Pocas veces un Premio Nobel de Física genera tanta atención. Por lo general el anuncio de los ganadores pasa más o menos desapercibido, pero este año alrededor del galardón un elemento religioso causó revuelo. Los premiados, los suizos Michel Mayor y Didier Qualoz, y el canadiense James Edwin Peebles, ganaron por “pintar una imagen de nuestro universo mucho más extraña pero más maravillosa de lo imaginado”.

La controversia surgió porque en sus declaraciones tras el anuncio, dos de ellos negaron la presencia de Dios en la creación. Mayor lo hizo en el diario El País, de Madrid, cuando le preguntaron qué lugar ocupaba Dios en este proceso, a lo que contestó que no había sitio para él en el universo. Qualoz lo hizo en la W Radio cuando Julio Sánchez Cristo le preguntó algo similar. “Dios es para las creencias y el corazón, pero me temo que no tiene juego en la formación de los seres vivos ni de la vida”, contestó desde Londres. Eso no solo provocó un remezón en la fe católica, sino también en la musulmana y en general en aquellas que creen en un creador.

Pero ellos lo afirman con base en numerosas investigaciones. Pebbles contribuyó a tener una mejor idea del origen del universo. Hoy está claro que este surgió hace 14.000 millones de años luego de una gran explosión conocida como el Big Bang. Cuando esa sopa compacta de partículas se enfrió lo suficiente, los protones atrapados dentro se escaparon y produjeron una radiación de fondo de microondas, una especie de fotografía minutos después del Big Bang  capturada por Arnio Penzias y Robert Wilson en 1964 con un radio telescopio de alta sensibilidad. Esa radiación es muy importante para entender el origen del cosmos, pues es como tener una muestra de un universo recién nacido, “un fósil de sus primeras etapas de expansión”, en palabras de Pebbles. Lea el artículo completo aquí