No habíamos desempacado AÚN las maletas de las vacaciones, cuando le pedí a mi familia que nos fuéramos a Perú: –Ni se molesten en sacar la ropa –les dije–. Seguimos derecho para Lima. –¿Lima? –preguntó con angustia mi hija menor. –Sí. Lima o Arequipe. –Es Arequipa –me corrigió mi mujer. –No importa el género, nos vamos para allá; nos volveremos ciudadanos peruanos a mucho honor. Haga clic aquí para leer la columna completa