Ibaen un taxi escuchando Amor Prohibido de Tito Cortés -para quien no estáfamiliarizado con esta canción magnífica le sugiero consultar este link: http://www.youtube.com/watch?v=9Q9ALrznacc-, una feliz coincidenciaporque en esos días redactaba este blog sobre lutos. Y los duelos ante laspérdidas no son solo amores desdeñados. Tampoco son frivolidades. Siempre se estáavocado a confrontar adversidades: desde la juventud y la salud que se van, hastadesgracias de todo tipo, ataques terroristas, guerras, terremotos, un tsunami,en fin, toda clase de eventos desdichados. Sucesos que sorprenden ydesorientan. Acontecimientos que nadie quisiera padecer, pero que no se puedenevitar. Así es el infortunio.

Sin embargo,la mayoría se recupera de las experiencias traumáticas. Hasta el punto quealguna vez, en una entrevista radial, alguien me preguntó cuál era laimportancia de las implicaciones psicológicas de las pérdidas cuando larealidad concreta era tan apremiante, por qué preocuparse por sentimentalismos.En la actualidad hay gran interés en descubrir maneras de hacer gente mástolerante a las vicisitudes, en especial en colegios y universidades, en lasfuerzas armadas y en el mundo corporativo. Así que se busca la fisiología de laadaptación a la tozudez de los hechos, la clave genética y los neurotransmisoresque intervienen en el estoicismo, tratando de construir programas que vacunencontra la desgracia, incluso desarrollar pruebas de laboratorio paraidentificar a quienes serían más vulnerables y eventualmente, drogas que promuevanla capacidad de afrontar el duelo. Incluso el ejército de Estados Unidos inicióun proyecto para las tropas y sus familias en pos de sobrellevar mejor losdesenlaces adversos, un programa que cubre a más de un millón de personas, y seconsidera la intervención psicológica más grande en la historia.

Desdeprincipios del siglo XX se estudia la elaboración del duelo, empezando por laspublicaciones de Sigmund Freud. Se trata del proceso psicológico que recuperael afecto y el interés que una vez estuvo ligado a aquello que ya no está, los mecanismosque restauran el equilibrio emocional frente al desastre, la capacidad de asumirlos avatares para regresar a la habitualidad luego de un evento infausto. Es laelasticidad requerida para superar el sufrimiento aprendiendo a partir de laexperiencia, construyendo alternativas y oportunidades para seguir adelante consatisfacción. Aun cuando de todas maneras, no es posible superar la infamia y quedarincólume, como si nada.

Laspersonas tienden a adaptarse, y luego la vida regresa a su curso normal. La mayoríasupera la crisis con solvencia, a cambio de cierta sabiduría y experiencia, talvez hasta desconfianza y escepticismo, pero nada grave que haga imposible lavida en comunidad. Así que la tristeza es normal durante el luto, diferente dela depresión persistente, ya que la mayoría no se queda estática en lamelancolía. Hay una tendencia al equilibrio, verbigracia, entre sobrevivientesal abuso sexual, al once de septiembre en Nueva York, a la epidemia de SARS enHong Kong, a la guerra en Bosnia, a los afectados por el huracán Katrina yseguramente a los damnificados del invierno prolongadísimo en Colombia. Alprincipio son frecuentes las alteraciones del sueño, con ansiedad y memoriastraumáticas intrusivas, pero unos meses después, esos síntomas solo perduran enun diez por ciento de las personas. Además hay otras maneras inconscientes denegociar con la nostalgia, otras estrategias para superar el luto: algunos optanpor la manía -es decir, las percepciones grandiosas de sí mismo, lospensamientos omnipotentes, ríen, parrandean, en fin, conductas que en otrascircunstancias se tomarían como formas malignas del narcisismo-; además hayquienes reprimen los pensamientos negativos y las emociones, actuando como sinada; pero también otros se vuelcan en actividades reparatorias como el heroísmo,el altruismo y otras acciones comunitarias, las prácticas religiosas, porejemplo. Además se confirmó una vez más que los desastres en la infancia dejan secuelasen la personalidad del sobreviviente, como en el caso del personaje de GabrielGarcía Márquez a quien nada importante le sucedió en su vida luego de que sumamá murió cuando tenía ocho años. Así que este problema legítimo deinvestigación plantea el tema arduo de cómo se diferencia una respuesta normalde una anormal, junto con las dificultades enormes de hacer ciencia a partir dela conducta humana.

Entoncesvinieron estudios de imágenes de alta tecnología del funcionamiento cerebral dequienes padecían. Trabajos que además revelaron que la experiencia del doloremocional se acompañaba de la activación de las regiones a donde se procesabael dolor físico. Así que el dolor emocional era tan real, tan orgánico, como elfísico. Estudios que además se acompañaron de la búsqueda de marcadoresgenéticos y de encuestas, partiendo de la base de que hay factores bioquímicos,de conducta y ambientales implicados en el duelo normal y anormal.

Y desdeel ángulo de la fisiología se encontró que ante una amenaza, el hipotálamo -centrocerebral que integra el sistema nervioso con el funcionamiento del cuerpo através de diversas hormonas- generaba una señal de alerta -la hormonaliberadora de corticotropina-, cuyo efecto era preparar el cuerpo para luchar ohuir, elevando la liberación de cortisol en las glándulas suprarrenales. Sinembargo, si el nivel de cortisol persistía alto, lesionaba los órganos, y hayinnumerables enfermedades vinculadas al estrés, que en el caso particular delcerebro afectaba el hipocampo y la amígdala, regiones ligadas a la memoria ylos afectos. Además había una serie de moléculas, como la DHEA –dehidroepiandrosterona-y el neuropéptido Y, que actuaban en contra de las hormonas del estrés, eran protectoras,atenuaban la aflicción.

Auncuando falta mucho por descubrir sobre la bioquímica de la gallardía, en unexperimento con soldados yanquis con niveles elevados de neuropéptido Y,toleraron mejor los ejercicios bajo presión psicológica; rasgo que también serelacionó con un menor riesgo de trastorno por estrés postraumático. Por otraparte, la proteína DeltaFosB protege a los mamíferos, incluso al hombre, del sufrimientoque genera el aislamiento, la soledad, el sentirse amenazado por otro miembro dela misma especie, y funciona activando un grupo de genes para desencadenar lasíntesis de proteínas que moderan la ansiedad; molécula que además se ha encontradomás activa entre los aguerridos, mientras está disminuida entre los deprimidos.Por otro lado, hace poco se creyó que el gen 5HTT estaba en la base de latolerancia a la frustración, que predominaba en quienes parecían tener mayorresistencia a la depresión, hasta el punto que prometía una prueba comercialpara detectarlo y predecir la templanza; sin embargo, pronto vino la desilusión-lo cual es común cuando se intenta atribuir conductas complejas a un solo gen-,hoy se sabe que la psicobiología del arrojo es independiente de este gen.

Asíque una interacción compleja entre neurotransmisores y hormonas es lo quellamamos ansiedad, angustia y estrés, en todo caso, un penar que moviliza aquien la padece, a la vez que, el ascetismo también es un fenómeno bioquímicocomplejo. Entonces, tal como sucede siempre con lo psicosomático, el saltocualitativo de la neurofisiología a la experiencia personal, es enorme.

Y sucedeque, de todas maneras, alrededor del diez por ciento de las personas quedansumidas en la melancolía. La capacidad de elaborar duelos también es unaconducta que se aprende desde la infancia más temprana en relación con lospadres y el medio ambiente, a donde la biografía de cada uno tiene mucho quever con el desarrollo psicológico, con la construcción de la madurez. Ademáslos lutos del presente se elaboran según los pasados, así que la vida adultaparecería ser un constante ensanchar la capacidad de tolerar y negociar con laadversidad, después de todo, el tiempo pasa, las circunstancias cambian,envejecemos, la probabilidad de enfermar aumenta y la única condición paramorir es vivir. Como todo el mundo sabe: una cosa es prepararse para la muertede un ser querido, y otra, vivirlo en la práctica. Además es una meta muy, muy,lejana que la industria farmacológica del porvenir logre desarrollar drogas quefavorezcan la bioquímica de la bizarría y no se ha encontrado una solaestrategia que aumente preventivamente la tolerancia a la adversidad. Solo haytratamiento psicoanalítico para los trastornos del duelo, parafraseando aFreud, para quienes enfermaron recordando.

Así queel infortunio siempre nos asaltará, pero no hay que echarse a la pena por eso.