"Mirarnos con nuestros propios ojos" es la consigna de Telesur, el canal regional que nació esta semana con dinero de los gobiernos de Venezuela, Argentina, Uruguay y Cuba.Este proyecto, importante por su estructura periodística, entra a conformar el gran grupo de canales oficiales y de gobierno que andan por el mundo declarando independencia, pero recurriendo a la propaganda y a la persuasión política de masas.La bien diseñada campaña de expectativa de Telesur (y en particular tres imágenes donde se muestra a Tirofijo como modelo, protestas ciudadanas en Colombia contra los militares y una mujer cantando "eta, eta, eta") despierta la curiosidad del público, pero, a la vez, intranquiliza debido a la sesgada orientación política.Estas infortunadas imágenes de prueba y promoción, dos en explícita referencia a la situación colombiana, dejan clara la orientación de Telesur, la agudeza para captar las realidades de nuestros países y la consideración tácita con los problemas de los países socios. ¿En Venezuela, quizá, no se repiten las mismas protestas ciudadanas contra el gobierno y contra los militares? Y, ¿cómo es todo esto en Argentina?Si este proyecto periodístico es incluyente, no se limitará a ver la paja del ojo ajeno y la viga en el propio. La necesidad de liberar a la opinión pública latinoamericana del poderío informativo de Estados Unidos no debe servir de pretexto para convalidar la independencia de Telesur y, menos, para convencer a la gente de que es mejor, porque sí, la televisión de izquierda que la televisión de derecha, o que Tirofijo es un patriota y los líderes de derecha unos tiranos. La cobertura y la penetración noticiosa y publicitaria de Estados Unidos reacciona ante el control de audiencias por corrientes distintas, y más si éstas atacan sus políticas. Por tanto, la posibilidad de bloquear la señal de este canal, por lo menos para las más decisivas audiencias, no extrañaría. El potencial tecnológico de esta poderosa nación en esta materia, que se sepa, es insuperable.Telesur no es, por lo visto, el canal de la gente, y sí el de los gobiernos de turno, que juntaron 10 millones de dólares para salir al aire. Sus fines entrañan intenciones políticas y están empapados de revanchismo. Aquel precepto sobreentendido del servicio público que han de presentar los medios masivos de comunicación se desfasa, y pasa a convertirse en un "servirse del público", para mantener unos intereses concentrados en el manejo de una línea doctrinaria. Dicen los creadores que se trata de "una iniciativa en contra del imperialismo cultural y en contra del imperialismo en cualquiera de sus expresiones". Pero, esta pobre justificación levanta más sospechas. ¿No será una simple estrategia política donde la audiencia de estos países cambia de dueño? El imperialismo informativo y la propaganda informativa causan los mismos daños en la opinión pública. Hoy, el influjo totalitario de los medios de comunicación estadounidenses en el mundo resultan evidentes. Sus estructuras informativas distorsionan nuestras realidades, pero esto no será corregido o balanceado con proyectos de orden oficial, gubernamental o político. Está bien que Telesur se consolide. Pero no de la mano de los caudillos de turno. Además, debe responder a las verdaderas demandas de un público que busca orientación y no anquilosamiento en su visión de la realidad. Así, el único cambio sería ése: el de dueño.Un error que sepultaría el proyecto es utilizarlo como medio y arma de propaganda, canal de entretenimiento o simple caja de resonancia de lo que mandan decir y mostrar. Telesur debe abrir espacios nuevos que permitan conocer más nuestras realidades, problemas y desafíos en esta región del mundo. El éxito dependerá del equilibrio informativo, de su variada oferta y del respeto por las audiencias. Así podremos "mirarnos con nuestros propios ojos".* Decano de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de La Sabana. Presidente del Círculo de Periodista de Bogotá, CPB