Si bien el Partido Verde no alcanzó la Presidencia con su candidato Antanas Mockus, sí logró algo trascendente durante esta campaña: sacar la más alta votación de un movimiento independiente en la historia del país, con 3.600.000 sufragios. Esto significa, ni más ni menos, que por primera vez en Colombia se expresa el centro político, una franja de ciudadanos a la vez hastiada de la política tradicional como escéptica de la izquierda. En un país donde la polarización ha sido la regla, el centro no había logrado despegar en el escenario electoral y siempre aparecía como una exigua minoría, Mockus se puso, en cuestión de pocas semanas, entre los candidatos más opcionados y clasificó a segunda vuelta. El logro indiscutible de este vertiginoso éxito se vio opacado por la falta de preparación que el candidato y su partido mostraron en las últimas semanas. Los resultados de la primera vuelta fueron inferiores a las expectativas creadas, pues Mockus resultó doblado con creces por Juan Manuel Santos, y mientras este último logró congregar a su alrededor incluso a muchos de sus adversarios –liberales y de Cambio Radical– con una propuesta política de unidad nacional, los verdes ni siquiera aceptaron un acuerdo con el Polo Democrático Alternativo, pues consideraron que una coalición con la izquierda desnaturalizaría su proyecto independiente. En ese sentido, prefirieron medirse en solitario y contar así los votos de opinión que los acompañaron en el sueño de “un país decente”. No obstante, para todos es claro que los verdes son en sí mismos una coalición cuya capacidad de jugar en el futuro depende mucho de las decisiones políticas que tomen en los meses que vienen. El primer reto que tienen es justamente dejar de ser una alianza y convertirse en un verdadero partido. Eso implica, por ejemplo, que Compromiso Ciudadano, movimiento liderado por Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín y fórmula vicepresidencial de Mockus, decida en su reunión nacional de finales de julio integrarse definitivamente al Partido Verde. Este es un paso que aunque parezca obvio, todavía no se ha dado y en el peor de los casos podría ocurrir que Fajardo mantenga su movimiento como un agrupamiento con identidad propia pero actuando electoralmente con los verdes. El segundo desafío de Mockus es que el movimiento ciudadano, cívico y de opinión que se aglutinó a su alrededor se convierta en militancia política. Durante el segundo semestre los cuatro ex alcaldes deberán construir una plataforma ideológica conjunta, lo cual no será fácil. A pesar de que hay unos acuerdos mínimos muy sólidos sobre ética pública y maneras de hacer política, también se vislumbran diferencias filosóficas que van desde posiciones más de izquierda, como las de Lucho Garzón, y mucho más liberales o neoliberales, si se quiere, como las que expresan, por ejemplo, Enrique Peñalosa o Mockus. Otro tema espinoso será la construcción de reglas del juego para tramitar las aspiraciones políticas de cada uno de los líderes verdes. Tanto Peñalosa como Garzón quieren repetir en la Alcaldía de Bogotá, y en círculos cercanos a Mockus no se descarta que su esposa, Adriana Córdoba, entre en la baraja para la campaña de 2011. Igualmente tendrán que definir una política de coaliciones con otros partidos, algo para lo que no han demostrado hasta ahora mucho talento. En particular la adhesión de Aníbal Gaviria, en Antioquia, quien es hoy uno de los dirigentes liberales con mayor futuro, plantea con claridad que el papel que puedan desempeñar tanto en la Gobernación de Antioquia como en la Alcaldía de Medellín, que hoy está en manos del fajardismo, depende de una alianza entre las toldas de la renovación liberal y los verdes. Por último, existe la pregunta sobre cómo actuarán los verdes en el Congreso, y si su estrategia será de oposición o colaboración con el gobierno. En su discurso del domingo, aceptando el triunfo de Santos, Mockus dijo que su relación con el nuevo gobierno será de “independencia y deliberación”, y que su bancada mantendrá una actitud de “control político” desde el Congreso. La mayoría de los ocho congresistas del Partido Verde y los dos que apoyaron a Fajardo son novatos en las lides legislativas, con excepción tal vez de los ex concejales Gilma Jiménez y Alfonso Prada. Ni Mockus ni los congresistas electos se han mostrado favorables a hacer parte de la oposición, por lo que será difícil, por ejemplo, pensar en un trabajo conjunto con el Polo Democrático Alternativo. Está por verse si la estrategia de “criticar lo malo y apoyar lo bueno” funciona para hacer visible a la bancada o, por el contrario, la convierte en una especie de comodín de las mayorías. Todo depende de cómo actúe cada uno de ellos y la capacidad de jugar colectivamente a pesar de ser minoritarios en ambas Cámaras. En realidad el futuro político de los verdes se juega en las elecciones de octubre del año entrante. Ganar las alcaldías de Medellín y Bogotá resultará crucial para ellos si quieren consolidarse como una opción para 2014. En el caso de Medellín la disputa no será fácil pues ya se anticipa que Fajardo y los verdes tendrán que enfrentarse a Luis Pérez, que tiene todo el apoyo de Juan Manuel Santos. La continuidad del fajardismo está en cuestión dado el deterioro de la seguridad en la ciudad, algo que en la percepción pública se lee como efecto de políticas equivocadas de Fajardo y su sucesor. Por eso una alianza con Aníbal Gaviria, quien tiene una alta favorabilidad no solo en la opinión sino en sectores políticos tradicionales, no solo es deseable sino necesaria. Y en Bogotá tampoco está despejado el panorama. A pesar de la buena imagen de los tres ex alcaldes, que han sido ponderados por sus logros sociales y urbanos, Santos le duplicó la votación a Mockus en las dos vueltas. En las elecciones regionales los seguidores de Mockus tienen espacios abiertos en muchas partes y por eso el candidato anunció que se volcarán a las provincias. En Nariño, Tunja, Cesar, Putumayo y Cartagena, para empezar, gozan de amplios respaldos y cuentan con líderes políticos locales que se la están jugando por una nueva alternativa. El futuro de los verdes apenas comienza. Mockus, a pesar de los altibajos de su campaña, logró clasificar como segundo cuando ni él mismo lo imaginaba. Logró posicionar un partido y un mensaje de renovación y de enaltecimiento del ejercicio político. No obstante, es probable que por razones de salud, y también por su propio desgaste, se mantenga como la cabeza ideológica del partido, más que como candidato para cualquier cargo. Estas elecciones fueron la cuota inicial muy poderosa para un partido joven, que genera esperanzas, con líderes que vienen de orillas diversas y que han dado un mensaje de convergencia y unidad muy interesante. Pero cuya permanencia y consolidación depende ya no de su peso en la opinión, como en estas elecciones, sino en su capacidad de inventarse políticamente como un verdadero partido de centro, moderno, que atraiga a otros sectores de la sociedad. Con la estrategia correcta, los verdes pueden jugar duro en la próximas elecciones y llenar un vacío en el espectro político que la izquierda nunca pudo llenar, a pesar de los esfuerzos de muchos de sus dirigentes. Pero tendrán que aprender a pronunciar la palabra “coalición” de muchas maneras, si quieren algo más que ganar alcaldías. Más aún si para 2014 se enfrentan a una aplanadora como la que se conformó en estas elecciones alrededor del uribismo. Tienen suficiente capital político para hacerlo. Y las lecciones aprendidas en una campaña en la que tuvieron más ganancias que pérdidas.