-Mi mujer sintió de nuevo la necesidad de hacerme daño -anuncié solemne-. Me temo que llegó la época del mes en que la invade el odio irrefrenable contra cualquier signo de vida que yo pueda dar. Jamás ha sido dócil como una res, no debemos confundirnos, pero es cálida, amena y, en sus días fértiles, encantadora.   Nos entreteníamos con la comedia humana en la zona rosa desde la terraza de un restaurante. Esa tarde de viernes tomábamos Dry Martinis verdaderamente secos acompañados de aceitunas, sin frutas tropicales ni otras innovaciones, se trataba de la receta tradicional, sin enmiendas ni fusiones.   Andrés fue el primero en aventurarse:   -Es muy sencillo.   -Cómo así -rugí-, es muy desagradable. Se comporta cruel y sanguinaria, magnifica todos los problemas cotidianos, volviendo tragedia hasta lo más simple.   -La mente es producto del cerebro. A su vez, el sistema nervioso cambia con los estímulos ambientales –continuó Andrés con su explicación, tomó un sorbo enorme y terminó sin afán-. Los cambios hormonales durante el ciclo menstrual también modifican la conducta: en la ovulación, promueven comportamientos que aumentan la probabilidad del embarazo, que cuando no se realiza, abre paso a la etapa premenstrual, con el luto que conlleva la pérdida de esa oportunidad de tener un bebé -continuó sin inmutarse mientras contemplaba a una hermosa rubia, paseaba apacible con dos niños mientras observaba desprevenida las vitrinas de los almacenes, su interés siempre recaía sobre las madres.   Entonces intervino Ernesto, de quien muchos se preguntaban por qué disfrutaba tanto nuestra compañía siendo mucho mayor que nosotros:   -Durante años padecí los estados de ánimo de mi señora. Hoy, doy gracias por haber sobrevivido a sus ataques virulentos y sobretodo porque ya pasó esa época. Con la menopausia su ánimo se hizo homogéneo, después de superar el período de duelo que le permitió asimilar su nueva condición. Si enviudara y volviera a casarme, cosa que dudo mucho, jamás lo haría con una mujer en edad fértil, ya no tengo ánimo para emociones fuertes -y lanzó una mirada cómplice desocupando de un trago su copa, señalaba a una mujer elegante de cierta edad quien se sentó tranquila en la mesa contigua.   -He sido testigo de ciento noventa y dos ciclos menstruales con sus migrañas correspondientes desde que la conozco -insistí.   -¡Exageran! -irrumpió Manuel, evidentemente soltero, de cabellera abundante, risa fácil, bronceado sin arrugas ni barriga-. ¡Me casaré con una niña divina dentro de tres meses en Cartagena!   -Respeto que pronto cruzarás el umbral nupcial -interpelé apenado porque abusábamos de su alegría-, pero me parece que deberías ser más cuidadoso con la placidez de tu vida. Te aseguro que extrañarás tu existencia actual.   -¡Nos amamos!   -¡Y qué! -respondió Ernesto-, no te avergüences, a cualquiera puede sucederle, las relaciones sentimentales novedosas siempre son así; además se te va a pasar y ella todavía no sabe que se aburrirá de ti.   -¡Pensaba invitarlos a mi matrimonio!   -¡Estupendo, hagamos un paseo a la costa! -dijo Andrés escrutando clínicamente a la morena distinguida y embarazada que se sentó con la atractiva añosa-, no le pongas atención a estos amargados. La unidad mente cuerpo implica que cada uno interpreta el mundo a su manera. Trabajo mucho, los viernes converso con ustedes y los fines de semana paseo en bicicleta por las afueras de la ciudad, así que disfruto enormemente de los ratos con mi señora. Creo que a la pareja hay que darle tiempo de calidad, no en cantidad.   -Al principio no noté su patrón mensual nefasto, talvez porque éramos novios y vivíamos en residencias diferentes o simplemente porque enamorados ella era sutil y yo discreto. Luego nos casamos: vivimos una película pornográfica con pausas para trabajar, dormir, alimentarnos, visitar familiares y amigos, fué cuando noté por primera vez los contrastes de su carácter incendiario, sin que llegaran a ser una preocupación propiamente. Quería aliviarla, me esmeraba por evitar ofenderla.   -Con el matrimonio renunciamos a lo mejor de ellas -reflexionó Ernesto jugando con la aceituna que quedaba entre su copa vacía-, luego los hijos nos ocupan más que la amada, hasta que se pierde totalmente el interés por el otro. Tengo un amigo que fue a combatir a la guerra y su esposa jamás se enteró, por ejemplo.   -De acuerdo, el amor apasionado siempre se transformará en cariño realista, solidario y casi célibe –asintió Andrés mientras pedía con un gesto otra ronda idéntica y que enciendieran los calentadores, anochecía, hacía frío-, pero piensen que envejecemos, además no somos fáciles de tolerar ni tenemos la capacidad física de un universitario, ya no estamos para maratones sexuales, tampoco somos bellos. Ellas también tienen mérito.   -Nuestra película para adultos se transformó progresivamente en un programa monótono para toda la familia –continué-, que cuando llega el momento tremendo del mes, empeora, se vuelve de terror.   -Es como si un demonio se apropiara temporalmente de sus almas dulces y puras. Ni siquiera ellas mismas lo entienden -precisó Andrés pedagógico-, buscan solidaridad, compañía, un signo de que las amamos a pesar de no estar embarazadas.   -Crea malentendidos dolorosos que desatan extensas discusiones -perseveré-, luego exige explicaciones y aclaraciones inútiles.   -¿Han notado que las mujeres ocupan buena parte de nuestras conversaciones? –preguntó Manuel siguiendo a una pareja ostentosamente enamorada-, como si no existiera mayor dolor que el provocado por los desencuentros amorosos. Como si la búsqueda de afecto femenino fuera la meta de la vida. Podríamos considerar la posibilidad de divagar sobre asuntos socioeconómicos o políticoculturales.   -¿Y qué otra cosa hay? Mi señora me hubiese perdonado el robo de un banco, un homicidio, lo que fuera, pero la infidelidad, jamás –afirmó Ernesto categórico con la dicción afectada por los aperitivos-. La sombra imaginaria de otra mujer siempre estaba allí, y en los días menstruales se transformaba en una realidad para ella, una profecía que se cumplía mensualmente. Entonces presencié con cierta frecuencia escenas de celos inverosímiles, muchas con espectáculos públicos escandalosos.   -Con el tiempo noté que esos conflictos no eran vanos, dejaban huellas, ella seguía el hilo del último combate –proseguí-. Mi destino entre su mente era la posición del villano. Por eso muchos maridos aprendemos a manejar los asuntos personales en privado, en la calle hacemos lo que nos da la gana compensando que en la casa estamos conminados a cumplir con la voluntad de nuestras señoras.   -Ahora me van a decir que todo es culpa de ellas, que esa es la legitimidad de los encuentros furtivos y los amantes a largo plazo –intervino Manuel recriminándonos tácitamente por la embriaguez que nos adornaba.   -El amor es psicosomático como la ebriedad –admitió Andrés serio-. Además las parejas estables tienen ventajas biológicas: al perdonar y solucionar entuertos favorecen la estabilidad del ambiente para los hijos, que luego repetirán el modelo monogámico y nuestra especie seguirá dominando la Tierra por muchas generaciones más.   -Me pregunto cómo lo lograrán los pobres maridos de varias esposas en las culturas poligámicas –dije aburrido.   Y Ernesto remató:   -Mis opiniones siempre son impopulares: es imposible vivir sin masturbarse, jamás encontraremos la satisfacción ideal, por eso recurrimos a la mejor alternativa posible.   -Ahora entiendo, durante años ustedes han envidiado que vivo con mi mamá -dijo Manuel feliz-: me arregla la ropa, me alimenta, me acompaña al médico y, sobre todo, siempre me ama incondicionalmente.