Es casi generalizada la percepción que tienen los colombianos de que ahora hay que apretarse más el cinturón porque la plata alcanza menos. Sin embargo, parece que no se trata de una mera percepción. La calidad de vida de las familias cambió y no precisamente para mejorar, según revelaron los ciudadanos en la encuesta presentada esta semana por el Dane.

Pese a que ahora hay mayor conectividad, porque del total nacional el 60,5 por ciento de los hogares tiene internet, mientras que en 2019 la cifra era de 51,9 por ciento, en el territorio nacional hay más familias que están reduciendo el gasto en alimentos para estirar sus ingresos, y se registra un bajonazo en el número de hogares con vivienda propia y totalmente pagada.

Varias de esas condiciones llevan a que los ciudadanos, en una mayor proporción, ahora se perciban como pobres, lo que tendrá que ser corroborado con el dato de pobreza monetaria que dará a conocer el Dane el 26 de abril.

Por ahora, en la Encuesta de Calidad de Vida, el 46,7 por ciento de jefes de hogar manifestaron que su ingreso no es suficiente para abastecer las necesidades de la familia y, en consecuencia, tienen la percepción de que cayeron en las garras de la pobreza. En 2019, cuando el 37,9 por ciento se reconocía como pobre, la cifra oficial que entregó el Dane se ubicó en 35,7 por ciento. Luego, en 2020, el 42,5 por ciento de la población fue registrada en los niveles de pobreza, empujada por la crisis sanitaria. La situación en el campo es aún más apretada que en la ciudad. Si en 2020 el 59,1 por ciento de habitantes rurales se percibía como pobre, la cifra ahora es de 70,3 por ciento, según la investigación.

¿Es algo subjetivo?

La calidad de vida suele ser catalogada como algo subjetivo, pues puede incluir muchas variables y depender de la manera en que se conciba el bienestar. No obstante, si un ser humano tiene acceso a educación, a salud, encuentra en su entorno la seguridad que requiere para entrar y salir a cualquier hora, está satisfecho en el trabajo o en la actividad económica que realiza, recibe un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia y puede disfrutar de su tiempo libre, sin duda diría que se siente más satisfecho frente a quienes no logran las mismas cosas.

La Encuesta del Dane busca aproximarse a la realidad socioeconómica de los hogares para comparar y establecer si el panorama mejoró o empeoró.

Es evidente que en la propiedad de la vivienda hubo un retroceso. Si el porcentaje de hogares que reportaba ocupar una unidad habitacional totalmente pagada era de 41,6 por ciento en 2019, ahora es de 34,7 por ciento, lo que de inmediato mueve las estadísticas de arrendamientos. De contar con 35,7 por ciento de inquilinos hace dos años, en Colombia ahora son 38,6 por ciento. En Risaralda, Bogotá, San Andrés y Valle, más del 46 por ciento de familias residen en vivienda arrendada.

Muchos colombianos también se deshicieron del carro particular. En 2019, el 15,6 por ciento de hogares tenía un vehículo familiar y en 2021, la cifra bajó al 14,3 por ciento. El transporte es un fuerte indicador de la calidad de vida. Según la encuesta, en el total nacional las personas gastan en promedio 29,7 minutos para desplazarse al trabajo, pero 5,8 por ciento, que no es un porcentaje menor tratándose de un tiempo invertido en las vías, se demora entre una y dos horas. En Bogotá, uno de cada cinco ciudadanos (18,1 por ciento) gasta ese tiempo en transportarse.

En el interior del hogar se viven circunstancias que no deberían estar ya presentes en una sociedad del siglo XXI. Es el caso de la tenencia de servicios básicos como el sanitario, lo que es clave para conservar la salud. La encuesta revela que solo el 74,3 por ciento de los hogares tiene un lugar adecuado, es decir, un inodoro conectado al alcantarillado, mientras que 18 por ciento cuenta con un inodoro conectado a un pozo séptico. El 7,7 por ciento restante no tiene servicio sanitario, cuenta con una letrina o un inodoro con descarga directa a las fuentes de agua.

Y un tema que debe estar en la mira es el de la exposición al riesgo de desastres naturales, pues aumentó el porcentaje de hogares en esa condición, de 4,8 por ciento en 2020 a 6,1 por ciento en 2021. En Chocó, la cifra de expuestos es de 28,1 por ciento.

El hogar es todo

El hogar se volvió protagonista durante la pandemia, y no solo por los que pudieron estudiar y trabajar conectados a internet. También fue la alternativa para conseguir ingresos en un mercado laboral con alta informalidad, lo que en la pandemia subió los niveles de desempleo. Según los resultados de la Encuesta de Calidad de Vida, aumentó el número de hogares que adelantan sus actividades económicas en su lugar de vivienda para obtener ingresos: uno de cada diez. En palabras del director del Dane, Juan Daniel Oviedo, se trata de esos negocios invisibles que no tienen avisos publicitarios.

En ese conjunto de actividades en el hogar predominan las labores agropecuarias, como el que vende frutas cultivadas en su patio. También están las actividades comerciales, adelantadas por el ciudadano que abrió una pequeña tienda. Y otros prestan algún servicio, como la señora que pinta uñas o cepilla el cabello.

Más solos

Se destaca además la continuación de la tendencia de los hogares unipersonales. Si bien en el total nacional el promedio de personas por familia se mantiene en tres, en el 18,2 por ciento de hogares viven personas solas. En Putumayo, Guaviare, Cauca, Arauca y Meta están los más altos porcentajes de este tipo de estructura familiar, lo que podría explicarse por la prevalencia de actividades mineras en esas zonas, que conducen a que el miembro del hogar que trabaja en ellas permanezca lejos de la unidad familiar.

Sigue en aumento el porcentaje de hogares unipersonales.

Unos gastaron ahorros, otros se endeudaron

Los caminos tomados por las familias para conseguir recursos en medio de la crisis fueron muchos. El 38,3 por ciento gastó sus ahorros; el 36,9 por ciento acudió a la deuda y al 34,4 por ciento no le quedó más remedio que disminuir el gasto en alimentos, primero, por el impacto de la pandemia en el bolsillo, y ahora, porque la inflación que está impulsando los precios al consumidor, en especial de los alimentos, está obligando a hacer ajustes en el presupuesto.

En la encuesta del Dane, los colombianos revelaron además la manera en que los afectó el choque económico de la pandemia. El 17,5 por ciento se atrasó en el pago de servicios, 15,4 por ciento de hogares enfrenta el drama de la pérdida del empleo del jefe de familia y el 12,6 por ciento se ha visto a gatas para financiar la vivienda, ya se trate del pago del arriendo o el de la cuota del crédito hipotecario. La afiliación al sistema de salud, lo que de alguna manera les da tranquilidad a los hogares, pues una enfermedad grave puede causar un choque catastrófico, tuvo un impacto negativo, aunque leve. De 93,2 por ciento de personas que manifestaron estar afiliadas al sistema de seguridad social en 2020, el país pasó a 93 por ciento.

El aseguramiento subsidiado es el dominante, de 53,2 por ciento, pero se redujo en comparación con 2020, cuando era de 54,3 por ciento, lo que estaría mostrando la reinserción al mercado laboral formal en el que hay que cotizar. Así se observa en la estadística, según la cual la afiliación contributiva pasó de 45,4 por ciento a 46,5 por ciento de un año a otro.

De los colombianos que cotizan por su salud, los mayores porcentajes están en Bogotá, con 79,7 por ciento, seguida de San Andrés, con 64,6 por ciento, y Cundinamarca, con 63,5 por ciento.

Menos gente estudiando

La educación recibió el coletazo de la crisis y afectó la calidad de vida de los colombianos. Según la encuesta del Dane, el porcentaje de personas entre 6 y 21 años que asisten a un establecimiento educativo formal pasó de 79,9 por ciento en 2019 a 78,7 por ciento en 2021. La mayor deserción escolar se registró en las zonas urbanas, donde en 2019 había 81,5 por ciento de personas menores de 21 años estudiando y ahora hay 79,9 por ciento. Curiosamente, en el área rural la permanencia en el sistema educativo se mantuvo casi estable: 75,9 por ciento hace dos años y 75,3 por ciento en 2021.

El reversazo en calidad de vida que experimentan las familias es una de las razones del deterioro de la confianza, a lo que hay que sumarle que “la inflación ya está apareciendo como factor empobrecedor de los hogares a la hora de evaluar subjetivamente su situación”, concluye el director del Dane.