EL VIERNES 24 DE ENERO SUYOSHI MOKUDA, vicepresidente adjunto de operaciones de la Mazda, se encontraba en el restaurante Hatsuhana, localizado al norte de Bogotá, en una comida de negocios. A las 9:30 de la noche el ejecutivo japonés recordó que había dejado en su oficina las llaves del apartamento. Como era un poco tarde y tenía que atravesar media ciudad para llegar a su sitio de trabajo, decidió abandonar la reunión. A las 9:45 p.m. abordó su automóvil, un Mazda 626 LX, tomó la calle 92 en busca de la carrera séptima y luego se dirigió hacia el sur de la ciudad.A las 10:00 p.m. uno de los porteros de las oficinas atendió el llamado de Mokuda y después de un breve saludo el ejecutivo subió a su oficina. Cinco minutos más tarde regresó a su vehículo y se dirigió hacia el norte de la ciudad. A esa misma hora, una patrulla de Policía adscrita a la Estación Sexta, recorría la carrera séptima hacia el norte. En su interior viajaban dos policías y un civil. A la altura de la calle 53, el agente Luis Hernando Sánchez Alba, quien iba de conductor, estacionó la patrulla a un lado de la vía y junto con su compañero montó un retén móvil para realizar un operativo de requisas a los automovilistas que en ese momento circulaban por esa vía. El civil que los acompañaba permanecía en el interior de la patrulla.A las 10:20 p.m. los agentes todavía permanecían en el lugar y a pesar del escaso tráfico que a esa hora circulaba por la carrera séptima, los uniformados mantenían montado el retén móvil. Cinco minutos más tarde, Mokuda fue sorprendido por el retén y ante las señales de pare que le hizo uno de los agentes, detuvo la marcha de su vehículo. Lo que nunca imaginó el ejecutivo de la Mazda era que una operación de rutina que a diario se realiza en una ciudad golpeada por la inseguridad, terminaría en un episodio que 15 días después acabaría con su vida.Los agentes abordaron a Mokuda, lo hicieron descender del auto y le solicitaron que presentara sus documentos. Como su español era muy precario, a pesar de que hacía dos años vivía en Colombia, su comunicación con los agentes de la Policía fue a punta de señas. Hasta ese momento la requisa se desarrollaba dentro de la normalidad. Sin embargo, unos segundos después, las cosas cambiaron. Cuando los agentes revisaban la documentación, el civil que se encontraba en la patrulla descendió y se dirigió al sitio en que se hallaban reunidos los policías con el ejecutivo. Ante la presencia del extraño, Mokuda reaccionó y trató de ingresar a su carro, pero no tuvo tiempo. Los agentes sacaron sus armas de dotación y lo encañonaron. Luego lo obligaron a abordar el automóvil en la parte de atrás, y el civil, posteriomente identificado como Roberto Calderón Martínez, ocupó el asiento del conductor. Lo que ocurrió después todavía no es claro para las autoridades. Hay dos versiones sobre los hechos.La primera es que los policías y el civil eran unos asaltantes y cuando se disponían a partir con Mokuda de rehén, éste se les enfrentó para tratar de huir y en el forcejeo el agente Luis Hernando Sánchez Alba disparó su arma en cuatro oportunidades contra el ejecutivo japonés, ocasionándole heridas mortales. De inmediato partieron con su víctima a bordo del vehículo rumbo al norte de la ciudad. En el Mazda viajaban el uniformado Sánchez Alba y el civil Roberto Calderón, quienes eran escoltados en la patrulla por el policía Jesús Oswaldo Ruiz Benavides. Tomaron la carretera al norte y a la altura de la calle 200, a unos metros de la subestación eléctrica de Torca, descendieron del vehículo, bajaron a Mokuda y lo arrojaron a un lado de la vía. Luego el civil continuó en el Mazda y los agentes regresaron en la patrulla en busca de la Estación Sexta, localizada al sur de Bogotá.Si los hechos ocurrieron así, los investigadores no descartan que los agentes y el civil tuvieran la misión de secuestrar al ejecutivo de la Mazda. Pero como el plan fracasó, tuvieron que cambiar de estrategia y antes de ser descubiertos decidieron deshacerse del herido.La otra hipótesis que barajan los investigadores es que la intención de los agentes de la Policía era robar el vehículo de Mokuda y luego asesinarlo en algún lugar de la ciudad. Por eso no se descarta que una vez que intimidaron a su víctima, decidieron partir hacia un paraje desolado y cuando se encontraron seguros detuvieron la marcha del Mazda, bajaron al japonés del carro y antes de emprender la huida dicidieron matarlo. El resto del plan se mantuvo al pie de la letra. El civil continuaba en el carro robado y ellos regresarían a su base en la Estación Sexta donde reportarían patrullaje sin novedad.CON LAS MANOS EN LA MASA Pero con lo que no contaron los agentes fue que en su regreso hacia la Estación Sexta las cosas no salieron como lo habían pensado. A las 11:20 p.m., unos minutos después de que los agentes habían abandonado a Mokuda en la calle 200 con carrera séptima, una patrulla de la Policía que cumplía un recorrido desde el municipio de La Caro hasta Usaquén, encontró el cuerpo agonizante del ejecutivo. De inmediato los policías lo subieron a la patrulla y se dirigieron al hospital Simón Bolívar, que era el centro hospitalario más cercano al lugar donde se encontraban. Tanto en la patrulla como en el pabellón de urgencias, Mokuda sólo pronunciaba una palabra: "Mazda, Mazda", la única palabra que había aprendido desde que llegó a Colombia hace dos años para ocupar uno de los principales cargos en esta empresa automotriz .Se adaptó con no poca facilidad en un país que le ofreció un modo de vida muy diferente al suyo y que de paso le dio la oportunidad de cumplir un sueño: jugar golf una vez por semana en un club de la ciudad. Un deporte que en su país sólo lo pueden practicar los millonarios, pues su práctica diaria requiere siempre tener 1.500 dólares en el bolsillo. Cuando los médicos del Simón Bolívar lo atendieron, encontraron en uno de los bolsillos del pantalón los documentos de identificación y de inmediato se comunicaron con la embajada del Japón.Mientras Mokuda era intervenido en la sala de cirugía para tratar de salvar su vida -presentaba cuatro tiros: uno en el abdomen, otro en el tórax, uno más en el hombro izquierdo y un cuarto en la pierna derecha- los agentes Luis Hernando Sánchez Alba y Jesús Oswaldo Ruiz se dirigían por la carrera séptima con dirección sur. En ese momento los agentes que encontraron a Mokuda ya habían informado por radio a las estaciones de Policía del hecho que había ocurrido en la calle 200 con carrera séptima. A esa hora, una patrulla de la Estación 40 de Policía hacía su recorrido de turno cuando uno de los agentes alcanzó a divisar una patrulla, que no correspondía a esa jurisdicción, y que se dirigía a toda velocidad con dirección sur. El hecho llamó la atención del agente, quien de inmediato se comunicó por radio a la central y pidió que se le informara cuál era la misión que cumplía esa patrulla que correspondía a la Estación Sexta localizada en el sur de la ciudad. El reporte entregado por la central señaló que ninguna de las estaciones había solicitado apoyo para realizar un operativo y que la orden era que cada estación atendiera su zona. Con esta información, el agente decidió interceptar a sus colegas para indagar el por qué se encontraban en una zona que no era de su jurisdicción. A las 12:05. a.m. los agentes de la Estación 40 abordaron a los agentes Sánchez Alba y Ruiz Benavides para que explicaran- cuál era la misión que supuestamente estaban cumpliendo. Sus explicaciones sólo les sirvieron para llevarlos directamente a uno de los calabozos de la Dijin. Lo único que atinaron a responder fue que se encontraban en una "diligencia personal" y que por ese motivo habían abandonado su puesto de vigilancia. Mientras los agentes trataban de tejer una coartada que los pusiera a salvo de este impasse, en el hospital Simón Bolívar se llevaba a cabo una reunión extraordinaria de alto nivel entre tres representantes dela embajada de Japón, 15 ejecutivos de la Mazda y el director de la Policía Metropolitana, brigadier general Guillermo León Diettes, quien fue sacado de su cama para que se pusiera al frente de un caso que había sido analizado por sus subalternos y quienes llegaron a la conslusión de que se trataba de un asunto muy delicado que requería la presencia de su máximo jefe.El general Diettes, un viejo zorro de la Policía, trataba de atar cabos para buscar una explicación de lo que posiblemente había ocurrido con el ejecutivo de la Mazda. Mientras trataba de armar el rompecabezas le informaron de la detención de los dos agentes. Su olfato de sabueso le permitió encontrar una salida del callejón en que se encontraba y ordenó que se realizara un interrogatorio y que se practicaran las pruebas de guantelete a los dos agentes con el fin de buscar una pista.Las órdenes del general se cumplieron al pie de la letra. Unas horas después los resultados estaban sobre su escritorio. La prueba de guantelete que se le hizo al agente Luis Hernando Sánchez Alba fue positiva y se comprobó que su arma de dotación había sido disparada recientemente por las partículas de pólvora que se encontraron en ella. El interrogatorio que rindieron los dos policías presentaba serias contradicciones y ninguno de ellos pudo explicar por qué se encontrban la noche del 24 de enero en el norte de la ciudad. Sin embargo, no se podía inculpar en forma directa a los dos agentes del intento de homicido de Mokuda, porque se necesitaban pruebas más contundentes y que sólo se podían lograr si los médicos lograban extraer una de las balas del cuerpo de Mokuda para realizar un análisis balístico que permitiera certificar si esos proyectiles correspondían a los mismos que utilizan los miembros de la Policía Nacional.La prueba balística no se pudo realizar pues durante la intervención del ejecutivo de la Mazda los médicos no lograron extraer ninguna de las cuatro balas. había que esperar. Sólo existían dos alternativas: la primera era que en una segunda intervención los médicos lograran su objetivo. La segunda -la más terrible- que Mokuda muriera y que en la autopsia el médico legista aportara prueba definitiva.La intervención que hicieron los médicos del Hospital Simón Bolívar a la media noche del 24 de enero dio una luz de esperanza para salvar la vida de Suyoshi Mokuda. A pesar de ser un hospital del Estado, que no contaba con el equipo necesario para la urgencia que se tenía, los cirujanos lograron salir adelante. Sin embargo, los galenos determinaron que era necesario trasladar al paciente a un centro hospitalario más moderno y con especialistas más experimentados. Si bien habían ganado la primera batalla contra la muerte, todavía faltaba mucho camino por recorrer para lograr el éxito que todos esperaban. El 26 de enero, Mokuda fue trasladado en una ambulancia a la Fundación Santa Fe de Bpogotá, donde se le practicaron varias operaciones para salvarle su vida. Pero sus heridas eran aparentemente mortales y para los médicos sólo un milagro podía salvar su vida.Mientras tanto, los agentes Luis Hernando Sánchez Alba y Jesús Oswaldo Ruíz Benavides permanecían detenidos en las dependencias de la Dijin a la espera de que un grupo de investigadores determinara si tenían vinculación con el atentado al ejecutivo de la Mazda. Se hizo un detallado seguimiento de sus vidas, de los amigos que frecuentaban y una investigación de supatrimonio. Esa investigación llevó a los detectives a una pista determinante: los dos agentes tenían relación con dos personas que eran requeridas por las autoridades por robo a mano armada y por un crimen que se cometió por el hurto de un vehículo. A pesar de esas pruebas, todavía faltaba la más importante: el análisis de balística que permitiera vincularlos directamente al caso Mokuda.Infortunadamente el ejecutivo de Mazda murió en la Fundación Santa Fe de Bogotá el 10 de febrero, a consecuencia de una deficiencia respiratoria. Ese hecho condujo a que la prueba definitiva saliera a flote. Cuando se pudieron extraer los proyectiles de su cadáver, se pudo determinar que los responsables de su muerte eran los policías Sánchez Alba y Ruiz Benavides, que aquella noche del 24 de enero lo interceptaron en la carrera séptima con calle 53. El asesinato a manos de dos policías no sólo colocó en la picota públlca a una institución armada, sino que desencadenó una ola de indignación en Japón que llevó al Gobierno de ese país a expedir una serie de medidas encaminadas a restringir la visita de inversionistas nipones a Colombia. Una reglamentación que no es la primera vez que se aplica . En la época del narcoterrorismo, los extranjeros que visitaban estas tierras eran considerados aventureros yhéroes sin causa. COLOMBIA ¿UN ALTO RIESGO? EL CRIMEN DEL VICEPRESIDENte de la Mazda, Suyoshi Mokuda, representa una nueva estrella negra para Colombia ante los inversionistas del mundo. Hay quienes aseguran que el hecho espantará, al menos por un tiempo, no sólo a los japoneses sino a los inversionistas del resto del mundo. Porque este no es el único suceso que tiene como víctimas a integrantes de colonias foráneas, aunque sea el primero que involucra como victimarios a miembros de las Fuerzas Armadas.El homicidio reforzó las recomendaciones de las embajadas extranjeras en el sentido de que Colombia encierra un alto riesgo. En diciembre pasado, dos ingenieros japoneses al servicio de la Toshiba fueron secuestrados por integrantes de la Coordinadora Guerrillera en Antioquia. Y ese hecho ya había creado un clima de tensión en las relaciones colombo-japonesas.El de Mokuda es el caso más sonado en la actualidad. Pero no es el más importante contra un extranjero en la historia reciente del país. Porque todos recuerdan el secuestro y asesinato del norteamericano Chester Allan Bitterman, del Instituto Linguístico de Verano, ejecutado después de un juicio "popular" realizado por el M- 19 en 1980. Y los plagios de Donald Cooper, Richard Starr, Kenneth Bishop y Bruce Olson, que recogen todos los organismos especializados de información sobre los riesgos de inversión en Colombia, un territorio donde el año pasado ocurrieron cuatro secuestros diarios.Una de esas entidades, la Control Risks Information Services Limite, afirma que, bajo los auspicios de las embajadas y las cámaras de comercio binacionales, varios grupos de extranjeros combinan sus operaciones de inteligencia y seguridad. Y dice que en Colombia la colonia japonesa trabaja a través de un subcomité de seguridad que sostiene reuniones periódicas con el personal de la embajada de ese país. Muchas firmas japonesas tienden a no emplear jefes de seguridad desconocidos y rotan la responsabilidad entre los ejecutivos más altos. En cambio las norteamericanas tienen un enlace muy cercano con el oficial local de seguridad y con el agregado legal (del FBI) en la embajada de Estados Unidos.Las compañías norteamericanas son fuertemente advertidas para que consideren que la presencia de sus ciudadanos causa muchos inconvenientes ya "que el antinorteamericanismo latente en muchos sectores de la sociedad colombiana puede ser una fuerte desventaja en los esfuerzos para establecer buenas relaciones locales". Un ejemplo trágico de falta de esta regla fue el caso de un ejecutivo norteamericano que llegó al aeropuerto de Bogotá por primera vez, no logró hacerse con el empleado local que lo esperaba, y presumiblemente tomó un taxi "falso". Su cuerpo fue encontrado con heridas de bala en Bogotá, dos días más tarde, y las circunstancias de su asesinato permanecen en el misterio.La Cris asegura también que los grupos subversivos acuden a dos clases de ataques contra los extranjeros: uno de tipo propagandístico, como el cometido contra la embajada norteamericana en marzo de 1988 en respuesta a acciones de Estados Unidos en Centroamérica. En esos casos las bajas son mínimas. El segundo tipo intenta perjudicar las operaciones de un objetivo específico, como el carrobomba del 5 de febrero de 1988 contra la Occidental. Aquí las cifras de víctimas suelen ser numerosas.Cosas como estas ocurren, sin embargo, hasta en las mejores familias. Iwao Matsuda, presidente de la Universidad Chukyo de Nagoya, fue asesinado el pasado miércoles en Boston, Estados Unidos, en el cuarto del Hotel Westin. Un hombre enmascarado entró en su cuarto y le dio muerte. La reacción de la prensa japonesa fue inmediata: ."Para nosotros ya es claro hasta qué punto es peligroso viajar a Estados Unidos. Los japoneses lo tomarán como un ejemplo más". El hecho se produjo en un momento especialmente sensible en las relaciones entre los dos países, poco después del viaje de Bush a Tokio.Otro ejemplo que lleva a concluir que si por allá llueve por acá no escampa. Y que con inseguridad no hay apertura que valga para atraer el capital extranjero.Extranjeros secuestrados 1975: Donald Cooper: Sears Roebuck, comercio, EE.UU., Bogotá. M-19.197677:Guss Curtiss. Beatrice Foods, EE.UU.,Bogotá.M-19.1977: Giuseppe Mondini, Banco Frances e Italiano. italiano, Bogotá. Farc.197780: Richard Starr. Cuerpos de Paz, EE.UU., zona rural, Farc.1980 Telery y Owen Jones, hacendados, británicos. Cesar, Farc. Chase Bubbard, hacendado. EE.UU. Urabá, Farc. Chester A. Bitterman. ILV, EE.UU., M-19.1982: Antonio Brindici. italiano, Farc.1983: Katharine Woods Kirby y Rusell Martin Stimber. EE.UU., Meta, Farc. Jacques Kegiarou. francés. Córdoba, EPL. Kenneth Bishop, Texaco,EE.UU., Bogotá. ORP. 198485: Bernard Schultz, Mannesmann, petróleo, alemán, Arauca, ELN. Paul Dye y otros dos. iglesia, EE.UU., Guaviare. Farc. Richard Stewart, Tenneco, EE.UU., PRT. 198586: Ed Sohl. John Geddes, Betchtel- Fluor.EE.UU., zona rural. ELN.1986: Ronald Rosenberg. comerciante, británico, Valle, M-19. Hans Fishborn, Colexcon, petróleo, alemán, Arauca, ELN, Peter Vrenken, Mannesmann. petróleo, holandés, Arauca, ELN. Peter Gruster, Occidental, petróleo, holandés. Arauca,ELN.198687: Francoise-Xavier Thiriez. DMC, francés, Medellín. EPL. Rick Paulsen. Oxy, canadiense, Arauca, ELN.198788:Jason McLachlan, Stephen Konemam, Caquetá, Farc.1988: Hugo Bolhis. Han Meertens, Holanda Col. químicos, Bogotá, M-19, Serge Ferraresi, Vevey, suizo, crimen, común. Jake Gambini, General Piper Service, petróleo, EE.UU., Santander, ELN. Gerard Fras, SAE, francés, Boyacá, ¿ELN? Bruce Olson, antropólogo, noruego, Norsantander, ELN.1989: Roy Liwwy, Richard Grover, religioso, EE.UU., Cauca, crimen común. Tres ingenieros, Braspetro, brasileños, Santander, ELN. Mario Accurso, Roberto Roascio, Torno, constructores, Italia.1989: Francisco Tullo. Cubiertas, constructor, español, Antioquia.1991: John Bagby. Bob Hogan y Gary Sams ingenieros, EE.UU., Catatumbo, Norte de Santander, ELN. Akiyosi Nakayama y Toshybiro Konishi ingenieros, Toshiba, Japón, Antioquia, CNG. Bill Ltions Adenauer, ingeniero de minas, EE.UU., Farc.