Hasta hace pocas semanas, Nieves usaba el uniforme de la policía. Pero su gusto por el pan -se come entre uno y dos al día- la engordó en tiempo récord. El uniforme y sus otros vestidos se rompieron. Sin embargo, Nieves no necesita de aquel traje verde para sentirse como una perra policía. Cada vez que retienen a una persona en el CAI, donde ella vive desde hace dos años, ladra sin parar. Tal vez es su manera de hacer justicia.Le puede interesar: Gomelo, el perro reciladorNieves llegó enferma, flaca y temerosa al CAI. Según cuenta el patrullero Wilton Amezquita, el policía que tiene más empatía con Nieves, creyeron que la perrita tenía dueño. Pero pasaron los días y nadie la reclamó. Fue así como el grupo de policías decidió bañarla, alimentarla y comprarle un apartamento. Así le dicen a la casa de madera hecha a su medida. Y una mujer, quien trabajaba cerca del lugar, se hizo cargo de la esterilización. Nieves comenzó una nueva vida. Pasó de ser una perrita callejera a la mascota de toda una comunidad.Nieves no solo hace los "turnos", de 24 horas, junto a los patrulleros. También pasa los días persiguiendo palomas, jugando con los perros que visitan su parque y comiendo las delicias que le dan todos los vecinos del CAI.Le puede interesar: ¿Su perro realmente lo quiere?Y, como cualquier perro, ella tiene su personalidad. Es celosa, territorial, consentida y odia que la bañen. Por eso, siempre se revuelca en la tierra. "Ella se manda bañar y al momentico está revolcándose. No le dura nada el baño. Entonces la gente viene y dice ¿por qué no la bañan?, pero tiene dos, tres, cuatro días de estar bañada", dice Amézquita.Por ahora, lo que más afana a los policías es renovarle el closet a Nieves y comprarle nuevos vestidos a su medida. Un perra policía siempre tiene que llevar su uniforme.