Y en realidad es que resulta crucial en un momento como el actual, en dónde parece que no hay a quién mirar cuando de tomar buenas decisiones se trata. Particularmente si pensamos que de manera reciente la incertidumbre y la volatilidad definen los rasgos más prominentes del contexto político, económico y social dentro y fuera de nuestro país.  Y no es para menos, tomar decisiones es costoso. Ya sea frente a la crisis de corrupción y de representación que ha afectado la confianza ciudadana en las instituciones, los políticos y los partidos y/o la aparente imposibilidad de domar la suerte, cuándo de inversiones, negocios y transacciones estratégicas se trata. Esto sin contemplar los problemas que genera escoger cursos de acción basados en información de mala calidad o distorsionada por fallas originadas en precarios diseños metodológicos.  Gran parte del trabajo profesional de los politólogos alrededor del mundo, se centra en orientar e informar a las personas y las organizaciones de manera rigurosa y responsable frente a una posible inversión en cualquier área. No sorprende que la palabra “negocio” resulte incomoda para muchas personas que reducen el ejercicio profesional de la ciencia política, al ámbito académico e investigativo.  Lo cierto es que el sector petrolero, minero, bursátil entre otros macro espacios, no se mueven un centímetro sin tener claro qué panorama político-económico lo espera, para contemplar en qué momento es o no viable entrar a conformar un escenario de inversión. De allí que me detenga en resaltar el novedoso negocio de la ciencia política, esa “intelectual” que solo se percibe en campañas políticas o desde la generación de políticas públicas pero que en realidad es una “poderosa” de influencia frente a la toma de decisiones de multimillonarias decisiones.  El próximo 21 de octubre estarán reunidos los asesores más destacados en esta materia.