Gracias a las observaciones obtenidas a partir del telescopio Gemini North que está ubicado en Hawai y de la nave Voyager 2, por fin un gran misterio en torno al séptimo planeta fue descubierto. Desde hace un tiempo, la hipótesis que manejaban los científicos que venían haciéndole seguimiento a este astro sobre la composición de sus nubes era una de 2 opciones: o amoníaco o sulfuro de hidrógeno.

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Finalmente, luego de décadas de investigación y “al tomar muestras de la luz solar reflejada de una región inmediatamente superior a la capa de nubes visible principal en la atmósfera de Urano” -como señala el comunicado de prensa del Observatorio Gemini- se supo la respuesta: el sulfuro de hidrógeno es lo que domina en el planeta.

Esta no ha sido una tarea fácil. Al formarse las nubes por condensación se bloquea el gas formador de las mismas en una clase de depósito profundo que queda fuera del alcance de los telescopios. Lo que puede llegar a observarse es una cantidad muy ligera, mínima. Sin embargo, se logró gracias al espectrómetro de campo integrado de infrarrojo cercano (NIFS) del telescopio y a sus capacidades superiores, como afirmó Leigh Fletcher, un miembro del grupo de la investigación de la Universidad de Leicester en el Reino Unido.

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En los grandes planetas como Jupiter y Saturno, en contraste, la composición de sus nubes está relacionada con el amoniaco y no se encuentra ni una gota de sulfuro de hidrógeno. Según Fletcher, estas diferencias se generaron al momento en el que emergieron estos planetas. "Durante la formación de nuestro Sistema Solar, el equilibrio entre el nitrógeno y el azufre (y, por lo tanto, el amoníaco y el sulfuro de hidrógeno recientemente detectado de Urano) fue determinado por la temperatura y la ubicación de la formación del planeta", agregó el investigador en el comunicado.

Y lo que hace todavía más interesante este descubrimiento es la implicación que podría tener en caso de que una persona pudiera resistir en la atmósfera de Urano, pues aparte de la asfixia y el tener que soportar una temperatura de -200 grados centígrados, el sulfuro de hidrógeno brinda un olor semejante a huevos podridos. “Si un desafortunado humano alguna vez descendiera a través de las nubes de Urano, se encontraría con condiciones muy desagradables" por el hedor, afirmó Patrick Irwin, profesor de física planetaria de Oxford.

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