UNA SEMANA DESPUÉS DE las elecciones y pasada la euforia electoral, se puede concluir que el país político cambió. Quizá no tanto como muchos dicen o esperaban, debido a que en varias regiones las elites mantuvieron su poder. Pero es imposible desconocer que en los centros urbanos hubo un sorpresivo giro hacia el centro; que los extremos de la izquierda y la derecha salieron derrotados; que más personas salieron a votar, muchas de ellas en blanco, y que los partidos terminaron muy desdibujados. Este revolcón sin duda tendrá un impacto en el rumbo de los nuevos gobiernos y en las elecciones de 2022. Y se refleja antes que nada con el triunfo histórico de Claudia López en Bogotá y el millón de votos de Carlos Fernando Galán y su constante llamado a superar la polarización nacional. También en la contundente derrota del uribismo en Medellín –y el ascenso del joven Daniel Quintero con un discurso antiestablecimiento–; y en la llegada William Dau a Cartagena, donde las maquinarias de siempre terminaron derrotadas. Estas elecciones fueron un bálsamo de renovación y quizá la gran protagonista fue una clase media urbana cuyo voto es más libre y mejor informado. También ganaron gobernantes de peso regional cuya buena gestión como mandatarios, combinada con su maquinaria, fortaleció su influencia y poder político. Es el caso de Dillian Francisca Toro en Valle, Alex Char en Atlántico, Jorge Rey en Cundinamarca y Richard Aguilar en Santander. Todos ellos eligieron a sus candidatos con amplias mayorías. La famosa ola verde revivió y ahora le llegó el turno de gobernar en centros urbanos clave como Bogotá.

El país tampoco quedó en manos de las Farc y el coco del castrochavismo no asomó tras la firma de la paz. El partido político Farc se quemó electoralmente y deja en evidencia un rechazo ciudadano a la actitud de algunos excomandantes que no cumplieron lo acordado en La Habana y armaron disidencias. Las Farc que se fueron al monte castigaron a la Farc que le apostó a la política. No obstante, dos exmilitantes de esa exguerrilla, con el aval de la Colombia Humana-UP y ASI, llegaron al poder: conquistaron la Alcaldía de Turbaco (Bolívar) con Guillermo Torres, más conocido como Julián Conrado o el cantante de las Farc; y la de Puerto Caicedo (Putumayo), con Eduardo Figueroa. El país político se sacudió. En primer lugar, los partidos sufrieron una nueva derrota. El 78,9 por ciento de las gobernaciones quedaron en manos de coaliciones. Hoy apenas en cuatro departamentos los partidos pudieron cantar victoria por sí solos, según un detallado análisis de la Misión de Observación Electoral (MOE). En el caso de las alcaldías, las cifras son más contundentes. Casi la mitad de los nuevos alcaldes electos (507) representan hoy a coaliciones partidistas, lo que significa un aumento del 98 por ciento de ese fenómeno frente a lo ocurrido hace cuatro años. Ya el Ministerio del Interior había revelado que 5.694 candidatos se inscribieron por coaliciones, mientras en 2015 solo lo hicieron 634.

En todo caso solo el Partido Alianza Verde, aunque se la jugó por coaliciones, puede cantar victoria. Eso quiere decir que la famosa ola verde revivió y ahora le llegó el turno de gobernar en centros urbanos clave como Bogotá. También en Cali con Jorge Iván Ospina; en Manizales con Carlos Mario Marín; en Cúcuta con Jairo Yáñez; en Popayán con Juan Carlos López; y en Florencia con Luis Antonio Ruiz. A eso se le deben sumar las gobernaciones de Córdoba, Antioquia y Caldas y, como si fuera poco, el apoyo que dieron a los ganadores de Magdalena, Huila, Norte de Santander y al nuevo alcalde de Bucaramanga. El Partido Liberal puso solo a dos gobernadores con su aval: al de Sucre y Córdoba. Los conservadores se quedaron con Caquetá; La U, con Guainía; y el Centro Democrático, con Casanare y Vaupés. En cuanto a alcaldías, los liberales solo ganaron en Leticia; Cambio Radical en Barranquilla y San José del Guaviare; y el Partido Conservador en Ibagué. “De las 33 entidades territoriales, solamente siete quedaron en manos de partidos individuales. Eso quiere decir que hay un cambio en el mapa político colombiano”, dijo la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez. Hoy tienen más peso los temas relacionados con el medioambiente, la participación ciudadana, las minorías y su inclusión y la lucha contra los corruptos. La alta votación en las urnas y el menor abstencionismo también mostraron una actitud de protesta, en medio de un ambiente caldeado en América Latina. En número de votantes pasó del 59 por ciento en 2015 al 61 por ciento el domingo. En la contienda de hace cuatro años votaron 20 millones de personas y en esta lo hicieron 22. Además, el voto en blanco subió del 3,63 por ciento en 2015 al 4,73 por ciento en 2019. En las elecciones a las gobernaciones, 1,7 millones de ciudadanos votaron de esa forma. En el caso de las alcaldías hubo un millón; y para los concejos 1,6 millones de votos en blanco. El Gobierno ha elogiado ese espíritu altamente participativo que también se reflejó con un elevado nivel de denuncias ante posibles delitos electorales. Recibieron 8.200 quejas. En términos de violencia, no deja de alarmar que en esta contienda murieron asesinados tres candidatos a alcaldías y cuatro a concejos (dos muertes más que en 2015). A pesar de esta ola de violencia electoral, la campaña resultó menos violenta comparada con años anteriores. En 2007 asesinaron a 27 candidatos, secuestraron a 8 y 91 recibieron amenazas. En 2011 hubo 40 homicidios. A pesar de la preocupante situación en algunas regiones del país, estos comicios fueron unos de los más pacíficos de la última década.

En términos conceptuales, el revolcón se refleja también en que Colombia avanzó significativamente hacia nuevas agendas. Hoy tienen más peso los temas relacionados con el medioambiente, la participación ciudadana, las minorías y su inclusión y la lucha contra los corruptos. En el caso de Bogotá, además, el triunfo de Claudia López envió un poderoso mensaje de inclusión que poco a poco se irá extendiendo por el territorio. Hoy en Colombia puede llegar al segundo cargo más importante del país una mujer gay sin padrinazgos políticos, que proviene de un barrio popular y simboliza una clase media educada. También vale la pena resaltar la gigantesca votación de Carlos Fernando Galán, con más de un millón de votos. Una derrota con sabor a victoria. Luego de las elecciones, anunció que su filosofía de construir entre todos, de forma decente y sin agresiones, tendrá alcance nacional. Galán demostró que puede unir a varios sectores en torno a una causa. Mientras tanto, los colombianos le dieron la espalda esta vez a los extremos. Gustavo Petro y Álvaro Uribe fueron grandes perdedores de la jornada, pues sus principales fichas perdieron en los fortines más importantes. Germán Vargas Lleras, por su parte, no tuvo el protagonismo de antes. Y Sergio Fajardo, al final, quedó bien posicionado frente a lo que viene, dado que el giro del país hacia el centro favorece su discurso de no confrontar. Habrá que ver si en 2022 este estado de ánimo permanece. Lo cierto es que hay un nuevo aire político. Eso se respira. Los nuevos gobernantes locales y regionales deberán entenderlo rápidamente y tramitar con eficacia las nuevas preocupaciones. La expectativa es muy alta.