El presidente de Egipto Mohamed Morsi tuvo una semana en claroscuro. A nivel internacional se perfiló como el árbitro del Medio Oriente, al lograr que Israel y Hamás firmaran un cese al fuego después de una semana de bombardeos en Gaza. Pero en su país lo tildaban de déspota. Morsi firmó cuatro decretos que estipulan que ninguna de sus decisiones pueden ser revocadas, acabando así con el precario equilibrio de poderes en Egipto. Al cierre de esta edición, miles de personas se enfrentaban con la Policía en la emblemática plaza Tahrir en El Cairo, retomando los cánticos que tumbaron a Mubarak: “El pueblo quiere la caída del régimen!”