Hay obras en Bogotá por donde se la mire y en todos los frentes simultáneamente. Sorprende la cantidad inapreciable de dinero que va involucrada en ellas, así como la dimensión de las cajillas de seguridad en que pudo guardar tan desorbitantes sumas el alcalde Antanas Mockus, durante su gestión simbólica. Mockus, de honestidad a toda prueba, demostró que cuando no se desvían, los dineros públicos llegan a ser ingentes.Pero, así como hay asuntos fundamentales que se están atendiendo en la administración Peñalosa, en otros, a la simple vista del ciudadano, no impera el buen criterio. No es para insistir en el tema, más que trajinado, de los bolardos, pero con esta iniciativa _de todos modos milmillonaria_ se empezó a ver que una mente extraña estaba orientando el gasto y dándole prioridad a aspectos no esenciales.En segundo término, la ciudadanía vio con sorpresa cómo se reducían las vías, en aras de unos andenes, cuidadosamente elaborados, pero de exagerada amplitud. La intención de convertir la carrera 15, al norte, en un paseo comercial desestimó el traslado de los compradores hasta ese sitio, que se hacía por automóvil principalmente y su fácil estacionamiento. Los comercios quebraron, cerraron o se trasladaron y aún se espera si el sector, una vez organizado y limpio, recupere su vitalidad.Si una de las obras primordiales del Distrito era la repavimentación de sus calles destrozadas, se puede afirmar que este aspecto está resultando un fracaso, que marcará al actual gobierno capitalino. Ya la Personería de Bogotá se ha pronunciado sobre el contrato mexicano y su pésima ejecución. Todos hemos visto cómo se ha sometido el pavimento, en la mayoría de su trayecto, a un raspado ligero y a un cubrimiento irregular y mal empatado. Con el ítem de que la capa de asfalto ha quedado algunas veces al mismo nivel de superficie de los sardineles. Este contrato, para ser equitativos, no se inició con Enrique Peñalosa, pero su desacierto de ejecución ha debido corregirse drásticamente y con premura. Avanza, sin embargo y hay lentos pleitos pendientes.Se tienen planes gigantes de parques para respiradero de la ciudad; de transporte trasmilénico, de avenidas longitudinales de occidente, con todo y discusión de humedales. Lo cual refleja un gran espíritu transformador y dinámico. Más aún, pareciera que el alcalde quiere hacer la ciudad de nuevo, pero a su capricho y antojo, y de acuerdo con sus modelos foráneos. Con mucha juventud y poca experiencia como habitante de esta ciudad. Y con muy bien disimulada sensibilidad social.Los desplazamientos forzados, a que han sido sometidas las personas de escasos recursos (léase vendedores ambulantes, indigentes del Cartucho...) y la provisión posterior _no anticipada_ de las soluciones humanas en estos casos, han dado una nota constante del estilo de esta administración, que dice odiar a los automóviles, pero se ensaña con los ciudadanos comunes y desamparados.Paralelamente con lo anterior, la policía, ah, la policía _montada o no_, la de los desalojos, la de las retenciones de vehículos, la que persigue al ciudadano, pero no le ofrece seguridad ninguna frente a la delincuencia, está a la orden del día y, como ya lo he dicho, no tiene la amabilidad del general Rosso José en los cocteles. Ni la cara de angelito nada que ver con que descuella la espigada figura del alcalde mayor en las caminatas atléticas. Creo que ninguno de los dos sabe lo que hacen sus gendarmes, ni cuál sea el comportamiento de sus funcionarios menores _o contratistas privados_ en inspecciones, en patios del tránsito, o en el inicuo negocio de las grúas. Estos concesionarios privados, de servicios públicos, convirtieron en diversión y explotación económica el retiro de los automóviles, sin dejarle aviso alguno a su propietario, compitiendo en el procedimiento con los jaladores de vehículos, otra rama del Distrito que combate los automotores mal estacionados.Por todo esto, la imagen del alcalde Peñalosa tiene muy poca aceptación ciudadana. Las obras, vaya y venga, pueden y deben ser objeto de veedurías, lo mismo que sus controvertidos contratos. Ahí esta el Concejo; ahí están las publicaciones, no tan anónimas, como cree el alcalde, que se los están cuestionando. Pero lo que toca con el aspecto social (los indigentes, por ejemplo) y con el propósito de construir una ciudad, si bien pobre, al menos segura y grata, está descuidado y son temas en los que viene fallando la administración de Enrique Peñalosa Londoño, quien se educó en el primer mundo para ser alcalde del tercero. Y del tercer milenio. Dios nos libre de los alcaldes nerds, light y nada que ver.