidencia de ello. En esta encuesta, más de cincuenta empresas a nivel global que estaban en medio de una transformación ágil durante la pandemia del COVID-19, de manera unánime afirmaron que la agilidad les ayudó a reaccionar mejor y más rápido.

En otras palabras, la agilidad llegó para quedarse, posicionándose como una habilidad esencial y transformadora para cualquier tipo de empresa. Esta habilidad crea una nueva forma de organización que tiene los cinco rasgos claves mencionados. Con esto, la pregunta ya no es “¿debo adoptar la Agilidad?” sino “¿cómo y dónde inicio la adopción?”.

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*Socio, socia asociada y experto en Agilidad Empresarial