Los estímulos para caer en esa trampa son muchos, incluyendo el hecho de estar rodeados de quienes ya la perdieron y ahora intentan sumar socios a su club de desequilibradores del ambiente laboral. ¿Cómo mantener un sano estado de equilibrio? Un buen indicador de ese equilibrio es disfrutar de una energía especial que permite emprender tareas con entusiasmo, irradiar una actitud positiva ante los desafíos, y ser incluso benevolentes para trascender a la mezquindad y a los ataques de los necios. Implica poseer el coraje de renunciar a demostrar que se tiene la razón en situaciones de poca valía, ocasionadas por los que vuelan bajo. Eso sí, tal condescendencia jamás llega al extremo de ponerle precio a los valores e ideales. Una mente equilibrada es receptiva a nuevas ideas, es empática para comprender antes de juzgar, decide tomando en cuenta su impacto en otros y se sustenta en un sólido concepto de dignidad, el cual conecta principios con conductas. La ecuanimidad facilita tomarse el tiempo para decidir con sabiduría, evita precipitaciones y permite aceptar a los demás apreciando lo bueno que tienen y dispensando sus carencias. Bien se sabe que quienes se concentran en ver las falencias ajenas se desacostumbran de ver sus propias virtudes. Normalmente las personas que exhiben un balance integral y mesura, también destacan por su fuerza espiritual, el apego a principios y el compromiso de hacer el bien a sus colegas en la organización. No se dan permiso para padecer de resentimientos, pues conocen que en ellos nacen la ira, la tristeza, el miedo y la frustración, grandes venenos de las relaciones. Se gobiernan a sí mismas y decretan que siempre reaccionarán con serenidad, mientras las circunstancias lo permitan. Con esa fuerza, evitan estar a merced de negativismos externos. Los equilibrados esperan poco de otros y se ocupan más de dar que de recibir. Están concentrados en aportar y en construir, no en obligar a sus colegas a ser recíprocos a sus buenas intenciones. Con este desprendimiento elevan sin cesar su nivel de desempeño, el volumen de su trabajo y la disposición de redoblar esfuerzos si el equipo lo necesita. Por eso, las personas equilibradas suelen ser muy productivas, pese a la envidia de quienes no han entendido siquiera, su propósito de vida y se enfrascan en pequeñeces. Como no esperan nada de otros, no sufren de frustraciones al ver insatisfechas sus expectativas. La determinación para procurar el equilibrio se sustenta en el respeto a uno mismo y al prójimo, así como en la humildad para rectificar rumbos cuando la inestabilidad nos hace dudar, de si en verdad somos o estamos equilibrados. ¿Lo está usted? * Profesor Incae Business School