En la epoca de oro de Hollywood hizo carrera una picante anécdota protagonizada por la sensual Marilyn Monroe. Dicen las malas lenguas que estando en lo mejor de una fiesta la rubia plateada se acercó con sus sinuosos movimientos al prestigioso filósofo Bertrand Russell, quien se encontraba agazapado en un rincón sin atreverse a unirse a la monumental rumba. La Monroe, quien nunca había cruzado una palabra con Russell, le confesó sin el menor pudor que siempre había soñado con tener un hijo suyo. "¿Se imagina _le preguntó con acento meloso_ cómo sería un niño que tuviera mi belleza y su inteligencia al mismo tiempo?". El científico, sin inmutarse y mirándola a través de sus gruesos cristales, le contestó con uno de sus habituales apuntes demoledores. "Ni de riesgos señora _le dijo_. ¿Qué tal que la naturaleza nos jugara una mala pasada y nuestro hijo saliera con mi belleza y su inteligencia?". Este chiste de salón, que ha corrido de boca en boca para inmortalizar la fama de tonta de la diva y la lengua cáustica del filósofo, lo ha puesto de moda últimamente un estudio de dos científicos de la Universidad de Cambridge, cuyos resultados sobre la herencia genética son tan sorprendentes que han dejado con la boca abierta a más de uno. Sobre todo a los científicos, sociólogos, antropólogos o en general a cualquier persona del común que sigue cargando con preconceptos machistas acerca de la inteligencia. Para todos aquellos que siguen considerando que las mujeres son animales de cabellos largos e ideas cortas es un hueso bastante difícil de roer la teoría de los investigadores Eric Keverne y Azim Surani, quienes aseguran que la inteligencia se hereda en todos los casos de las madres y nunca de los padres. Herencia o ambiente Esta hipótesis proviene de experimentos con ratones que Keverne y Surani vienen realizando desde 1984. En ese año estos investigadores descubrieron la existencia de un tipo especial de genes llamados condicionados. Algunos de estos solo funcionan si son heredados de la madre y otros solo se activan si son heredados del padre. Lo novedoso de la última investigación es que los científicos descubrieron que estos genes tienen una influencia decisiva en el desarrollo de algunas funciones del ser humano. Al inyectarle a ciertos ratones una carga extra de genes maternos, éstos nacían con un cerebro más grande en relación con su cuerpo. Pero cuando hicieron el experimento al revés los ratones nacieron con cabezas más pequeñas. Cuando los científicos investigaron más a fondo observaron que las células que venían de los genes del padre se iban sedimentando alrededor del llamado cerebro emocional, que es el que controla el sexo, el apetito y la agresividad. Al contrario, las células portadoras de la carga genética de la madre se instalaban preferentemente en la zona del pensamiento avanzado, relacionada con la memoria o el pensamiento consciente. De acuerdo con estos resultados Keverne y Surani se atrevieron a formular su inquietante teoría de que el entramado intelectual proviene de la madre mientras el manejo de las emociones está íntimamente relacionado con la carga genética del padre.La llamativa hipótesis tiene felices a las feministas pero no ha terminado de convencer a todo el mundo. Algunos científicos alegan que solo se ha comprobado en ratones, que es demasiado simplista y que desconoce el papel de la educación, la experiencia y otros factores culturales y ambientales en su desarrollo. Sin embargo, los defensores recuerdan que estos factores solo representan una quinta parte frente a las otras cuatro que dependen precisamente de los aportes genéticos. El debate apenas empieza pero lo que sí parece estar quedando claro es que la pareja perfecta que pueda asegurar la mezcla precisa de inteligencia y belleza ya no parece ser la de Marilyn y Russell. Para los científicos de los 90 este equilibrio lo ofrecería más una boda entre la cerebral y narizona Janet Reno y el cálido y sensible Mel Gibson. En todo caso, los científicos escuchan otras propuestas.