En La Guajira se mueren de hambre, de sed. Una noticia que recobra fuerza cada año coincidiendo con la época de sequía. Es entonces cuando el pueblo wayúu pasa a ser el protagonista indiscutible de las portadas, noticieros y portales web. Especialmente, sus niños.“Su bebita de un año y siete meses pesa cuatro kilos. Está al borde de la muerte”. “Así mata la desnutrición a un niño”, son algunos de los enunciados que han plagado estos días los medios de comunicación. Informaciones que apelan a la emocionalidad de la audiencia y se acompañan de fotografías que retratan esa miseria: menores de edad vestidos con harapos, desnutridos y con el abdomen hinchado. Pocos son los casos en los que el rostro de los niños se protege.La legislación colombiana obliga a los medios de comunicación a “abstenerse de entrevistar, dar el nombre, divulgar datos que identifiquen o que puedan conducir a la identificación de niños que hayan sido víctimas, autores o testigos de hechos punibles”. En cualquier otra circunstancia, el Código de la Infancia y la Adolescencia permite realizar “dichas publicaciones previa autorización de los padres o, en su defecto, del ICBF”.La divulgación de las imágenes de menores guajiros se regula por este último epígrafe -presuponiendo la buena fe del fotógrafo en lo que respecta a la petición de autorización de los padres-, pues a día de hoy no son víctimas de hechos punibles. Por lo menos no en términos judiciales. En otras palabras, no hay nada que proteja a los niños wayúu de esta exposición mediática y estacionaria de la que son sujetos.De hecho, de acuerdo al jefe de archivo de una de las publicaciones más prestigiosas de Colombia, la restricción de no publicar imágenes de menores sin autorización paterna se disipa cuando se fotografía a estos niños en el marco de un acontecimiento importante, como puede ser la acentuación de la miseria en la que está sumida La Guajira. O en el contexto de un viaje organizado por entes gubernamentales a los que acuden periodistas.Lo que sucede con los wayúu, sobre todo con sus niños, es lo que algunos historiadores denominan el fenómeno de las “sociedades museos” o “sociedades vitrina”, como aseguró a Semana Educación un profesional del gremio que prefirió no dar su nombre. “Ocurre con comunidades indígenas o con los afrodescendientes. Nos gusta verlos conservando sus tradiciones pero no que se mueran de hambre, por eso somos activos cuando vemos que están padeciendo sufrimiento, pero no cuando toca buscar herramientas o responsabilidades para que mejoren sus condiciones de vida”.En efecto, el fenómeno de “sociedad museo” en la que el país ha sumido a la población de La Guajira es también el resultado de una revictimización constante por parte de la opinión pública, como han asegurado en numerosas ocasiones organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud). De esta forma, se les inhabilita como actores activos, capaces de cambiar su contexto. Y es bajo esa lógica que se ponen a funcionar los engranajes del asistencialismo: la sociedad asume que es el Gobierno central el único que tiene que solucionar esta situación de crisis, pero no se exige rendición de cuentas a las autoridades guajiras.¿Dónde está la plata?El problema de La Guajira es mucho más complejo, y se extiende más allá de la falta de agua, el narcotráfico que opera en la zona y la ineficiencia estatal. La corrupción de los dirigentes regionales (muchos de ellos wayúu) está sumiendo a la región en un caos absoluto. La Dirección Anticorrupción de la Fiscalía señaló que en la actualidad hay 665 investigaciones abiertas por corrupción; muchas de ellas relacionadas con el sector de la educación.Ese es el caso de los contratos de alimentación escolar, por ejemplo. El Ministerio de Educación desveló a finales de 2015 que en el departamento el número raciones cuadriplicaba el número de estudiantes con matrícula oficial (64 mil). El departamento contrató para tal fin un operador independiente por valor de 49 mil millones de pesos.También se investiga la construcción de 59 colegios que acordó la autoridad departamental por un valor total de 135.000 millones de pesos. Muchas de esas instituciones educativas todavía no están habilitadas para acoger a los niños.Porque lo que no falta en La Guajira son recursos. De hecho, el departamento es uno de los que más se beneficia del sistema de regalías. Entre el 2012 y el 2014 manejó 678.225 millones de pesos bajo esta figura. En el caso de la partida de presupuesto general que se ha destinado para 2016, el monto asciende a 415 mil millones de pesos para una población de 957.797 habitantes.Así pues, mientras se suceden las fotografías de los niños guajiros (o niños vitrina), cabe preguntarse a quién se le debe pedir responsabilidades de lo que ahí sucede.  PARA EL DEBATE¿Considera que la población de La Guajira efectivamente es una ‘sociedad museo‘ como afirman los historiadores? Deje sus comentarios en nuestro twitter @SemanaEd y @JuliaAlegre1