La cifra es astronómica: 230 billones de pesos, doce ceros. Eso es lo que le ha costado al Estado colombiano el conflicto armado en la última década. El plebiscito del 2 de octubre para refrendar el acuerdo de paz entre el gobierno y las Farc-EP era la ocasión para darle la vuelta a los números y comenzar a construir país desde otros prismas y nuevos retos. La educación era uno de ellos.  Tras la victoria del No, contra todo pronóstico, se abre un capítulo de incertidumbre. "Esta derrota no debe desestabilizar el país", aseguró el presidente Juan Manuel Santos tras hacerse oficial la derrota del Sí. El líder de la guerrilla, en un tono conciliador, también coincidió con el mandatario y declaró que mantienen su voluntad de paz. Los días próximos serán claves para despejar las dudas y saber qué sucedera con el acuerdo y el cese bilateral acordado entre las partes de este conflicto que todavía no pone punto final a sus 52 años de existencia. Semana Educación recoge las posibilidades que podría traer consigo el fin de la guerra si los recursos empleados para perpetuarlo (230 billones de pesos) se destinaran a la educación. Doce ceros que hubieran servido para escolarizar a 33 millones de niños en todo el territorio. O para costear 167 mil millones de desayunos ($1.370 por ración, según cálculos del Ministerio de Educación) o 101 mil millones de almuerzos ($2.273, cada uno) en el marco del Programa de Alimentación Escolar (PAE) que tantas denuncias de corrupción ha acumulado en los últimos meses.Y estos son solo algunos datos para hacerse una idea de la magnitud del presupuesto que se ha llevado la guerra y que podría haberse destinado a formar a las nuevas generaciones y darles mayor dignidad y recursos a las que se fraguaron al color de las beligerancias. Por ejemplo, esos 230 billones de pesos (una vez más, doce ceros) hubieran sido suficientes para construir 827.338 nuevas aulas, o comprar 63 mil millones de cuadernos o 534 mil millones de bolígrafos.Con cada chaleco multipropósito, el que portan los soldados rasos, con un precio por unidad de $97.226, se podrían haber comprado 11 loncheras de $8.390 cada una. En el caso del uniforme camuflado, con un valor de $88.886, se podrían haber costeado 64 lápices a $1.390 la unidad.Un general de cuatro soles, el máximo del escalafón militar, cobra al mes $13.800.000 entre el sueldo básico, la prima de dirección y la prima de alto mando. Es la misma cantidad de plata que serviría para pagar a ocho profesores con maestría del sector oficial.De acuerdo con el Banco Mundial, Colombia es el país de mayor gasto militar en la región. Solo en 2016, Defensa y policía recibieron un monto presupuestario de 29,1 billones de pesos, lo que equivale al 3,5 % del PIB nacional. De ahí se obtiene, entre otros costos, la plata para pagar cada fúsil galil de un soldado regular. Con lo que cuestan ocho de esos artilugios ($1.211.826 cada uno), se podría haber pagado la educación de un niño durante un año.Otro dato: en 2012 el Gobierno invirtió 434 mil millones de pesos en 10 helicópteros Back Hawk que le compró a Estados Unidos. La misma inversión que se necesita para construir 54 colegios oficiales de un valor promedio de 8 mil millones de pesos.Cambiar la guerra por las aulasLa historia de Colombia empezó a rescribirse el 23 de junio cuando, tras 52 años de conflicto armado, los fusiles fueron silenciados de una vez por todas. El acuerdo sobre el cese bilateral y definitivo del fuego y las hostilidades que firmaron el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-EP en La Habana trajo esperanza a un país que ha vivido más de medio siglo las atrocidades de una guerra que ha dejado cerca de 250.000 muertos, más de 50.000 desaparecidos y 6 millones de desplazados.Fue el inicio del fin de la guerra, con garantías y seguridad, pero no la paz como tal. Porque la paz es un proyecto conjunto, una construcción que necesita de tiempo y compromiso para su consecución. También de la complicidad del pueblo colombiano, que tenía la responsabilidad de refrendar o no los acuerdos y darles legitimidad en las urnas al amparo de la Corte Constitucional.Finalmente, y después de un despliegue sin precedentes de las campañas del Sí para convencer a la sociedad que refrendara el acuerdo final de 297 páginas al que llegaron las partes en agosto y se firmó en Cartagena el pasado lunes, el ‘No‘ ganó en las urnas con unos resultados muy ajustados.Lo que pasó en La Habana y en Cartagena era una prueba de lo que parecía el inicio de un posible escenario de paz en el que la educación tendría un protagonismo sin precedentes. En 2015 ya se vislumbró el cambio de paradigma cuando el Ministerio de Educación (MEN) recibió un presupuesto de 28,9 billones de pesos frente a los 27,7 billones que se destinó a defensa y conflicto armado (Ministerio de Defensa, Policía Nacional y Fuerzas Armadas).Era la primera vez que la cartera de la guerra se postraba ante la educativa. Y eso teniendo en cuenta que el esfuerzo presupuestario para subvencionar el sistema educativo fue superior. Entes como el Sena, el Icetex, el Icfes y Colciencias, además de otros Ministerios, que no entran dentro de esta partida y que tienen un rubro independiente del Gobierno, también invirtieron en educación con diferentes programas y estrategiasUn año después, en 2016, se mantuvo la lógica: el MEN recibió 31 billones y el de Defensa uno menos. (Quizá le interese la infografía: ¿Cuánto le ha costado la guerra a Colombia?‘)El mensaje que se tradujo de esta decisión era contundente: la educación es la clave para la transformación de Colombia. Tanto es así que si lo que se pretende es un pueblo libre, en paz y democrático, con niveles de desigualdad reducidos, hay que invertir en libros de estudio y no en armas. En profesores y no en personal militar. En infraestructura escolar y no en carros blindados. (Quizá le interese: ‘La paz que no se ve‘)"Hemos logrado un acuerdo que, por donde se mire, es infinitamente mejor que seguir una guerra. Porque los colombianos merecemos vivir en paz”, se expresaba el presidente Juan Manuel Santos desde la Casa de Nariño tras el anuncio de que, tras cuatro años de negociación, el acuerdo final era una realidad. Colombia dejó claro hoy que pesó más la polarización política que la posibilidad de dejar atras la barbarie, con una abstención en el plebiscito del 60 %. (Así se incluye la educación en el acuerdo que pone fin a la guerra). PARA EL DEBATE¿Cree que la educación es, efectivamente, la clave para materializar la paz y reconciliar al país? Deje sus comentarios en nuestro twitter @SemanaEd y @JuliaAlegre1.