Con Hillary Clinton a punto de oficializar sus aspiraciones de hacerse elegir en el Congreso de su país, la pregunta de siempre vuelve a quedar planteada: ¿cuál debe ser el papel de una primera dama, en Estados Unidos, en Colombia o en Cafarnaún? ¿Cuál es ese justo medio que hace que esa varita mágica que le entregan sin instrucciones a una mujer privada, que de un día para otro se vuelve pública como esposa de un presidente, se use bien, o se use mal? ¿Es mejor que la primera dama se note mucho, o se note poco? ¿Que influya definitivamente sobre su marido, o que sencillamente lo complemente?Todos esos interrogantes también buscan respuesta frente al modelo Nohra Puyana, bien distinto al de su antecesora. Jacquin se acercaba más al perfil de 'magnolia de acero', mientras Nohra aparentemente lo hace más al de perfecta madre, esposa y anfitriona. Mientras Jacquin era economista y había trabajado como profesora de econometría y política monetaria, Nohra es periodista y especialista en marketing, graduada en París. Y sus empleos más conocidos se han acercado más a lo chic que a lo intelectual: ha sido representante de Christian Dior en Colombia y con frecuencia ha asesorado a revistas internacionales de moda y decoración. Nohra se dio a conocer por primera vez en la arena pública cuando reemplazó a su marido durante la campaña a la Alcaldía de Bogotá, mientras Andrés estuvo secuestrado por Pablo Escobar.Pero mientras Jacquin terminó siendo casi tan impopular como su marido, y lo curioso es que no por cuenta de los mismos enemigos, Nohra es uno de los pocos temas que actualmente no divide a los colombianos, y sobre el que parece haber unanimidad: a todo el mundo le parece elegante, discreta y femenina. Es una primera dama que no incomoda a nadie.Por eso es improbable que su estilo llegue alguna vez a despertar controversia, a diferencia de sus más recientes antecesoras. Mientras a Jacquin se la criticaba por haberse convertido en la administradora de los odios de Palacio, a Ana Milena de Gaviria se la sometió a controversia porque algunos la consideraban, debido a su admirable tenacidad, la primera dama más poderosa que había existido en el país. En realidad, el estilo de esta última se asociaba mucho más con el de Hillary Clinton, cuando comenzó a hacerse evidente que Ana Milena tenía vuelo propio, mandaba mucho, y hasta influía en el nombramiento de funcionarios. Antes de Ana Milena, y salvo por su tradicional papel en las campañas por los niños pobres y desamparados, no se usaba que las primeras damas impulsaran programas propios o tuvieran ambiciones propias.A Jacquin, sobre todo cuando daba declaraciones del corte de la que hizo cuando confesó que sentía ganas de darle una patada al fiscal Valdivieso, se le asociaba más con una Rosalyn Carter, que llegó a presidir los consejos de ministros, papel en el que, según los expertos, contribuyó ampliamente a deteriorar aún más la imagen de su marido. A Nohra, en cambio, se la asocia más con el modelo clasudo de Jacqueline Kennedy, pero tengo entendido que esta asociación le molesta a fondo.La verdad es que debajo de su escotado traje de seda que vistió para la cena de gala que el rey de España le ofreció durante su visita a nuestro Presidente, se esconde una mujer que se niega a aceptar que su papel se reduzca simplemente a hacer suspirar de satisfacción a colombianos y colombianas cada vez que aparece impecablemente vestida y peinada en los actos oficiales: hasta llegó a molestarse cuando nuestros periodistas la llamaron a Madrid para comentarle acerca del famoso vestido, cuando ella habría preferido hablar del compromiso que obtuvo de la reina de España en los programas sociales con los que Nohra está identificada.Después de preguntar mucho en los círculos de Palacio por el estilo de nuestra primera dama, he podido establecer que sin ser una Hillary Clinton _estoy segura de que a Nohra no se le ha pasado jamás por la cabeza la posibilidad de tener una personalidad política independiente de la de Andrés, o asumir papeles que van más allá de respaldar al gobierno en el campo social_ nuestra primera dama es mucho menos light de lo que sugiere el cuidadoso papel femenino que viene jugando al lado de su marido.Por ejemplo, influyó definitivamente en la creación del Consejo Social, que es un organismo semejante al Conpes pero exclusivamente dedicado a las causas sociales, en el que ella tiene asiento y en el que opina y toma decisiones sobre los temas de fondo. La importancia de este consejo no es ni mucho menos postiza: realiza un trabajo riguroso y le sigue cuidadosamente la pista a la labor de los ministros, hasta el punto de que más de uno se ha ganado un jalón de orejas cuando ha quedado en evidencia algún descuido en el tema social.En definitiva, todo parece indicar que en medio de la guerra, del accidentado proceso de paz, de la depresión económica, del alza del dólar, del desempleo y demás desgracias nacionales, produce un 'respirito' poder decir que el experimento de esta primera dama es una de las pocas cosas que nos está saliendo bien.