El mundo entero presenció con interés la gira del papa Benedicto XVI por Tierra Santa. Las presiones llegaron de lado y lado del muro que separa judíos y palestinos, y el Sumo Pontífice se vio en serios aprietos para complacerlos a todos. En una semana visitó los lugares sagrados del catolicismo, el judaísmo y el islamismo; se reunió con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y oró por la paz en Oriente Medio en Belén, Galilea, Jerusalén y Nazareth. Pero ni los judíos quedaron conformes con el discurso que pronunció en Yad Vashem (Memorial del Holocausto), que calificaron de "indiferente y banal", ni los palestinos con su itinerario, en el que primó la visita a territorios de Israel. Sin embargo, el polémico Papa defendió la creación de un Estado palestino como solución para el largo conflicto árabe-israelí, cuyo escenario es el territorio sagrado de las tres religiones monoteístas del mundo.