Al completar 739 dias, 19 horas y 30 minutos de mandato presidencial, el argentino Fernando de la Rúa abandonó por última vez la Casa Rosada en helicóptero, poniendo fin a un gobierno desafortunado desde el principio hasta el final, que comenzó y terminó en llamas.Al cierre de esta edición la asamblea legislativa (la reunión de las dos Cámaras del Congreso) había elegido al senador peronista Ramón Puerta como presidente interino por un término de 48 horas, período durante el cual deberá elegir un presidente provisorio que termine el mandato de De la Rúa, o convocar elecciones presidenciales en un plazo de 90 días. Pero todo el mundo se preguntaba: ¿y mañana qué?Dos dias que conmovieron a la ArgentinaFueron dos días intensos, en los que dos revueltas se juntaron: la del hambre y los saqueos y la de las cacerolas y los celulares.Los saqueos de supermercados, como los que 12 años atrás provocaron la salida de otro gobierno radical, el de Raúl Alfonsín, se iniciaron en el interior desde el fin de semana, pero ese miércoles 19 se apoderaron del gran Buenos Aires. SEMANA presenció uno de esos saqueos. No había pánico, los encargados habían dado permiso a las mujeres para ingresar al local y llevarse todo lo que pudieran. “Soy madre, tengo cinco hijos, no puedo creer que estoy haciendo esto, pero no tengo otra salida”, explicaba una señora cargada con jabón de ropa, panes y leches que se le caían de los brazos. La policía fue reducida a la impotencia. Apostada a lado y lado del supermercado, no reprimía, apenas vigilaba que la ‘distribución’ de alimentos se realizara en orden.Muchos de los grandes supermercados repartieron comida, otros permitieron el ingreso organizado de mujeres, pero los pequeños mercados no fueron tan afortunados. La gente enfurecida agarró barras, levantó persianas y rompió rejas, arrasando con cuanto negocio de coreanos, de carniceros o verduleros, estuvo a su paso, y entrando, igualmente, en negocios de electrodomésticos, de discos, o de lo que se cruzara en el camino.Cacerolas con celularesDurante todo el miércoles De la Rúa se reunió con dirigentes de su partido radical y del peronismo opositor para dar una salida a la crisis. Se hablaba de la renuncia del ministro de Economía, Domingo Cavallo, de un cambio radical en la política económica. Pero una vez más el presidente defraudó. Pronunció un discurso de dos minutos para declarar el estado de sitio, y la gota rebasó el vaso.En una escena que ponía la piel de gallina, se fueron prendiendo todas las luces. Las señoras salieron a los balcones con cacerolas y cucharas. Por todas las avenidas salían hombres y mujeres bien vestidos y peinados, en carro o a pie, con sus celulares en la cintura, que marchaban a la Plaza de Mayo pidiendo la cabeza de Cavallo. El superministro renunció. Se escribían las últimas horas de De la Rúa. Lo abandonaban hasta sus vecinos. Durante todo el jueves se vivió una batalla campal. Las primeras víctimas fatales de ese día cayeron en el simbólico Obelisco y a metros de allí, en la histórica Avenida de Mayo, bajo las jacarandas en flor. “Ahora somos el Bogotá del bogotazo, el Caracas del Caracazo, ¿qué nos ha pasado?”, se preguntaba el periodista Mariano Grondona. De la Rúa hizo un último intento por mantenerse en el poder, llamando al peronismo a la concertación. Pero ya estaba escrito que aquella tarde perdiera su cargo.Las razones Los 14.300.000 pobres, más de un tercio de la población argentina, los 8.260 ciudadanos que cada 24 horas cruzan la línea de la pobreza, son los que llevaron a la tumba a De la Rúa.Con las inversiones huyendo de los países emergentes, una deuda de 132.000 millones de dólares, una economía en recesión y un déficit fiscal inaguantable, la situación se hizo cada vez más insostenible. En un año se ensayó de todo. En diciembre de 2000 fue el blindaje de 40.000 millones de dólares acordado por el FMI. En abril renunció el ministro de Economía José Luis Machinea y volvió Cavallo con una sola idea fija: defender la convertibilidad de la cual había sido padre 10 años antes. En julio Cavallo sacó el megacanje, por el cual se cambiaron títulos de la deuda de vencimiento a corto plazo por otros con vencimiento a un plazo mayor, pero con intereses altísimos. Luego se inventó el déficit cero, una medida que no aplica ningún país, y se bajaron los ingresos de los trabajadores estatales y de los jubilados en un 13 por ciento. Al final Cavallo decidió reestructurar la deuda externa, que tuvo un primer paso exitoso con la renegociación de 55.000 millones de dólares de ahorristas locales, pero que no fue suficiente.En el intervalo, se fugaron 15.000 millones de pesos de depósitos. Los bancos temían por su estabilidad. Las reservas bajaban y se produjo el escenario más temido: el viernes negro, 30 de noviembre, el gobierno impuso una semicongelación de depósitos bancarios. Cavallo cometió el pecado imperdonable de meter la mano en el bolsillo de la clase media y confiscarle sus ahorros. “Los pobres serán siempre pobres, pero esta vez el ajuste cayó sobre la clase media, y eso desató el final”, comentó Claudio Machi, analista político.El último empujón se lo dio el FMI, al negarse a entregar 1.264 millones de dólares correspondientes al préstamo ya acordado, y al declarar públicamente, el martes anterior a los saqueos, que el plan económico argentino no era “sustentable”, invitando directamente a la devaluación.El FMI se quiso lavar las manos, pero los analistas locales no creen que el organismo pueda salir limpio luego de haber puesto a la Argentina como modelo de liberalismo y de haberla dejado en caída libre sin paracaídas. El ajuste politicoPero si los políticos le hicieron el ajuste a la población, ahora la población les empezó a hacer el ajuste a los políticos.Hace 739 días asumía un gobierno votado por 11 millones de personas y que había despertado inmensas esperanzas. Atrás quedaba casi una década de menemismo de las privatizaciones corruptas, en las que Argentina conoció una prosperidad impostada, con un peso atado a un dólar por la ley de convertibilidad diseñada por el también entonces ministro Cavallo.La gente quería a un presidente alejado del show menemista, pero el gobierno no cumplió. No había pasado un año cuando el vicepresidente Carlos ‘Chacho’ Alvarez renunciaba dejando a la Alianza, la coalición electoral que llevó a De la Rúa al poder, sin el apoyo de uno de sus integrantes. Así se llegó a las elecciones del 14 de octubre, en las que el voto bronca les ganó a todos los políticos y el gobierno perdió 5.500.000 millones de votos, la mitad de los que había obtenido dos años antes.Cuando se obligaba al país a los mayores sacrificios, los únicos que no hicieron el ajuste fueron los políticos. Parlamentarios nacionales y provinciales que cobran hasta 50.000 dólares mensuales, una Corte Suprema con jueces amigos de Menem que lo dejaron libre, una justicia que ha dejado impune la corrupción, un sistema de patriarcas peronistas provinciales y de radicales que no saben, no pueden, o no quieren. En lugar de responder a este descontento De la Rúa se encerró en el círculo familiar. Su hijo, Antonio, se convirtió en su consejero de cabecera. Con la legitimidad cuestionada, De la Rúa se fue desgastando, y su estilo cansino, de duda aristocrática, de idas y vueltas, contribuyó al desenlace. Y ahora quien El estigma de la Argentina vuelve a cumplirse: “Desde que el peronismo vio la luz en 1945 ningún gobierno de signo no justicialista elegido por la ciudadanía ha podido concluir su período constitucional”, dice el analista Fernando Laborde. Por ello, Raúl Alfonsín dijo el jueves que era la muerte del partido.Muerto el radicalismo, el turno parece corresponder nuevamente al peronismo, pero las preguntas son más que las respuestas. Al cierre de esta edición la asamblea legislativa (las dos Cámaras reunidas) había aceptado la renuncia de De la Rúa y nombrado al senador peronista Ramón Puerta como presidente provisional por 48 horas.Raúl Kollman, analista político de Azul Televisión, compartió con SEMANA su opinión: “La asamblea tiene que decidir si nombra un presidente provisional que termine el mandato en 2003, o si nombra un presidente provisional y convoca elecciones en 90 días. La alternativa de que complete el mandato tiene la desventaja de que es un gobierno no ratificado por el voto. La variante de ir a elecciones plantea la incógnita de las elecciones mismas, porque puede pasar cualquier cosa. Hoy en día tampoco los peronistas pueden andar tranquilos por la calle”.En el caso de convocar elecciones anticipadas, no está claro quién puede ser el presidente provisional, pues ninguno de los presidenciables peronistas quiere aceptar ese cargo por tres meses, ya que lo inhabilitaría para presentarse como candidato. De haber elecciones en tres meses, “el peronismo está dividido y no se sabe quién puede ser elegido como candidato presidencial ni cómo en tan breve plazo”, dice Kollman. Hay varios candidatos: el senador por Buenos Aires, Eduardo Duhalde y el gobernador de la misma provincia, Carlos Ruckauf, los gobernadores de Córdoba, José Manuel de la Sota, y de Santa Fe, Carlos Reutemann, el senador Ramón Puerta y en último lugar, con menos posibilidades que todos, el ex presidente Carlos Menem.Y por último, tampoco está claro que gane el peronismo. Está Elisa Carrió, la diputada radical que se ha convertido en una de las principales figuras por sus denuncias contra la corrupción, está el 40 por ciento de votos nulos y el crecimiento de la izquierda en las elecciones de octubre.Y ahora queEs casi seguro que el Congreso tomará la decisión de devaluar la moneda. Pero las dudas agitan los mercados y los bolsillos de los argentinos, porque es un país dolarizado en sus precios, en sus deudas y en sus depósitos. ¿Será una devaluación sola, que conduzca a la quiebra de los miles que deben en dólares? ¿Será una devaluación con pesificación que licue los 70.000 millones de dólares que los argentinos tienen depositados en los bancos?Los problemas son gravísimos. El campo, por ejemplo, tiene 14 millones de hectáreas de tierras productivas hipotecadas en dólares y deudas de 6.000 millones de dólares con los bancos y de 3.000 millones de dólares con los proveedores de insumos multinacionales, según el presidente de las Confederaciones Rurales Argentinas.El economista José Luis Espert dijo a SEMANA que “lo que debería pasar es que Argentina tire a la basura este capitalismo de rapiña que tiene hace 50 años. Pero lo que va a pasar está muy lejos de lo que yo le digo. Creo que el peronismo va a insistir en el modelo económico que la Argentina abrazó hace 50 años, porque se está pensando en pesificar, flotar la moneda y emitir. El escenario más probable es un licuación total del ahorro de los argentinos y una profundización del caos económico. Lo de estos días es un veranito comparado con lo que se viene si hacen eso”, sentenció.