La naturaleza parece haberse ensañado sobre El Salvador. Cuando apenas comenzaba a reponerse del terremoto de enero, un nuevo sismo afectó fuertemente regiones que el anterior había dejado relativamente intactas. El de la semana pasada, que dejó 276 muertos y 2.715 heridos, ha hecho que la comida y los materiales para construir albergues ya no alcancen. Como si fuera poco, las reservas de sangre del país se agotaron. El gobierno salvadoreño confía en la ayuda internacional para salir de la crisis.