Uno de los grandes desafíos del trabajo remoto ha sido el hecho de balancear tener la casa en la oficina y la oficina en la casa. La emoción más frecuente al principio de la pandemia, de acuerdo con algunas cosas que leí de manera reiterativa en ese entonces, eran el miedo y la incertidumbre.

Ahora que ya pasamos esta etapa, la angustia es la adaptación a la nueva realidad: entender qué queremos y por qué hay algunos que se sienten incómodos con el formato híbrido o siquiera con salir de la casa, o entender quizá el afán de otros de salir corriendo de su casa a una oficina con tapabocas todo el día.

En la virtualidad perdimos conversaciones emocionales con la gente que trabajamos. No en todos los casos, por supuesto, pero preguntarse por una emoción en medio de Teams no era muy acertado cuando el tiempo era tan corto.

Quiero reflexionar en cómo estamos abordando estas situaciones tan particulares que nos está poniendo la vida de frente. Recargar la energía es necesario para cualquier líder, pero también para cualquier ser humano que tenga roles variados, léase madre, padre, jefe, trabajador, esposo, novia, hijo, colega, director de proyectos, embarazada, cansado, con hormonas de cabeza… en fin. Hoy, como nunca antes, estamos siendo conscientes de que no somos solo seres laborales.

Te pregunto entonces: ¿cómo recargas tu energía?, ¿qué tanto haces silencio para escuchar realmente lo que quieres y necesitas?, ¿cuántas veces te sientes víctima de las circunstancias y al final te lavas las manos de tus propias acciones?, ¿qué tanto piensas en ti?

En varias conversaciones que como coach he tenido en tiempo pospandemia, muchos me dicen que están cansados y están olvidando las cosas. Al preguntar si están durmiendo bien, la respuesta generalmente es: más o menos. Conozco seres que dicen que con dormir cuatro horas es más que suficiente. Es mejor que pongas una bandera roja si estás normalizando que levantarte a las 3:00 a. m. a trabajar es sano. No lo es, no es normal.

Cuidar el cuerpo y el espíritu es vital para tener un crecimiento como seres integrales, para poder balancear de verdad la vida. Si estás cansado, si te fatigas mucho, si sientes que el mundo va a mayor velocidad que tú y necesitas parar ese camión, es muy sencillo: hazlo.

Creo que vivimos más pensando en qué piensan los demás de nosotros mismos, que en observar qué quiero realmente yo mismo, la lucha individual por ser aceptados y reconocidos es demasiado desgastante. Con los años, se va entendiendo que lo más importante es lo que tú mismo piensas de ti, pero debo reconocer que el tema demora en ser entendido.

Si vamos de nuevo a la recarga de energía, les doy algo de lo que sí debe hacerse, que veo que funciona y le funciona a otros: duerme bien, haz una rutina de sueño que te permita dormir al menos 6 a 7 horas diarias, haz deporte, no procrastines las decisiones de tu salud y escucha tus emociones. Si tienes rabia, siéntela, si es tristeza, llora, y ojalá sea alegría, para que celebres.

Si escuchas tus emociones, vas a escuchar las de los demás, vas a entender de manera genuina e inteligente qué pasa en tu entorno.

Algo vital que hay que hacer para recargarse de energía es no dejar drenarse de la que ya tienes. En otras palabras, si alguien roba tu energía, tus ganas, tu alegría, hazte un favor y suelta eso. Bien decía mi abuela: “lo que no sirve que no estorbe”. Así, rodéate de gente y de cosas que te recarguen, no que te aspiren la vibra. Y, por favor, vuélvete un facilitador de buenas ondas.

Recuerda al gran Gabriel García Márquez cuando dijo: “No llores por que se acabó, sonríe porque sucedió”.