La delicada coreografía de la firma de la paz, el pasado 26 de septiembre, incluyó una agenda planeada al detalle para un día histórico. En el más personal de sus discursos, ante una quincena de mandatarios y unos 2.500 invitados, Juan Manuel Santos proclamó en una Cartagena que palpitaba durante al acto que la guerra en Colombia había terminado.Ese fue el gran evento público, en el que Santos y Timoleón Jiménez, el jefe de las FARC, se estrecharon la mano por tercera ocasión. Pero minutos antes, a puerta cerrada, los dignatarios invitados departían animadamente en la Casa del Marqués de Valdehoyos, la sede alterna de la Cancillería en Cartagena, luego del almuerzo al que los invitó el Gobierno. Los ojos de Colombia y de buena parte del continente estaban volcados hacia la Heroica. La agenda tenía cuatro eventos clave. En la mañana el presidente Santos había asistido a un desayuno con la cúpula militar, al mediodía había ido a una liturgia oficiada por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y enviado del papa Francisco, y luego tuvo el citado almuerzo con altos dignatarios y jefes de organismos multilaterales en la mansión colonial en pleno Centro Histórico. Era una manera de agradecerle a la comunidad internacional. Al almuerzo no asistieron ni periodistas ni prensa oficial, así que las imágenes del encuentro no se habían conocido hasta el momento. En la Casa del Marqués de Valdehoyos, los invitados firmaron el libro de invitados ilustres, donde dejaron claro, una vez más, el respaldo prácticamente unánime del mundo a los acuerdos de paz que todavía deben ser refrendados por los colombianos el próximo domingo 2 de octubre.Por ejemplo, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien también pronunció un discurso durante la firma, al igual que Santos y Timochenko, repitió en el acto las palabras que escribió en el libro: “Viva Colombia. Viva la Paz. Viva Colombia en paz”.