Resistentes, recias, robustas, rompedoras, rápidas, reactivas, recuperadas, resolutivas, reinventadas, resilientes. Pareciera que las empresas colombianas tienen cualidades que empiezan con la letra R, y en definitiva es la resiliencia la característica esencial que las define y que les ha servido para sobrevivir y prosperar en medio de una serie de desafíos que han aparecido a lo largo de las décadas.

Crisis económicas, conflictos internacionales, cambios de política comercial y hasta una pandemia global son factores que han amenazado la estabilidad de la industria nacional, que, pese a lo anterior y a muchos otros fenómenos internos y externos, ha salido avante, consolidándose como una de las principales locomotoras de crecimiento y desarrollo del país.

Para el exministro de Hacienda y rector de la Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA), José Manuel Restrepo, las empresas colombianas han demostrado una asombrosa capacidad para adaptarse, innovar y sobresalir en situaciones difíciles gracias a esa resiliencia, a la innovación aplicada en sus actividades, habilidades que las ponen en primer orden a nivel latinoamericano e internacional.

“La verraquera no es exclusiva de las empresas paisas. Esa es una característica que las empresas de todo el país, grandes y pequeñas, han sabido mover con estrategia e inteligencia. Por ejemplo, en los Santanderes reaccionaron muy bien al cierre del mercado venezolano, en la costa Atlántica se adaptaron a la internacionalización, en el Valle del Cauca se expandieron en medio de bloqueos de vías, y en Bogotá, Antioquia y el Eje Cafetero salieron adelante luego de ataques terroristas”, resaltó Restrepo.

Visión y capacidad administrativa

Germán Verdugo, consultor y analista financiero, explicó que por definición los empresarios son persistentes y les gusta asumir riesgos, así caigan y se tengan que volver a levantar. En el caso colombiano, son varios los factores que han ayudado. Por ejemplo, el incremento de la clase media y de la urbanización que impulsó el sector servicios y el comercio electrónico; la estabilidad macroeconómica con una inflación controlada y una mediana disciplina fiscal que dio certidumbre a consumidores y empresarios para tomar decisiones de largo plazo; un sistema financiero sólido que aprendió bastante de la crisis hipotecaria y financiera de finales de los noventa que llevó a nuevas formas de financiar la construcción de vivienda con menos riesgos, y un ambiente de reducción de tasas de interés que impulsó la llegada de capitales.

“En todo esto hay una conjugación entre visión empresarial, capacidad administrativa y olfato. Un visionario que logre identificar un negocio dentro de un mercado con demanda creciente sostenidamente. Esta es una característica de los empresarios que se destacan por su gran capacidad de ver más allá del presente para proyectarse”, indicó Verdugo.

Para Diego Alejandro Blanco, director de estrategia de inversión de la comisionista Acciones y Valores, el deseo de reinventarse y de aprovechar las oportunidades que dejan las múltiples crisis cumplen un papel relevante y en eso es clave la visión de los negocios. “Las opciones de salir adelante están para todos por igual, grandes y pequeños. Los grandes las pueden usar para afianzarse, los pequeños para visibilizarse y ampliar mercados. Aquí en Colombia el mérito por superar las dificultades es para todos: empresas grandes, medianas y pequeñas. En las crisis hay quienes se sientan a llorar, pero también están quienes deciden fabricar pañuelos para secar esas lágrimas”, indicó Blanco.

Entender a los consumidores

Juana Téllez, economista jefe de BBVA Research para Colombia, explicó que la inversión es otro factor que explicaría la dinámica en los últimos años. Las empresas colombianas han encontrado la demanda de sus productos y servicios que necesitan para crecer tanto en los mercados locales como en el exterior. Adicionalmente, cuando hay falta de insumos (cuellos de botella globales o locales), o demanda de productos nuevos o más baratos (pandemia), se han reinventado para entregar al consumidor final lo que necesita.

“Todo esto lo han podido hacer por su capacidad de entender a los consumidores, de contratar una mano de obra buena y trabajadora que se encuentra con creces en Colombia y la capacidad de financiar sus proyectos de inversión”, precisó. Restrepo coincidió en que esta virtud la tienen tanto empresarios pequeños como grandes, y resaltó que la combinación de la experiencia de los industriales maduros con el conocimiento que aportan los jóvenes también ha sido clave para salir adelante.

“En el futuro siempre hay escenarios de incertidumbre, pero con oportunidades se pueden aprovechar. Colombia es un país con muchas riquezas; tenemos activos de biodiversidad, talento humano, 18 acuerdos de TLC vigentes, nuevas tecnologías que llegan a diario, comercio electrónico en desarrollo, un comercio movido, una academia que nutre a la industria y todo eso se ha logrado acomodar al presente. Transitarán gobiernos, decisiones, nuevas crisis y sin duda nuestras empresas sabrán acomodarse a las nuevas circunstancias, que están llenas de retos”, concluyó Restrepo.

El futuro es la innovación

Con una estrategia de innovación bien definida, las compañías serán competitivas, podrán adaptarse rápidamente a los cambios y garantizar una grata experiencia no solo para sus clientes sino entre sus empleados.

Hoy resulta normal asistir a espacios donde se generan discusiones acerca de los retos que enfrentan las organizaciones y todo gira en torno a la analítica de datos, la sostenibilidad, la internacionalización, la transformación digital, la disrupción en cadenas de abastecimiento y la gestión de talento, entre tantas otras variables. Sin embargo, poco se debate sobre los desafíos futuros del sector empresarial en general y, más aún, el papel de la academia en analizar dichos escenarios y su contribución en preparar nuestras organizaciones ante esos retos.

Como expresó sabiamente Ackoff en 1973, tenemos la responsabilidad de “concebir un futuro deseado, así como los medios para alcanzarlo”. Ante ese contexto, la intencionalidad es fuente generadora de futuro, y la anticipación jalona los planes de acción y la proactividad. Por tal motivo, se recomienda que las empresas tengan planes de acción con tres espacios: uno para la reactividad propia de contextos en crisis, otro para la preactividad en contextos de crecimiento y un tercero para la proactividad.

¿Pero de qué depende fundamentalmente la capacidad de respuesta de esas organizaciones? Mi respuesta es que este desarrollo ya no es principalmente una función de los factores tradicionales de producción, como lo es el trabajo, la tierra y el capital, sino de la innovación; es lo único que permitirá anticiparse a los cambios o provocarlos.

Enfrentar estos desafíos requiere adaptabilidad, agilidad y una mentalidad de aprendizaje constante por parte de las empresas. Aquellas que puedan anticipar y responder de manera efectiva estarán mejor posicionadas para tener éxito en un entorno volátil e incierto. Las tendencias estarán influenciadas por avances tecnológicos, cambios en la sociedad y en el comportamiento del consumidor, factores económicos y ambientales, etcétera. Y aunque la incertidumbre sigue siendo un principio prospectivo elemental, hay factores en los cuales no se cuestiona su alta probabilidad de ocurrencia en el futuro del mundo de los negocios: la inteligencia artificial ética y responsable; cambio climático y tecnología verde; bioeconomía y biotecnología; privacidad y seguridad de los datos; desigualdad digital y acceso universal; automatización y futuro del trabajo; salud y tecnología médica, y la realidad aumentada y virtual.

Nuevos negocios

Partiendo de su impacto y relevancia, hay algunas tendencias que por supuesto tengo que destacar. La primera es la aceleración de la transformación digital. Se espera un incremento significativo en la integración de tecnologías emergentes con inteligencia artificial, análisis de datos como impulsores de decisiones, automatización robótica de procesos y el Internet de las Cosas. Lo segundo es la sostenibilidad. Las empresas deben garantizar la incorporación de prácticas con enfoque en economía circular, inversión en energías renovables con eficiencia energética, adopción de tecnología sostenible, finanzas verdes y adaptación al cambio climático. Lo tercero es la experiencia del cliente. El futuro de los negocios promete transformaciones significativas impulsadas por avances tecnológicos y cambios en las expectativas del consumidor; personalización avanzada, interacción multicanal y omnicanal, inteligencia emocional artificial, experiencias inmersivas y realidad aumentada, asistentes virtuales y Chatbots mejorados.

El cuarto punto es la experiencia del talento. Las personas no estarán de por vida en las organizaciones, y por tanto el tiempo que estén debe ser gratificante y generar una experiencia positiva. Si logramos que las personas tengan una experiencia enriquecedora y que sientan que se desarrollan a nivel personal y profesional, la gente nos dará su máximo potencial. En este aspecto también es relevante hablar de la cultura, del bienestar, de los momentos de verdad del empleado y de la conexión con el propósito.

Cambio cultural

La analítica de personas (People’s Analitycs) claramente asegurará el entendimiento del empleado como eje central para obtener el máximo potencial del individuo. Por otro lado, año tras año existirán más organizaciones basadas en habilidades, entendiendo que la fuerza laboral es diversa, y no necesariamente tiene los títulos universitarios para garantizar que tiene las habilidades. Por ese motivo los procesos de reclutamiento, compensación, medición del desempeño y formación cambian y se adaptan a un ambiente más móvil y rápido.

Como bien expresó el famoso economista Schumpeter, hace falta en la denominada sociedad del conocimiento la especificación de un mecanismo que convierta conocimiento en acción, y con ello reforzar la capacidad prospectiva de preparar nuestras organizaciones ante un futuro altamente competitivo y dominado por la tecnología y el cambio vertiginoso.

En ese sentido, el intermediario es la innovación, que con una estrategia bien definida logrará que las empresas del futuro atiendan el llamado de la competitividad abordando el vehículo de la transformación digital, pues esto les permitirá desarrollar sus capacidades digitales en los procesos, productos y activos para abrir nuevos mercados y oportunidades de ingresos, avanzar en productividad, experiencia para el cliente y para el empleado.

Todo esto supone, sin lugar a dudas, un cambio cultural en las organizaciones y una adaptación rápida y ágil a las tecnologías emergentes, los nuevos entornos y desafíos porvenir.