El escritor Roald Dahl, conocido por historias como Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda y Las brujas; era un ácido crítico y editor. Así lo demuestra la respuesta que le escribió en 1980 a Jay Williams, un estudiante que le pidió ayuda en una investigación y le envió un cuento de su autoría. El afamado autor le respondió sin rodeos: “Debe entender que recibo una cantidad enorme de cartas como la suya, y no puede esperar que yo escriba su tesis por usted”; y más adelante le añade: “Leí su cuento. No creo que sea malo, pero debe dejar de utilizar tantos adjetivos. Estudie a Hemingway, especialmente sus primeros trabajos y —recalcó— aprenda a evitar todos esos horribles adjetivos”. Williams, hoy un periodista reconocido, publicó la carta en su cuenta de Twitter y recibió miles de retuits en un par de días. Rachel White, archivista y gerente del Museo Roald Dahl, afirmó que la carta es digna muestra del tono áspero del galés, que falleció en 1990.