EN MAYO PASADO, TRAS 46 años de guerra, palestinos e israelíes firmaron un acuerdo de paz que no sólo puso fin a esa beligerancia sino que, además, sentó las bases para la fundación de un Estado palestino en los territorios ocupados por Israel. Sin embargo, a partir de ese momento, el movimiento palestino de resistencia islámica, conocido como Hamas, inició una serie de atentados contra militares y civiles israelíes para protestar, precisamente, por tales convenios. El problema ahora es que Hamas sostiene continuos enfrentamientos con el grupo Al Fatah, que apoya a Yaser Arafat, presidente de la OLP y cabeza visible de la Autoridad Nacional Palestina, responsable de los convenios de paz. Hace 10 días, choques entre estos bandos dejaron un saldo de 12 muertos. Arafat viene acusando a Irán de patrocinar las acciones de Hamas y sostuvo que ese país intenta desestabilizar el frágil acuerdo de paz firmado con Israel. Si bien, tanto Arafat como el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, han restado importancia a tales incidentes -aunque no han desconocido su gravedad-, esos enfrentamientos podrían poner en peligro el acuerdo y llevar a una guerra civil a los propios palestinos. No es un secreto que dentro del mismo gobierno israelí hay sectores que no vieron con buenos ojos el acercamiento con los palestinos y que, dentro de los mismos palestinos, hay sectores que también se oponen a un acercamiento con Israel. Aunque los enfrentamientos han dejado numerosas víctimas -y no se prevé que Hamas suspenda sus ataques, que la semana pasada se dirigieron contra soldados israelíes- ahora se están iniciando los diálogos sobre la segunda parte del proceso de paz iniciado entre Israel y los palestinos. De qué tan rápido se produzcan los acuerdos dependerá la realización de elecciones generales en los territorios palestinos con autonomía limitada. Arafat ha propuesto que las elecciones deberán estar precedidas de la retirada de las tropas israelíes de los centros urbanos de Cisjordania y Gaza. Si esas elecciones se hicieran ya, él sería el ganador indiscutible. Una reciente encuesta señaló que Arafat alcanzaría un 40 por ciento de respaldo de los votantes palestinos frente a un escaso 20 por ciento para Hamas. Sea como fuere, Arafat tendrá que demostrar qué tanto control tiene sobre los territorios ahora autónomos y qué tanto poder tiene Rabin entre los sectores radicales de su país para mantener los acuerdos. Como quien dice, ambos se encuentran entre la espada y la pared.