Antes de que Guillermo Carvajalino naciera en el tradicional barrio madrileño de Chamberi ya una historia familiar le había marcado su destino. Su papá había llegado a España a estudiar medicina porque su familia en Ocaña, Santander, pobre y cariñosa, había juntado todos los esfuerzos para pagarle a este joven de carrera prometedora sus estudios en el exterior. "Me quedé con la idea de que hay que unirse para ayudar y para progresar", dice hoy Carvajalino, 48 años después, y cuando acaba de asumir la dirección de la recién creada Empresarios por la Educación, una fundación que reúne a 65 empresas privadas y a 25 filántropos, cuyo objetivo central es el de fomentar una mejor calidad de la educación básica colombiana.Carvajalino se crió en Cali, donde estudió en el Colegio San Luis. Regresó a España, a la Universidad Complutense, convencido de que el derecho era lo suyo. Pronto se dio cuenta de que se había equivocado y cambió a sociología. Su nueva mirada del mundo lo devolvió a Colombia, donde sabía que sentiría con más fuerza su vocación social. Terminó su carrera en la Universidad Santo Tomás en Bogotá y el Episcopado lo contrató para que viajara por todo el país y asesorara a los obispos en la organización de programas sociales. Más que regalar pescado lo ha entusiasmado enseñar a pescar. "Me ha jalado siempre la idea de ayudar a otros a resolver problemas", dice. De ahí ensayó en el sector público, Planeación Nacional y Bienestar Familiar. Pero pronto regresó al mundo de la filantropía. La Fundación FES, de Cali, lo contrató en Bogotá para armar proyectos de apoyo a la justicia y a la gestión hospitalaria. Allí conoció a Rodrigo Gutiérrez, del Grupo Corona, quien lo invitó a dirigir la Fundación Corona.Durante 14 años esa fue la niña de sus ojos. Con el generoso respaldo, no sólo financiero sino en tiempo y en experiencia de la familia Echavarría, transformó una pequeña fundación caritativa en una empresa de filantropía moderna con 10 profesionales de planta y un presupuesto de 4.000 millones de pesos anuales. La Fundación Corona creó un programa para mejorar la administración en hospitales, que tomó vida propia e independiente; otro para fortalecer la buena gestión en la escuela; otro que respalda iniciativas comunitarias y la mejoría de los gobiernos locales, y otro más que ha formado a 15.000 personas en microempresa.Desde el año pasado la Fundación Corona asesoró a Nicanor Restrepo y a otros empresarios en la tarea de crear una organización de respaldo a la educación. Así llegó Carvajalino a la fundación que dirige desde hace unas semanas. Y ya arrancó. Empresarios por la Educación tiene tres proyectos caminando: uno de juntas empresariales, que apoyan a los secretarios de educación; otro que se dedica a mejorar físicamente las escuelas y otro que impulsa mejorías en el modelo educativo que hagan la escuela más pertinente para los niños. Y mientras avanza con sus ideales Carvajalino, siempre tranquilo y sonriente, como si le sobrara el tiempo, lee historia, juega tenis y construye una familia con la que, sobre todo, se divierte mucho.