Con el noble propósito de inculcar en mis hijas una conciencia ecológica que les impida, a futuro, contaminar bosques o votar por Enrique Peñalosa, como lo hizo su padre, en mi familia decidimos utilizar materiales reciclables para armar el pesebre. De modo que les propuse que lo construyéramos con noticias: nada más reciclable que las noticias que produce Colombia (aparte, claro, de los trinos de Duque para criticar el gobierno de Santos, que ahora sirven para criticar a su propio gobierno). Arrimé un arrume, valga el juego de palabras, de periódicos del trimestre; lo puse al lado de ellas, y comencé a organizarlo para que cumpliera su misión. Lo primero fue crear el escenario: la simulación de una cordillera de fondo en la cual sobresalieran los desbordes de Hidroituango, parches deforestados de minas ilegales, caminantes provenientes de Venezuela, puentes del Grupo Aval caídos entre peñascos. Y un frondoso bosque en el cual pusimos, perdido, como siempre, a Enrique Peñalosa. Sobre aquel telón, además, regamos a los siete enanitos de la economía naranja al lado de animales de toda índole, protagonistas de los últimos titulares: rebaños de un bando y del otro, es decir, ovejas uribistas y ovejas petristas (o sea abejas); ballenas sobre ríos de celofán, para goce y regocijo de quienes votamos en blanco; el oso sideral del embajador Pachito Santos, que ahora dicta órdenes a la justicia gringa; dos ratas de las que tiraron al Capitolio (las otras se las robaron los de alguna bancada); y varios micos que recogimos de la ley de las TIC, particularmente el que pretende sacar del aire a Noticias Uno. (Camellos no pusimos, porque con las medidas económicas del gobierno el camello cada vez será más escaso). Puede leer: Como rata en el Senado Con el paisaje resuelto fuimos al grano: pusimos una terna de reyes magos, pero dos de ellos se declararon impedidos: Melchor y Baltasar, que tiene el Cabello Blanco, como Margarita. Los reemplazamos entonces por un voluntario que conseguimos en la Universidad Sergio Arboleda, a quien le asignamos los tres regalos para llevar al Niño: un fajo de billetes donado (o prestado: aún no lo sabemos) por Simón Vélez; una botella de agua saborizada enviada por la Fiscalía; y una dosis mínima de marihuana con la idea de que San José no se la deje decomisar de la Policía. Y lo hicimos a tiempo, porque el gobierno nacional anunció que gravará con el 19 por ciento el incienso y la mirra (aunque ofrecerá exenciones al oro). Solucionado el asunto de los reyes, nos concentramos entonces en el portal: tomamos el recorte de uno de TransMilenio, invadido de colados, y colgamos en la cabecera el retrato de Álvaro Uribe a la manera de un ángel: de un ángel de verdad, no de un Guillo Ángel: un Ángel Eterno, como Eterna es Su Presidencia. De San José, pusimos al fiscal general, y sin bastón, porque aún no se siente impedido, y lo ajustamos al lado derecho de la cuna, bondadoso carpintero a quien graban sus amigos a escondidas, mientras él los clava como si fueran tablones. Y graduamos como Virgen María a la ministra Nancy Patricia: nadie más abnegada y sufrida como ella para esos alumbramientos que se dan, o por milagro, o a cambio de ofrecer el 20 por ciento del gasto público a quienes aprueban las leyes. Encendimos unas velas y nos pusimos de rodillas con humildad y respeto, como la Corte Suprema ante Álvaro Uribe Y sí, claro que sí: desnudo y rollizo, en el centro de la cunita, acomodado entre la paja que él mismo echaba como candidato cuando prometía bajar impuestos; rozagante y rosado, la naricita respingada y el pañal limpio, acostamos al Niño Dios elegido por el Espíritu Santo Eterno: el presidente Duque. Y a su lado pusimos a Pachito Santos, para que lo calentara con su vaho; y a Alejandro Ordóñez, esa vaca sagrada de la persecución a las minorías, para que también le diera calor. Y en los pies de la cunita dejamos una guitarrita y un balón a modo de accesorios, los accesorios de gobierno de ese bebé rollizo y hermoso que, como ElectriCaribe, vino al Mundo a traernos la luz, y, al igual que el ministro de defensa, trae un mensaje de paz: el de regular la protesta social con perdigones. Le recomendamos: Programa de la cumbre anticorrupción Una vez terminamos el pesebre, encendimos unas velas y nos pusimos de rodillas con humildad y respeto, como la Corte Suprema ante Álvaro Uribe. Y oramos para pedir un deseo. Dudé cuál debía ser el mío: no sabía si pedir que el ELN dejara el monte, o que Peñalosa volviera a él; si pedir un viaje para conocer al papa acompañado de su tocayo Jorge Mario Eastman, o que los ministros dejen de llamar a Duque “presidente Uribe”. Elegí al final el deseo de que todos ustedes tengan una feliz navidad y un 2019 en que las noticias del país sirvan para algo mejor que hacer pesebres. Felices fiestas. n