LA IGLESIA DEL DIVINO NIño, en el sur de Bogotá, es un lugar de peregrinación al que acuden muchos colombianos para pedir la realización de un deseo, que generalmente se cifra en salir adelante en medio de la mala situación económica y social que atraviesa el país. La semana pasada ese templo fue esce nario de una nueva rogativa, pero de diferente naturaleza. Unas 90 personas, familiares de los 510 soldados y policías que se encuentran en poder de la guerrilla, se tomaron pacíficamente el recinto para rogar, no sólo al Divino Niño sino a las autoridades civiles y militares, que se acuerden de sus seres queridos, al gunos de los cuales ya llevan dos años en cautiverio. Sin embargo, a pesar de su disposición al sacrificio y a las incomodidades, es poco probable que sus deseos se cumplan pues el destino de los servidores públicos secuestrados está ligado al trámite de una ley de canje que no parece muy factible al menos a corto plazo.