EDUARDO SANTOSNacio en Bogotá el 26 de Octubre de 1888, murió en esta misma ciudad en 1974. Propietario y director del diario El Tiempo, fue por varios períodos representante a la Cámara y Senado.Fue ministro de Olaya Herrera y luego ganó las elecciones y ejerció como presidente de 1938 a 1942. Declaró la neutralidad del país durante la Segunda Guerra Mundial.Como ex presidente se convirtió en una especie de conciencia nacional a través de los editoriales del Tiempo.ENTRE LOS TOPICOS de doble lazo que idolatra la historia simplista de Colombia, uno de los más socorridos es el que presenta a Eduardo Santos (Bogotá,1888-1974) y Alfonso López Pumarejo como parte de un indisoluble dúo de antagonistas: Santos versus López.Varios que los conocieron de cerca, como Alberto Lleras, Juan Lozano y Lozano, Abelardo Forero Benavides y Alfonso López Michelsen, han intentado desmontar, sin éxito, este lugar común. Todos ellos parecen estar de acuerdo en que los dos grandes caudillos liberales =los mayores del siglo en su partido= se admiraban mutuamente y no existía entre ellos una insuperable talanquera ideológica, sino una importante diferencia de talantes y personalidades.Medio siglo de perspectiva histórica nos permite decir que de ambos se han dicho y escrito infinidad de mentiras trilladas y que las verdaderas ideas y características de Santos probablemente encajan sin rechinar en el catálogo que se acepta como supuesto ideario de López.Lozano alcanzó a escribir en 1935 que Santos sería un mal presidente por su "anímula blándula, vágula, trémula ". Otros lo consideraban timorato en sus acciones, frente al arrojo de las iniciativas de López. Algunos más sugirieron que era políticamente "retardatario ".Nada de eso era Santos. Lo demuestran sus actos y sus escritos. Fue un firme Ministro de Gobierno de Olaya Herrera y ejerció el poder con delicadeza pero con autoridad ("suaviter en modo, fortiter in re") durante su cuatrienio (1938-1942). Creyó con audacia casi azarosa en los jóvenes. No es de timoratos vincular de cerca a los mandos de El Tiempo a tres estudiantes menores de 21 años y conferirles responsabilidades importantes.Pero, sobre todo, no fue retardatario. Por el contrario. Difícilmente existe un presidente más sensible que él ante el problema social y más explícito en defensa de la soberanía nacional. No es posible leer en la gran prensa colombiana páginas más contundentes contra el imperialismo que las que escribió Santos. Hoy, ante la vigencia de un macartismo de jet set imperceptible y cobardón, se consideraría peligroso y atrevido referirse, como él lo hizo, a "la herida sangrante que las hazañas del imperialismo yanqui han abierto en el alma de (Latinoamérica)".Además, sería tomado por izquierdista sospechoso si se repasaran su defensa del petróleo nacional, de la educación pública o de la separación tajante que debe existir entre la cosa pública y los negocios privados. Este último tema revela a Santos como propiciador de lo que ahora se considera indispensable garantía de la transparencia democrática y la anticorrupción: la formación de funcionarios públicos que no gobiernen en calidad de préstamo de la industria o del sector privado. En este sentido Santos habría sido adversario del alegre neoliberalismo que desdeña lo público y favorece lo particular.Su más perdurable obra fue El Tiempo, al que siempre miró como empresa espiritual y no económica. (Seguramente Santos no habría estado de acuerdo con la expansión a otros medios que ha registrado el periódico en los últimos años.) Durante lustros se dijo que desde allí Santos había logrado inyectar a la Nación su espíritu republicano de transacción moderación y tolerancia. Que Colombia, en fin, era 'santista'. A juzgar por el sectarismo, la crispación y los odios que ahora imperan, hay que aceptar que, 25 años después de su muerte, el país le ha vuelto la espalda a este hombre solitario y distante que, quizá más que nadie ayudó a modelar la opinión pública colombiana durante el siglo XX.