Las tasas de interés negativas se han convertido para muchos bancos en la nueva normalidad. Como consecuencia de la crisis de los años 2008-2009, los bancos centrales de Suecia, Suiza, Japón y Dinamarca, así como el Banco Central Europeo, quisieron, a través de esta medida, reactivar sus economías, terriblemente apaleadas en su momento. Una tasa de interés negativa, en efecto, incentiva el consumo, la inversión productiva, contribuye a la creación de empleo y, por ende, puede llegar a fortalecer el tejido empresarial. Sin embargo, este tipo de políticas no pueden eternizarse. Si bien puede eventualmente generar efectos positivos, también trae consigo efectos colaterales como el exceso de deuda. Desde la anterior crisis se han estado perpetuando y esto, sencillamente, con el pasar del tiempo, no es posible. Lea también: Colombia amplió el cierre de fronteras hasta el 16 de enero Tal como lo he advertido en columnas anteriores, la crisis de deuda que amenaza el mundo en el periodo pospandemia tendrá unas consecuencias graves en el sistema monetario mundial, que ya en el pasado había afrontado coyunturas similares generando, en su momento, cambios radicales. En menos de dos siglos, pasamos del patrón oro al del dólar, para luego tener otras monedas competidoras como lo son ahora el euro y el renminbi. Hasta la Primera Guerra Mundial, la moneda de referencia en el mundo fue la Libra Esterlina, de allí también la importancia de la casi obsoleta Libor (Tasa de Oferta Interbancaria de Londres). Luego de la Segunda Guerra Mundial, el dólar se posicionó, convirtiendo a los Estados Unidos en el mayor prestamista en el planeta. Ahora que estamos afrontando una pandemia, cuyos efectos devastadores solo pueden asemejarse a los de una guerra (si no es que sí lo fue, porque para muchos aún no queda claro el origen del virus), nos encontramos frente a una reorganización del mundo, al igual que luego de la primera y la segunda grandes guerras. El sistema monetario internacional una vez más afrontará cambios, a los cuales se les suman otras variables, que deben ser tenidas en cuenta, como la geopolítica y el fin del multilateralismo.  Le puede interesar: Primeras 100.000 vacunas para la covid-19 llegarán a Medellín en marzo China, en su reciente plan quinquenal, una estrategia inteligentemente heredada de los rusos, planea que el Big Data, la Inteligencia Artificial y, en general, ocupar espacios en materia tecnológica, hasta ahora liderados por Estados Unidos, sean el pilar de los años venideros. También, poco a poco se han ido convirtiendo en los más grandes banqueros mundiales. Tan solo en América Latina, Argentina, Ecuador, Brasil, Bolivia y Venezuela le deben cantidades que, sumadas, son superiores al PIB de Ecuador. La deuda de varios países africanos con China, como resultado de años y años de crédito fácil con Beijing, hacen que esta sea hoy prácticamente impagable. ¿Quién se está convirtiendo ahora en el nuevo banquero del mundo? De otro lado, China es el mayor tenedor soberano de deuda pública estadounidense, pues tiene actualmente 1,12 billones de dólares en bonos del Tesoro de ese país .  Así las cosas, ¿dónde está el papel de Europa y Rusia en esta reconfiguración del escenario internacional? El mundo siempre ha tomado el camino de escoger una única moneda, por lo que me pregunto: ¿será entonces el renminbi el reemplazo del dólar? Le recomendamos leer: Donaciones para vacuna contra la covid-19 en Colombia serán únicamente en dinero Un nuevo sistema monetario internacional, en mi concepto, debe estar integrado por los distintos actores, en los cuales todos sean partícipes y salgan ganando. El gran desacoplamiento que observamos en 2019, entre otros efectos ocasionados por la guerra comercial protagonizada por China y Estados Unidos, lo único que hizo fue empobrecer el mundo.  El nuevo sistema monetario internacional debe ser digital y supranacional. No debe ser liderado por un Banco Central, como lo ha sido tantos años por la FED. A pesar de que los bancos centrales, en buena parte de los casos, son entes independientes, no pueden evitar verse permeados por el acontecer político de sus países.  Política y economía pueden ser, en ocasiones, una combinación explosiva. Si de liderazgo se trata, creo que la Organización de Naciones Unidas debe tomar la vocería para ser el capitán de este cambio que se aproxima, procurando que sea lo más equitativo posible para todas las naciones del mundo. El FMI, hace más de 50 años, intentó generar una moneda mundial sin éxito. Dar un impulso a esta idea de nuevo, teniendo en cuenta las actuales circunstancias, sea quizá la mejor salida, en este mundo en el que impera la incertidumbre. Lea a continuación: Costo de la nueva cédula digital y cómo tramitarla Hasta ahora, tenemos la certeza de cinco vacunas, pero esa no es la solución a todos nuestros problemas, como bien lo empiezan a percibir los mercados, que luego de una oleada de verdes empiezan a exponer nuevamente rojos. Las preocupaciones deben ir más allá.