SEMANA: La última vez que hablamos, usted dijo que no sentía que se estuviera reinventando, sino que apenas estaba sobreviviendo. ¿Qué reacciones recibió por esa entrevista? Harry Sasson: Muchos mensajes. Muy conmovedores todos. Muchos clientes que nos extrañan, pero también gente que no me conocía me escribió. Me han llegado correos de personas en Villavicencio, en Barranquilla, en Cartagena... gente que ha leído esa entrevista y sienten la misma impotencia. Porque se dice mucho esa palabra: reinventarse. Pero nosotros, los restaurantes, no estamos en eso. Estamos apenas sobreaguando un tsunami que se nos vino de imprevisto. Nadie estaba preparado para eso. SEMANA: Muchos pensaban que los restaurantes tenían una salida sencilla para evitar la crisis en los domicilios, pero usted es bastante pesimista al respecto. ¿Por qué? Harry Sasson: Porque hay algo especial y único cuando atiendes a alguien en la mesa. Ir a un restaurante es una experiencia muy completa, que difícilmente se puede suplir a lo lejos. Después de mucho tiempo de analizarlo y pensarlo, después de tener los restaurantes cerrados pero manteniendo toda nuestra gente, después de ver como la caja comienza a esfumarse y las obligaciones a crecer, decidimos salir al mercado de los domicilios. Pero si yo pudiera iría hasta la casa de mis clientes, les pondría el mantel y les sacaría el pan recién horneado de sus cocinas. No es solo pesimismo frente a lo que viene. El tema es que ya cumplí 50 años y cuando llegas a mi edad no quieres que te cambien las cosas. No te gusta cambiar. Y yo no quisiera que todo lo que he construido cambie.