*Texto: Sophía Gómez / Fotos: León Darío Peláez Ulises no puede disimular su emoción. Las lágrimas se le escurren por las mejillas y no tiene otro remedio más que secarse el rostro con su mano, intentando no dañar el maquillaje que desde temprano se esmeró en aplicar. Es una mujer a la que solo le falta cambiarse el nombre para culminar su transformación.   Está próxima a que la llamen para recibir el diploma y cuando se levanta, su imponente figura sobresale entre los otros graduados. Johana Bahamón, la actriz que se tomó un año para conocer las cárceles del país y se quedó en ellas para apoyar a la población privada de la libertad, le entrega el reconocimiento mientras el fotógrafo retrocede unos metros para capturar el momento. Ulises, que a leguas mide más de un metro con ochenta centímetros, por poco se sale del encuadre de la fotografía ya que sus tenis de plataforma la hacen ver aún más grande de lo que es. 

Desde 2013, la Fundación Acción Interna trabaja por dignificar a las personas privadas de la libertad en Colombia. Treinta mil internos han recibido atención psicosocial y capacitaciones laborales para iniciar su resocialización en la sociedad, pero este jueves, por primera vez, un grupo de la comunidad LGBTI se graduó de un diplomado en gestión de negocios con énfasis en moda y belleza. La ceremonia se hizo en un pequeño coliseo de la cárcel La Modelo de paredes naranjas y tejas de zinc que lograban abstraer a los asistentes del lúgubre entorno de las celdas. Ahí aguardaban los amigos y familiares de los estudiantes que por seis meses recibieron clases con docentes del centro de emprendimiento de la Universidad Sergio Arboleda.

En un salón alterno, los homenajeados esperaban ansiosos a que llegaran las togas y birretes que usarían para completar su atuendo. Quien traía las prendas llegó después de pasar tres filtros de seguridad y una revisión del perro guardián que olfateó con sospecha la gran maleta. Cuando la espera terminó, algunas mujeres como Katherine Esmeralda Navarro dudaban de ponerse el birrete para no dañarse el peinado. Otras, como Wendy Micaela, se contoneaban con la toga y mostraban los elegantes tacones que habían reservado para el gran día. Y aquellos, más recatados, permanecían sentados en los pupitres de madera en tanto los llamaban para hacer la entrada. En ese grupo estaba Ulises que se había reclinado sobre la pared de un costado mientras sus compañeros y compañeras posaban para las cámaras. Su mano morena estrecha con fuerza, pero a tono de voz baja reflejaba la timidez que se escondía detrás de esa figura robusta. -Por exceso de confianza en los amigos estoy en esta situación tan embarazosa porque yo ejercía como funcionaria pública en la alcaldía de Cali. Me confié...y pasó esto. Al terminar la frase una lágrima le corrió -por primera vez- el lápiz de ojos. Ulises cumplió 11 meses de condena y dice que con la voluntad de Dios volverá muy pronto a casa. Sabe que no podrá ejercer como funcionaria, pero tiene claro que a sus 43 años su peluquería será la base de una nueva vida y trabajar por los derechos de la comunidad LGBTI, su constante lucha.  -Estar en la cárcel es un tropiezo más que me ayudará a levantarme más fortalecida como persona y ser humano. En febrero, comenzó el reto de  capacitar a los 16 internos en principios de cosmetología; uñas, depilación, maquillaje y tinte. Y a la par, darles las herramientas necesarias para crear un negocio y conocer el sector de la economía en el que querían estar. Diego Plata, director del Centro de Emprendimiento de la Universidad Sergio Arboleda, cuenta que al llegar la cárcel tenía contenido preparado para 36 horas de clase. No sabía si el proyecto sería viable y por eso quería entregar la mayor cantidad de conocimiento en una sola sesión por el temor a no tener un nuevo espacio. “Hay algunos proyectos que la van a sacar del estadio; salones de belleza, ropa, agencia de viajes. Se trataba de buscar las fortalezas de cada una de ellas y empezar a hacer el proyecto".

Llegó el momento de bajar al coliseo. El coro de cárcel La Modelo entonaba la canción ‘Aleluya’ mientras los graduados desfilaban. La mesa central la encabezaban las directivas del penal, el Inpec y los representantes de la universidad y la fundación. “Todos hemos cometido errores, todos hemos tenido segundas oportunidades”, dijo Johana Bahamón durante su discurso. Justamente un nuevo chance en la vida es lo que quiere Katherine Esmeralda. La arrestaron a los 18 años, pero en ese tiempo se llamaba Michael David Navarro. Ahora a los 21, tiene una meta por cumplir:  -Sueño con que digan: bienvenidos a peluquerías y estilos unisex Esmeralda. Nació en Manaos, Brasil. De madre manauense y papá colombiano. Ellos no están en la ceremonia de graduación porque son indocumentados y a la cárcel no pueden asomarse. Pero a ella la consuela poder contarles que superó las 24 sesiones de clase y las seis evaluaciones que le hicieron durante el curso. Dice que un poco de sufrimiento es necesario para llegar a los lugares en los que uno nunca imaginó estar y la cárcel, que para la mayoría es la última opción, se convirtió para ella en un lugar de resocialización donde ha resurgido. -Los peores lugares del mundo son los mejores lugares para tu vida. Y los peores momento de tu vida son los que te van a hacer más fuerte.

Foto: Katherine Esmeralda dudaba de ponerse el birrete para no dañar su peinado. En el patio norte de la prisión existe una modesta peluquería donde los estudiantes practican sus conocimientos con cualquier interno que les ponga la cabeza y la barba para un corte. Cada miércoles, después de “la contada” diaria, el grupo de reclusos hacía de este lugar su salón de clases y de regaños, porque reconocen que más de una vez les jalaron las orejas por no atender a las recomendaciones de los profes. Estos momentos del proceso quedan atrás al tener el diploma en una mano y con la otra lanzar el birrete en señal de triunfo. La celebración vino acompañada de aplausos, música de la orquesta ‘Los de adentro’ y una rebanada de torta con gaseosa. Dragoneantes, directivas, reclusos y civiles se unieron por tres horas para entablar ese espacio de reconciliación que promueve la Fundación Acción Interna. 

Ulises entregó una casa en madera a su hermana y ella le obsequió algunos escapularios que con recelo escondió de las cámaras. Jhon Steven Cifuentes abrazó con fervor a su mamá antes de dirigirse a la celda. Y en la foto del recuerdo, que posiblemente jamás verán, se resume a carcajadas lo que significó para estos dieciséis seres humanos tener una segunda oportunidad desde la academia.

         Foto:(Izq. a Der.) Ulises Medina, Katherine Esmeralda Navarro, Wendy Mikaela Mota y Lady.