La entrada de los empresarios chinos al fútbol europeo toma cada vez más fuerza. Ahora, un consorcio de inversionistas de ese país, encabeszados por Li Yonghong, se quedó con el Milán, uno de los clubes más grandes del mundo, con siete títulos de la Champions League en sus anaqueles. Y se lo compraron ni más ni menos que al polémico magnate y político Silvio Berlusconi, uno de los más poderosos empresarios del fútbol, quien llegó a ser jefe de Gobierno de Italia y quien en 31 años al mando convirtió al club "rossonero" en una leyenda.La salida de uno de los empresarios más poderosos del fútbol para darle lugar a un conglomerado chino, en una transacción de 740 millones de euros, es sí,toma del ímpetu con el que los asiáticos quieren ganar terreno en la industria del fútbol. Y no se limitan a la adquisición de equipos europeos, también compran jugadores de talla mundial que ahora juegan en una liga local que todavía no despega, pero que se ha llenado de figuras.Puede leer: El dragón que podría cambiar el fútbol mundialLos ejemplos pasan por los brasileños Óscar, Ramires, Hulk, los argentinos Tévez y Lavezzi, los colombianos Freddy Guarín y Jackson Martínez y el marfileño Gervinho. Todos muy bien pagos y transferidos por cifras multimillonarias. A Tévez, por ejemplo, se lo llevaron de Boca Juniors, el club de sus amores, para convertirlo en el jugador mejor pago de la historia, con un sueldo de 40 millones de dólares anuales.Si bien el fútbol sigue concentrando su atención en Europa y Sudamérica, por la calidad de sus jugadores y sus ligas, el control económico se sale cada vez más de esos territorios. Las chequeras de los chinos se suman a las de los rusos, los estadounidenses y los árabes, que en las últimas décadas han marcado el rumbo de varios de los clubes más exitosos, como el Chelsea o el PSG.Le recomendamos: La aventura china de los futbolistas colombianosY es que los equipos europeos y las estrellas sudamericanas son máquinas de producir dinero en venta de camisetas, derechos de televisión y patrocinios. Y a eso le apuntan los empresarios chinos, además de querer expandir el balompié en su propio territorio, así su tradición futbolera sea minúscula (China, por ejemplo, solo ha ido a un Mundial, el de 2002).El gigante asiático tiene proyectado ser una potencia futbolística a mitad de este siglo. Para eso, las inversiones no han sido solo de privados ni se han concentrado unicamente en su liga profesional, sino en el desarrollo de toda una infraestructura de canchas, estadios y escuelas auspiciadas en buena medida por el Estado. Esta semana, con la compra del Milán, los chinos dieron un gran golpe de autoridad en el fútbol mundial.