En los años 80, Barack Obama era un universitario muy aplicado y si bien en principio no les paraba muchas bolas a las mujeres, cuando las descubrió se volvió un joven muy ardiente.

Así lo asegura Rising Star: The Making of Barack Obama, libro en el que David Garrow desentraña cómo fueron la formación y las experiencias que llevaron al político a convertirse en el primer presidente afroameriano de Estados Unidos.

El volumen trae relatos sobre el noviazgo de Obama con una joven medio japonesa y medio holandesa, Sheila Jager, dos años menor que él. Amigos del exmandatario en esa época, cuentan que, gracias a ella, descubrieron cuán apasionado podía ser Barack. Durante un paseo, recordaron, los tórtolos, tenían sexo muy intenso, a los gritos, de modo que tenían que buscar un sitio donde hablar porque ellos no los dejaban oírse dentro de la casa.

Otra novia de esos día fue Alex McNear, con quien inició su relación en 1982, en Nueva York, a donde Obama se trasladó para estudiar en la Universidad de Columbia. De esos días, ella cuenta que él aspiraba a ser literato y escribía poemas para una revista de la cual ella era la encargada.

McNear evoca además que Obama vivía en un apartamento en la 94 con Primera Avenida, en el cual había muy pocos muebles y casi ninguna decoración. En el refrigerador, además, nunca había nada.

Meses más tarde, ella dejó la ciudad y la relación pasó a ser solo epistolar. En sus misivas se mostraba muy devoto de ella y expresivo. “Confío en que sepas que te extraño, que mi interés por ti es tan ancho como el aire, que mi confianza en ti es tan profunda como el mar, que mi amor por ti es rico y pleno. Por favor, confórtame con otra carta cuando tengas tiempo”.

Obama seguía saliendo con Sheila Jager cuando empezaba sus amores con Michelle.

McNear asegura que, en esa época, Obama se lo estaba cuestionando todo, incluidos los roles de género y su propio ego de macho.

Otra novia fue Genevieve Cook, a quien conoció en una fiesta en el East Village. Hicieron buenas migas rápido debido a que ella, al igual que él, había pasado algunos años de la infancia en Indonesia. A la semana siguiente, él la invitó a su apartamento, donde él le cocinó la cena. Pasar la noche juntos fue inevitable, afirma Cook, en cuyo diario quedaron sus impresiones sobre el futuro presidente. “Desde que dejé la universidad, nadie como Barack me habia brindado la clase de estímulo intelectual que el me ofrece”.

Prácticamente, vivían juntos y Cook consignó en su diario detalles de sus intimidades. “El coito era placentero. Él no se comportaba en la cama como muy experimentado o lo contrario. Sexualmente, en realidad, él no era muy imaginativo, pero estaba cómodo”.

La pareja tenía un grupo de amigos de rumba, con quienes de vez en cuando aspiraban cocaína, aunque, aparentemente, Obama lo hacía más como una expresión del lazo social que por atracción a la droga. Sobre las fiestas, Cook refiere que él tenía una actitud ambivalente. Algunas veces, le suplicaba que participaran en ellas, pero otras le pedía que se marcharán antes de que la diversion se saliera de control.

Con el tiempo, los sentimientos fueron madurando y ella confiesa que se enamoró de él. Para ese momento, el sexo se les volvió una verdadera manera de comunicarse, en vez de una descarga de lujuria.

Sin embargo, Cook afirma que él podía ser distante con ella y cree que ello tenía un origen racial, pues ella es blanca y, en ese momento, él vivía un debate interno acerca de su lugar en el ámbito de la raza. Para 1985, el noviazgo se enfrió y terminaron.

Obama pasó un año solo hasta que entró en escena Sheila Jager, sin duda su conquista más importante en esos años. Se volvieron tan cercanos, que se fueron a vivir juntos al poco tiempo del comienzo de su idilio. Ella también era blanca y como él estaba tan inquieto con ese asunto, no era raro que a menudo le pusiera el tema de los matrimonios biraciales o sobre criar hijos medio blancos y medio negros.

A finales de 1986, ella lo llevó a conocer a sus padres y él le propuso matrimonio. Sin embargo, ese paseo no terminó bien porque Barack se trenzó en una fuerte discusión sobre politica con el padre de ella. Este último, a la hora de la despedida, manifestó su abierta oposición a que su hija se casara con él y el tema del matrimonio quedó en veremos.

A los dos años, la relación se acabó porque ella leyó el diario de él y encontró unos comentarios sobre otra persona, al parecer una mujer, que la disgustaron. Aunque él trató de contentarla y hasta le pidió matrimonio por segunda vez, ella se desanimó mucho sobre su relación.

En 1989, Obama tomó un trabajo de verano en una firma de abogados de Chicago, Sidley & Austin, en la cual conoció a Michelle Robinson, quien se hizo la difícil antes de formalizar su relación. Él, aunque se mostró embelesado por ella desde el primer momento, seguía viendo de vez en cuando a Jager en 1990, hasta que se despidieron para siempre. Obama se casó con Michelle en octubre de 1992.