Los influenciadores ya no son una sorpresa para nadie. Pululan en Instagram, YouTube y TikTok, y muchos de ellos viven de esa profesión, algo que ya todos toman como normal. Algo diferente sucede con el creciente fenómeno del kidfluencer, que involucra a menores famosos por los contenidos que suben a las redes sociales. Ellos hoy llaman la atención, pues son influenciadores de menos de un metro de altura, que a duras penas pueden hablar y mucho menos escribir.

Y en este universo en expansión, muchos han logrado visibilidad, pero el que ha llegado más lejos es Ryan Kaji, de 10 años, cuyo canal cuenta con millones de vistas. Según Time, 48.597.844.873. Y no solo eso. Por tres años consecutivos ha sido el mejor pago gracias a los contenidos que sube, casi siempre relacionados con juguetes, actividades recreativas y experimentos de ciencia.

Según la revista Forbes, su ingreso el año pasado fue del orden de los 30 millones de dólares. Sus videos los transmiten canales tradicionales como Hulu, Amazon Kids y Nickelodeon; las empresas de juguetes se pelean para que él reciba sus productos, y su éxito se analiza como un caso de negocios en revistas de la talla de Forbes. La pregunta de todos es cómo lo logró.

La historia de Ryan como youtuber comenzó en 2015 cuando él tenía tres años y medio y le pidió a su mamá, Loann, de 37 años y origen vietnamita, si podía hacer videos en YouTube como los de otros niños. Para ese entonces, los pequeños ya tenían acceso a los celulares y las tabletas de sus padres, una estrategia que muchos adultos usan aún hoy para entretenerlos mientras realizan otras actividades.

En esa época, Loann le permitía a Ryan ver canales especializados en actividades para niños de su edad en dicha plataforma. Ella y su esposo, Shion, de 34 años y oriundo de Japón, decidieron aceptar el pedido del niño y en un principio documentaron el crecimiento de su hijo en estos videos.

En ese tiempo, ni ella ni su esposo, ingeniero de profesión que emigró en la década de los ochenta a Estados Unidos, tenían expectativa alguna más allá de mostrar las gracias de su pequeño a medida que crecía. Al comienzo, los videos de Ryan no causaron ningún impacto. El niño era uno más en ese gran mundo virtual de YouTube. Pero unos meses después, una grabación cambió las cosas para él y su familia. Para ese videoclip, su madre construyó una gran pelota de papel en la que escondió muchos juguetes.

Se tituló Giant Lightning McQueen Egg Surprise with 100+ Disney Cars Toys y duró 6 minutos. Ryan saca del huevo, uno por uno, los juguetes, los explora e inventa juegos con ellos. El video se volvió viral. Luego de varios años, los analistas en este tipo de fenómenos señalan que lo sucedido ahí fue la mezcla de dos importantes factores que han hecho a este niño tan exitoso: su candor y personalidad, que lo convierten en un personaje adorable, sumado al acto de ver a un niño probar juguetes sin ningún libreto, solo apelando a su interés natural.

Este menor tiene más de 1.000 millones de vistas en esta plataforma. | Foto: No usar

Desde ese momento, los padres de Ryan comprendieron que el éxito era que su hijo se convirtiera en unboxer, como se le dice en inglés al hecho de filmarse a sí mismo abriendo cajas de productos, desde zapatos hasta maquillaje. “Ese video se volvió el más popular en nuestro canal por los siguientes dos años”, dijo Shion a Time.

Hoy tiene más de 1.000 millones de vistas y catapultó a Ryan al estrellato. La familia tuvo que cambiar su nombre a Kaji para proteger la privacidad en la medida en que la fama tocaba a sus puertas. A partir de entonces, Ryan’s ToysReview se convirtió en uno de los canales más populares de YouTube a tal punto que al año siguiente ambos padres dejaron sus trabajos para dedicarse de lleno a filmar videos, que ya no eran con cámaras caseras ni con celulares, sino con aparatos más profesionales y efectos especiales.

El padre, en un intento por proteger al niño de mucha exposición y trabajo, creó dibujos animados basados en Ryan para el contenido. De hecho, un superhéroe que se llama Red Titan, alter ego de Ryan, aparecerá en el desfile de Acción de Gracias de Macy’s, evento tradicional en la ciudad de Nueva York, como si se tratara de un personaje de Walt Disney.

“Ryan es el príncipe heredero de YouTube”, dijo a la revista Time Quynh Mai, fundadora de Moving Image & Content, una agencia de creatividad para contenido digital. El niño llamó la atención de Chris Williams, exdirectivo de Disney, quien pensó que había un potencial grande de negocios allí.

No solo estableció contratos con los Kaji, sino con otras estrellas de la plataforma para explotar su marca, especialmente con franquicias, aprovechando que estos niños tenían más audiencia que el propio canal de Disney en YouTube.

Sus padres vendieron su nombre para 1.600 productos en 30 países. No obstante, pronto llegaron los problemas. Padres, psicólogos y expertos en desarrollo infantil, así como los vigías de los medios de comunicación y el propio Estado empezaron a criticar a estos niños y a sus padres.

Temían que muchos fueran maltratados solo por obtener clics o que, incluso, se estuviera frente a casos de trabajo infantil. Ante el revuelo, muchos de los anunciantes se fueron, y YouTube prohibió que los clips tuvieran avisos comerciales. En 2020, además, exigió que los creadores especificaran si sus videos eran para niños, en cuyo caso impedían los avisos. Así cortaron el principal ingreso de muchos canales. Gracias a los negocios que Williams les había logrado granjear a los Kaji, el de Ryan sobrevivió.

Con sus padres, Loann y Shion. Ella es profesora de química, y él, ingeniero de la Universidad de Cornell. Hoy se dedican a Ryan. | Foto: 2020 Getty Images

Las críticas, sin embargo, continúan. La ONG Truth in Advertising (TINA) presentó una queja ante la Comisión Federal de Comercio (FTC) contra los Kaji, por lo que fue necesario cambiar el nombre de su canal a Ryan’s World. También modificaron el contenido de juguetes por uno más educativo, con experimentos científicos y videos de viajes. Al mismo tiempo, los padres decidieron estar más abiertos a una mayor investigación y regulación.

Los Kaji se trasladaron de Houston a Hawái, y durante la pandemia Loann educó al niño en casa. Al evaluarlo para ver si estaba rezagado académicamente, descubrieron todo lo contrario: iba unos grados adelante de los menores de su edad. En Hawái, Ryan asiste a una escuela de mejor nivel académico que la de Houston y cuenta con más tiempo para pasear.

En Houston les preocupaba que el pequeño pasaba mucho tiempo frente a las pantallas. No se sabe cuál será la suerte de ese canal y del negocio lucrativo de los Kaji. Con los retos del estudio (además de las clases tradicionales, Ryan está aprendiendo piano y japonés), el niño podría dejar de ser kidfluencer. Pero solo el tiempo lo dirá.

Por ahora, sigue siendo un entusiasta de los juguetes, le encantan las matemáticas, y se divierte con deportes como el fútbol, el taekwondo y la gimnasia, su favorita. Cuando crezca, dice que quiere ser un “desarrollador de juegos o un comediante”. Mientras tanto, sus padres procuran que tenga una vida normal y están pendientes de las consecuencias que tiene ser kidfluencer.

“Me preocupan los efectos de todo eso. No solo lo que vemos en YouTube y otras plataformas, sino también en películas y televisión”, manifestó Loann a la revista Time. Aun así, ante las críticas prefieren primero investigar, pues no creen que una actividad, por ser nueva, necesariamente sea mala. Mucho menos si es tan lucrativa.