Hoy, lo importante no es producir sino vender. Las grandes utilidades de la globalización se están quedando en las manos de los que transportan, almacenan, aseguran y comercializan los bienes. Y los puertos son una pieza clave en la conformación de estas cadenas logísticas de valor alrededor de las cuales gira el 80 por ciento del comercio mundial. El Puerto de Cartagena es una de las experiencias más exitosas en esa apuesta por la competitividad global. Desde 1993 la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena viene desarrollando un plan de modernización que fue refrendado durante mi administración con una extensión del plazo necesaria para ubicarse a la vanguardia de los puertos competitivos de América Latina, donde efectivamente se encuentra hoy. Gracias a esa hoja de ruta, el 47 por ciento de la carga nacional pasa por sus instalaciones. En 2007 construyó su terminal de contenedores y más tarde abrió las puertas a los cruceros turísticos, tan solo el año pasado llegaron más de medio millón de turistas al país. Una de las razones por las que el puerto ha sido considerado como el mejor del Gran Caribe durante nueve oportunidades. Lea también: Cartagena, la puerta de exportación del café colombiano Lamentablemente, este esfuerzo y el de otros puertos de similar importancia en la región, se está viendo amenazado por los pasos que están dando las navieras que, como en la Edad Media, han quedado reducidas a tres o cuatro titanes del mar. No contentas con manejar la carga mundial, también quieren ser dueñas y señoras de los puertos. Los están comprando e integrando a sus negocios. El precio de esta codiciosa ambición es alto, si se tiene en cuenta sus exigencias para el descargue rápido de buques, cada vez más grandes. Para poder competir, muchos puertos han tenido que realizar cuantiosas inversiones en muelles, patios, zonas de descargue y grúas. Los de Estados Unidos, por ejemplo, han invertido en este empeño más de 46.000 millones de dólares en los últimos años, mientras que los del Caribe se han rezagado en esta carrera angustiosa. Algunos, incluso, corren el riesgo de dejar de ser puertos de trasbordo global para convertirse en simples alimentadores de carga regional. El típico juego de la globalización de pocos ganadores y muchos perdedores. El Puerto de Cartagena no ha sido la excepción. La indecisión de ciertas autoridades sobre programas vitales para la rápida modernización de las instalaciones no contribuye a la carrera que libra el Grupo Puerto de Cartagena por mantenerse en la pelea de la competitividad. Por fortuna, parece que el nuevo gobierno ha entendido que su papel no es poner sino quitar trabas al heroico esfuerzo del Puerto de Cartagena por mantenerse en las grandes ligas de los mejores puertos del mundo. Ojalá así sea.  * Expresidente de Colombia.